Termino la llamada y lanzo el celular a la cama. Suspiro fuerte, luego me lanzo igual. Hundo mi cabeza en las almohadas y grito tan fuerte como puedo. Que importa. Mi corazón palpita rápido. Vuelve el dilema de siempre: ¿Qué estoy haciendo? Debería decírselo. Estoy harta, este tipo de vida no es para mí.
Cierro los ojos y desaparezco en mis recuerdos. La única maldita cosa para la que estas “habilidades” son útiles. Siento la briza cálida, siento el pasto picar mi piel, escucho su risa amable. Es la persona que más extraño en la vida. Atravieso la almohada y aterrizo sobre el suave pasto.
…
Puedo decir con seguridad que los veranos en el jardín de jiichan fueron los más felices que alguna vez tuve. Él era un hombre viejo, de un lugar muy lejano, pero su inocencia era paralela a la mía, y su calidez se sentía tan hogareña. Su jardín estaba lleno de hermosos árboles y flores que no veías en ningún otro lugar en esta ciudad. Y siempre tenía muchas anécdotas que sonaban extrañas. Había viajado por todo el mundo, aprendiendo cosas de cada cultura. Cuando mis padres tenían que salir hacia algún lugar de prisa, el me cuidaba. Entonces, era cuando jiichan me mostraba sus omiyage, y con ellos, convertía el mundo en un juego para mí. Convirtiendo el agua en ruedas de la fortuna, los árboles en amigos, y la arena en enormes castillos donde me perdía. El sacaba una pequeña guitarra de su regazo y comenzaba a sonar las cuerdas. En ese entonces, yo amaba cantar.
Esos eran los veranos que parecían una eternidad, y pasaba cada día de mi corta vida añorando el momento en el que pudiera verlo de nuevo. Irónicamente, mientras fui creciendo todos estos recuerdos desaparecieron de mi memoria lentamente, así como la emoción de visitarlo de nuevo. Por una u otra razón, me aparte del continuamente. Y el parecía saberlo, ya que no se opuso a esta extraña y foránea distancia entre los dos. Me aterro de pensar que hubiese perdido toda relevancia, hasta el día que jiichan falleció.
Mi abuelo murió solo, en la casa donde siempre vivió, a miles de kilómetros de donde yo estaba. ¿Qué quedaba para el en esa ciudad? Absolutamente nada. Todos sus hijos habían partido a lugares diferentes. Su cuerpo desapareció, consumido por el fuego, y sus cenizas permanecieron en aquel lugar también.
Entonces, volvimos a Azul. Todos actuaban como si fuese el final, pero… No, no podía estar muerto, no lo aceptaría. Cada segundo que pase con el regreso y se encajó sobre mi como dagas. Fui a donde se quedaba y… Encontré un libro, escondido en lo profundo de su biblioteca personal. Siempre que venía a Azul, se quedaba en el mismo lugar: una pequeña casa diseñada con un jardín central, parecida a las que había de donde el venia. El resto del año, esa casa estaba vacía.
Cuando se fue de este mundo, lo primero que hicieron fue entrar a esa casa, discutir quien se la quedaría. Pero él no se la dejo a nadie, dijo que una vez que muriera, esa casa esperaría a una sola persona. Y una vez que esa persona encontrara lo que el dejo para ella, la casa comenzaría a romperse hasta caer sobre sí misma. Una semana después, fui a visitarla, algo me condujo hasta ahí. Era como el sonido del aire pasando por el bambú de su jardín, pero el sonido estaba dentro, en los pasillos, y sonaba más fuerte mientras avanzaba. Me condujo hacia su biblioteca, eternamente cerrada cuando lo visitábamos, ahora misteriosamente abierta para mí.
Una vez que tome el libro que dejo sobre su escritorio, la casa hizo un sonido extraño. Vi que una grieta se formó en la esquina, pero no le preste mucha atención. Meses después, esa casa se ha derrumbado sin explicación, y nadie pudo sacar nada de ella. Su hogar murió con sus secretos.
