Mis tobillos se contraen como si me hubiesen golpeado, pero solo están cansados. Es difícil caminar distancias largas desde el incidente, la verdad es que ha hecho un poco difícil cualquier cosa que sea física, pero no me ha detenido de meterme en problemas. Además, tarde o temprano tengo que acostumbrarme a los nuevos límites.
La oscuridad de la noche nos cubre mientras caminamos apurados. Es un miércoles, así que no es raro encontrar gente paseando por el viejo centro de la ciudad. Nos da algo de seguridad. Bueno, al menos a mí. No sé si Melpómene haya superado completamente los encuentros que hemos tenido con la muerte. Ya han pasado varios días desde que Ken fue arrestado.
Por un lado, a mí no me molesta mucho, pero se lo adjudico al hecho de que logramos sobrevivir y vencer al villano. De lo contrario… Creo que tampoco tendría mucho caso tener miedo, dado que si no lográbamos escapar de esas situaciones hubiese sido el final para nosotros.
Esta noche acompaño a Melpómene a recoger un paquete que el correo ha decidido no dejar en su hogar. La han mandado hacia la oficina principal, y hemos tenido que salir corriendo de Dongxi para alcanzar a llegar antes de que cierren. Ella dijo que no quería ir sola, pero creo que es solo una excusa para que platiquemos un poco antes de que vaya a casa.
Es una noche fresca, nublada. Observando a mi amiga de cerca, veo que el negro ha comenzado a apoderarse del tope de su cabeza. Su color original de cabello comienza a retomar lo que le pertenece. ¿Considero que Melpómene se ha vuelto mi amiga? Lo hago, claro que lo hago. Después de todo por lo que hemos pasado, será egoísta de mi parte no hacerlo. Pero a veces me pregunto si ella me considera su amigo, aunque suene tonto. No la culparía si no lo hiciera.
Cuando llegamos a la oficina, los empleados ya están limpiando, y no hay muchos paquetes. Es un edificio pequeño, no más grande que una casa, completamente de color blanco. No llama la atención, y su nombre está pintado sobre la pared con color verde: Oficina de Correo de Azul. Al parecer solo se compone por un área abierta al público, un mostrador con dos enormes anaqueles detrás repletos de cajas y sobres, y una puerta que debe conducir a una oficina o un retrete. O a ambos. No sé qué ha pedido Melpómene pero es una caja pequeña de color blanco con mucha cinta protegiéndole. La curiosidad me llama y miro detenidamente la caja. Al preguntarle, decide cambiarme el tema. Me doy cuenta de ello, pero debe tener una razón por la que no me quiera decir, así que dejo ir el tema. No debe ser tan importante.
Saliendo de ahí, me da las gracias, pero decido acompañarla de vuelta a la parada del autobús. El camino es sereno, con algunas risas lentas. Hablamos del trabajo, de nuestro jefe, de sus tareas y proyectos pendientes. Sonamos como personas completamente normales. ¿Lo somos? Melpómene continúa hablando de una convocatoria para diseñadores – algo sobre trabajar en una compañía a través de un concurso. Mientras ella se pierde en su explicación, mi mente vaga a las cosas que han sucedido. Me han impactado hasta el núcleo: los asesinos, las peleas, las persecuciones… la adrenalina. Pero no, eso no es todo lo que importa. Es solo un aspecto de ello, y sé que no estoy loco por sentirla dado que no me afecta de la misma manera que lo hacía a… Rodrigo.
El recuerdo de mi amigo se ha vuelto extraño. Como el hormigueo de una extremidad que se ha dormido, la sensación de dolor se ha convertido en un cosquilleo que se propaga por la parte trasera de mi cabeza. ¿Qué ha cambiado? He aceptado que se fue. No, hay algo más.
—¿Sam?
La mirada de Mel se cruza con la mía. El trance no desaparece del todo. Podría permanecer más tiempo así y no lo hubiese notado, sino por las pequeñas gotas que interrumpen el espacio entre nosotros y caen al suelo. Una briza – mil gotas de agua que se convierten en una lluvia progresivamente. Después, los dos estamos corriendo hacia la parada del autobús en busca de protección. Cuando finalmente llegamos, la calle se ha vaciado por completo, y solo nos puedo percibir a nosotros, el uno junto al otro, bajo un techo de metal, rodeados por cientos de gotas.
—Tu ruta llegara pronto.
—¿Qué hay de ti?— el escepticismo brota de su lengua.
