Quito la sabana de encima y el aire helado me golpea. El invierno prácticamente está en la puerta. Desde que llegue, me acosté e intente dormir. Ni siquiera me he quitado la ropa de la tarde. No sé qué ha pasado, no sé cuánto ha pasado. Me pregunto si Kristen se habrá enojado. Doy por seguro que Sam si lo hizo. Suspiro. Lo hago unas dos o tres veces. Ni siquiera sé que pensar. No sé qué quiero. No sé qué hice.
Todo lo que quería era tener una vida normal, y luego Sam… no… estos poderes me arrastraron hacia este estúpido juego de rol… ¿Poderes? ¿Qué digo? Maldiciones, siempre lo fueron. Nadie podría vivir feliz teniendo estas… cosas. Entonces… estuvo bien lo que hice ¿no? Solo no quería seguir con esa farsa, ha sido inútil todo.
Me dejo caer sobre la cama y observo el techo. ¿Qué opción tenía? Si, Sam tiene razón, hemos hecho cosas buenas con estas habilidades. Pero este no es mi destino, estoy seguro de ello. Es simplemente un arma que se me ha dado sin preguntarme antes. ¿Estoy siendo egoísta? No lo sé, no espero que nadie me entienda. No espero que nadie entienda lo horrible que es vivir con esto. El miedo siempre está presente. No soy una heroína, soy un arma, soy una bomba. Estallare en cualquier momento, cuando menos lo espere. Toda esa felicidad y justicia habrá sido para nada si termino quemando a quienes están más cerca de mí. A quienes amo. Esa es la verdad, que vivo con miedo.
Cierro mis ojos con fuerza. La sensación se incrementa. Se que en este momento, Sam y Kristen deben estar lleno tras otro lunático. Lo puedo sentir en mi piel, cuando alguno de ellos está en peligro, siempre lo hago. Podría ignorarlos, pero ¿Qué bien haría eso? ¿Debo hacer algo?
Asomándome hacia el escritorio, veo el libro de nuevo. ¿Qué se supone que debo hacer jiichan? Él vivió con los poderes, pero no los usaba para pelear… ojalá pudiera preguntarte como le hiciste. ¿Solo ignoraste todo? Pongo un pie en el suelo. Esta frio. Pongo el otro. Me comienzo a acercar hacia el libro. Estoy casi seguro de que ese soplo… eras tu. ¿Qué planeas?
Tomo el libro entre mis manos, lo comienzo a hojear. Es muy viejo, ha sido mojado y roto, golpeado y doblado en incontables ocasiones. Aun así, las letras son perfectamente distinguibles. A su contenido no parece faltarle nada. Ninguna hoja rota, nada quemado, nada ensuciado sin remedio. Lo continúo hojeando. Hay hojas donde no reconozco el lenguaje, otras donde está en la lengua materna de mi abuelo…. Boken… ¿Qué significa eso?
Me pregunto quién habrá escrito este libro, pero dudo que eso tenga respuesta. O que siquiera importe a estas alturas. ¿Tenía las mismas habilidades? ¿Cómo las consiguió jiichan? Siempre asumí que había nacido con ello.
Continúo hojeando. La gran mayoría está compuesta por dibujos. Parecen pinturas rupestres. No sé si están acomodados en algún orden, pero muestran paisajes. A veces animales. Luego describen fenómenos naturales, he visto fuego, tormentas, lluvia. En particular, destacan siete dibujos, cada uno cubre una hoja entera, todos son de color dorado: Un ojo, un corazón, dos brazos, un espiral, un círculo partido por la mitad, un hombre, y al final, un pájaro con las alas extendidas. La esquina de una hoja se siente pegajosa. Cuando levanto el dedo, veo que lo tengo cubierto de sangre. Se me cae el libro de la sorpresa. La sangre continúa brotando de mi pulgar ¿Cuándo me corte?