El libro permaneció en mi recamara por meses. Algo me decía que no debía leerlo. La maldición que se manifestó cuando jiichan falleció, volvió mi vida más difícil. No podía controlar nada, destruí ventanas, destruí paredes, destruí mis pertenencias. Era un demonio, que se apoderaba de todo lo que estaba a mis alrededores, que me robaba la energía, las ganas de vivir. Tenía mucho miedo de herir a aquellos cercanos a mí, de hacerles daño. Así que me aleje, no podía con esta extraña maldición. Cambie mis turnos en la escuela, conseguí un trabajo, deje de llegar a casa temprano, de hablar con mis padres, con mis amigos. Intente ocuparme lo más posible. Ignore por completo la maldición, y esta pareció tranquilizarse. La vida se volvió… vacía.
No solo odiaba la maldición porque no pudiese controlarla. La odio porque no es mía, eran poderes que pertenecían a mi abuelo, y al parecer no pudieron salvarlo ni de la muerte… ni de la soledad. Continúe escuchando el silbido, también la voz. No necesite ser muy inteligente para descifrarlo – no podría hacer esto sola. Sin embargo, ya me había apartado de todas las personas que conocía. No sabía de una vuelta atrás.
Entonces, cuando estaba en lo más oscuro. Alguien llego.
Siempre fui alguien tranquila, alguien callada. Tímida seria la palabra. Muchos me dejaban de hablar por eso, pensaban que era engreída. Que no quería hablar con nadie. Que me sentía diferente. Pero Sam era extraño… era tan simple. El me seguía hablando, intentando. No, no lo intentaba, simplemente me hablaba porque quería. Pude ignorarlo, pude pasarlo como algo sin importancia. Pero, ese mismo aire, con el sonido del bambú, me empujaba hacia él. Fluía en su dirección. Llegue a pensar que quizá mi jiichan… me estaba diciendo algo.
Algo sucedió, creo que el aire finalmente me empujo lo suficiente hacia él. No lo sé, lo olvide. Se fue de mi memoria, quedaron solo destellos. Tenía mi dedo sobre su hombro, por primera vez. Luego abrí los ojos, era otro mundo. Jiichan estaba frente a mí, estábamos parados sobre el agua. Debajo, Sam corría, alguien lo seguía. No sabía dónde estábamos, había oscuridad por todos lados. Un miedo me invadió, jiichan no me respondía. Solo sonreía, como siempre, desde la puerta corrediza, sentado en su silla de madera. Sam peleaba con otro hombre, los dos lucharon. El hombre apareció frente a mí, con su arma extendida. —Tú eres quien nos atacó— alguien lo dijo. Sonó como yo. Me apuntaba con una pistola al rostro, iba a morir. Y de pronto, Sam lo detuvo. Sam me salvo. Él nos salvó.
Tiempo después abrí el libro. Me sentí más fuerte, más capaz de hacerlo. Los dibujos dentro… no los podía entender. Creo que explicaban lo que era capaz de hacer, lo que debería ser capaz de hacer. era tan misterioso. Entonces comencé a recordar a jiichan usándolos. Siempre dijo que sus regalos originalmente los había comprado para alguien más…
Aun así, viendo que el lucho, sintiéndolo dentro de mí. Aun así, sabiendo que no estoy sola, y que Kristen también lucho sus batallas. Aun así, sabiendo que Sam me toma de la mano mientras pretendemos a ser héroes. Este tipo de vida no es para mí. Esta sigue siendo una maldición de la que me quiero deshacer. Las cuchillas aparecen en mis pesadillas y me parten en dos. A veces es el hombre bajo la luna, otras veces es él bebe que llora. El número de atacantes incrementa, y no puedo más con ello. No soy una heroína, no puedo salvarme a mí misma siquiera.
…
Es un hombre gigante, el afamado “Asesino Paloma”. Viste con una simple camisa blanca y un pantalón de mezclilla. Su mirada es escalofriante, su cara está llena de arrugas y no tiene ni un solo cabello en la cabeza. Su nombre es Jim Doves, y tiene cincuenta y cuatro años, pero la mentalidad de un niño de doce. Aunque, eso no lo sé cuándo estoy luchando contra él. Saltando de un lugar a otro, tratando de evitar que me tome por el cuello con sus enormes manos. Los focos que cuelgan de la estructura metálica del techo se mesen de un lado a otro. Es una atmosfera de miedo.