—Puedo esperar.
—Patrañas. No me iré hasta que la lluvia se detenga.
—¿Qué? Se hará tarde si haces eso… Estaré bien, solo es lluvia.
—No te puedo dejar aquí.
—¿Por qué? No me pasara nada, me puedo defender.
—No sé si lo has notado, pero últimamente eres un imán de locos.
Y eso es decir poco.
Mel parece notar que vacilo, por lo que toma un paso más cerca de mí y me encara. Sus ojos se ven grandes ahora. De nuevo observo sus raíces negras.
—¿Todo bien? Te has estado… yendo, todo el día.
Ni yo se la respuesta, simplemente es uno de esos días en lo que estoy muy pensativo. Los he tenido desde el incidente, y me han puesto a pensar que quizá si quede algo loco después de todo. Ante la falta de una respuesta, decido cambiar el tema. Si ella lo ha hecho antes, no veo porque yo no.
—¿Cómo te sientes ahora? Respecto a tus… habilidades.
—Igual— contesta naturalmente —Sigue siendo mi prioridad volver a la normalidad.
—Ya veo
En lugar de dejar que se estanque el silencio entre nosotros, Mel habla alto y fuerte entre el sonido de las gotas. No es una lluvia como aquel día, esta es lenta y tersa, las gotas aterrizan con gentileza. Lamentablemente, no soy más fanático de las noches así. Si, estoy siendo algo parcial.
—¿Te incomoda la… lluvia?
—… ¿Leíste mi mente?
—No necesito hacerlo, puedo sentir tus emociones más fuertes… y si, leí un poco, pero nada importante ¡Lo juro!
Existe suficiente confianza entre los dos como para lanzarle una mirada de sospecha, a lo que Mel responde con un puchero. Intento retener una risa para continuar como mi cautela falsa, pero parece que ve a través de ello porque comienza a reírse mientras pide disculpas. Tanto para un secreto que no vale la pena retener.
—No me incomoda, solo me recuerda al día en el que… me hirieron.
—Oh… Lo siento
—No lo hagas, está bien
Y realmente lo está. Todo está perfecto en este momento, y no sé porque mi mente vaga de vuelta a los recuerdos horribles. ¿Qué me sucede? ¿no merezco ser feliz? Quizá no lo haga, pero aun así lo he sido últimamente. No tengo ningún deseo de que esto acabe.
—Todo ha cambiado desde aquel día… Es extraño porque ahora todo es tan… genial, digo, el trabajo, nuestra amistad… Excluyendo a esos locos, podría decir que ha sido perfecto.
—¿Perfecto?— mientras responde, sus ojos giran hacia las gotas que caen frente a nosotros. Ha sido un adjetivo muy dramático, pero he querido expresar que realmente estoy agradecido por las cosas buenas. Melpómene es ahora quien se pierde en sus pensamientos.
—No me he tomado el tiempo de agradecerte.
—¿Agradecerme?— Melpómene me mira con confusión genuina.
—Tú me salvaste… De esos locos, las dos veces… De la soledad… De comer solo en el descanso. Tú sabes.
En lugar de un “de nada”, Melpómene aparta su rostro y lo cubre con sus manos. Se ha sonrojado un poco, así que decido no presionar más. Realmente, estoy en un mejor lugar. Creo que esa es la conclusión que necesitaba: No sé si merezca esto, pero si estoy agradecido de lo que ha sucedido. Esta nueva oportunidad, esta amistad, este poder de poder continuar tomando decisiones.
Eventualmente, la lluvia aminora un poco, y el autobús de Melpómene llega. Después de prometerle que correré hasta mi casa, ella parte hacia su hogar. El camino da vuelta en la esquina y desaparece tras unas tiendas. Pero no corro hacia mi casa. En su lugar, me siento en la banca metálica de la parada y caigo en la realización de que me he quedado completamente solo en el centro de la ciudad.
¿Puedo dar por sentado todo esto? No lo sé. Solía pensar que tenía todo lo que necesitaba, y de un día a otro lo perdí completamente, solo para darme cuenta al despertar que realmente no necesitaba nada de eso. No puedo evitar pensar: ¿Qué haría Rodrigo en mi situación? Por más que lo quiera, sé que probablemente le hubiese dicho a Melpómene que utilizaran sus poderes para conseguir algo de dinero fácil. Bueno, si es que trabajaba en Dongxi, dudo mucho que hubiese sucedido así.
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