A mitad de la noche, en una bodega abandonada. Solos contra él. Si hubiéramos venido un sábado, esto sería fácil. Pero se ha cobrado otra víctima. Y nos hemos apresurado. Sam se ha sentido mal, sobre todo, por tomar mucho tiempo en buscarlo. De nuevo, solo hago las cosas porque él quiere. Porque siento que le debo algo. Jim toma un bote de pintura y lo lanza como si fuese una pequeña piedra hacia nosotros. Este hombre es una bestia, se mueve rápido a pesar de su tamaño. No tenemos idea, ni nunca se descubre, exactamente cuanta gente ha matado este monstruo. El bote choca con algo y explota. No ha sido un sonido seco.
Volteo, asustada. Pero Sam está del otro lado, tirado sobre el suelo. Ha esquivado el bote por poco, y esta le pego a unos costales al final de la bodega. Me concentro de nuevo en Jim. Esta demasiado cerca. Una de sus manos me golpea en la garganta y la toma. Dejo de sentir mis pies en el suelo. El aire se me pega en el paladar. Siento que aprieta más, el cuello me truena. Me lo va a romper, me va a romper el cuello. Es un poderoso sonido, un golpe, Jim se tambalea y me suelta. Caigo el suelo y la caída duele más que la presión de sus manos sobre mi cuello. Comienzo a toser, el aire regresa a mis pulmones. Quiero llorar, quiero salir de aquí. Lo hare, nos sacare a ambos de aquí. Ya.
Volteo para buscar a Sam. Está a unos metros de mí, frente a él esta Jim, esquivando los golpes que Sam le suelta con su bate de metal. Otra vez, vuelve a conectar otro golpe del bate con un brazo, pero Jim lo toma y lo lanza a un lado. Suena al caer al suelo. Jim se abalanza sobre Sam. Comienzo a escuchar que forcejean. Me intento levantar, pero me duele todo. Solo puedo observar cómo luchan.
Ese hombre es tres veces más grande que Sam. Escucho un fuerte golpe. —¡AGH!— Sam tose y se retuerce. Suenan más golpes secos. Cuando mi vista se enfoca, el hombre esta sobre Sam, a golpeándolo. No para de hacerlo. Los golpes suenan cada segundo a lo largo de medio minuto. Cuando sus puños se levantan, veo que están llenos de sangre. No, lo está matando. Tengo que hacer algo. Grita de nuevo. Lo va a matar… detente. Detente. Detente. Detente. ¡DETENTE! ¡PARA! ¡YA!
¡DETENTE!
El aire se me escapa. Siento que mis pulmones se llenan repentinamente de aire y todo es expulsado. Veo blanco. Veo una luz. Pero no me lastima. Luego me caigo a un profundo sueño.
Abro los ojos de golpe y me levanto. Mis heridas se han ido. Veo hacia enfrente. Sam esta tirado donde mismo, a unos metros de mí. En la pared tras él, hay una enorme grieta que no estaba antes. Me pongo de pie y corro hacia Sam. Su rostro se ve normal, su ropa se ve normal. No se ve herido. Le doy unas palmadas en la mejilla. —¡Sam ¡Sam!— sus ojos se abren lentamente. —¿Qué sucedió?
Cuando se pone de pie, comenzamos a buscar a Jim. Creemos que ha escapado, hasta que lo vemos, desmayado bajo una pila de escombro. —Creo que con tus poderes… lo lanzaste… hacia allá— dice Sam mientras apunta a la grieta en la parte superior del techo. Sam suspira y se agacha a revisar a Jim. Se que ese suspiro es de alivio, pero no puedo sentirme de la misma manera.
¿Cómo puedes? Decido guardarme este oscuro sentimiento… de nuevo. Sam, casi mueres. ¿Por qué no te das cuenta? Y… ¿si te hubiera lanzado a ti por accidente? Estarías muerto. Estarías muerto de nuevo. No lo quieres entender, solo jugamos a ser héroes. ¿Acaso quieres morir de nuevo?
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