La sangre da la vuelta a mi dedo y una gota comienza a caer hacia el libro. Intento detener la gota, pero esta se para a la mitad. Observo la gota, confundida. ¿Qué esta…? La gota comienza a formar un espiral en el aire. El libro se hojea solo. Intento darme la vuelta y correr. Pero algo me ha congelado. —¿A dónde vas?— escucho la voz. Una ventisca pasa por debajo de mis brazos. —¿Qué?— digo en voz alta.
El libro se hojea hasta la última hoja. Esta en blanco. No recordaba que hubiese una hoja en blanco al final. La gota deja de estar suspendida y cae sobre la hoja. La mancha se extiende, es una línea en curva. Forma un círculo. Dentro del circulo, una persona. Hecha con palitos. La sangre se vuelve negra en la hoja. Y de pronto, dorada. —¿Piensas que ignore los gritos del mundo?
—…Jii… ¿Por qué?
¿¡Porque me has maldecido!?
La voz se ríe. Es una risa muy cálida. —¿Maldición? Ie… Bendición…
regalo… omiyage… finalmente ha encontrado su dueño…
La ventisca cubre mi cuerpo, el aire fluye alrededor de mi como un pequeño torbellino. Carga con él el olor de las flores y el pasto. —Meru, recuerda tu pasado… Meru, quien tú eres… Eres fuerte.
Mirando a los alrededores. Todo se ha vuelto oscuro. Recuerdo el momento en el que nací. Mi abuelo pasa dos dedos por mi frente. No sé si había pensado en esto anteriormente. Recuerdo como volábamos entre los paisajes que él había creado. Los castillos de arena. Los jardines de mil colores. La vista bajo el mar. Una fiesta con los animales del bosque. Las cascadas. Los volcanes. En medio de todo, estoy yo. Soy yo quien extiende las manos. Quien vuela y con sus dedos crea el mundo de sus sueños. Mi abuelo… el simplemente me sostiene, me pone en alto. Los ancianos nos observan.
—¡El poder no es un regalo! ¡Es una carga!— grito, y amenazo con tornar todo negro. Mis brazos se extienden y concentro toda esta maldita fuerza en mis puños. Aprieto mis ojos y veo blanco. Mi cabeza está a punto de estallar.
El tacto de unas manos arrugadas se extiende por mis brazos.
En las nubes. El me prepara.
¿Por qué lo olvide? Más bien… ¿Por qué apenas lo estoy recordando? Jiichan me toma en sus brazos, yo extiendo mi pequeña mano. Nos regresó a la normalidad, al mundo real, donde era una simple chiquilla. Los dos reímos. Esa visión se desvanece lentamente. La ventisca se detiene. Veo sus ojos, no recuerdo que fuesen grises.
¿Por qué me ha mostrado eso? Son cosas que no recordaba o más bien… recuerdos que habían sido rotos. Como paginas arrancadas siendo regresadas a un libro. Piezas de un rompecabezas perdidas, ahora pintan una imagen más clara. ¿Pero que se supone que debo hacer? eso no lo responde. Cierro mis ojos e intento pensarlo. Algo diferente, algo que nunca he hecho. Un lugar completamente hundido en la oscuridad, sombrío. Como una pesadilla… Pero no puedo, no puedo ahogarme, aunque lo quiera. No puedo rechazar lo que soy.
Caigo al suelo, el libro rebota y aterriza a unos metros. Las lágrimas fluyen. Ni siquiera sé quién soy. Ni siquiera sé que debo ser. Mis dedos se hunden en las líneas de mi frente. No quiero hacer ruido, pero repentinamente estoy llorando, estoy gritando. Estoy deseando que el venga y me abrace, que me ayude a salir de aquí. Y, aun así, no dejo de pensar en la niña, rodeada de los cuatro elementos, de un centenar de aves, y un millón de flores volando por los cielos. Mis lagrimas disminuyen poco a poco. Era yo, yo cree todos esos paisajes, mi abuelo… él me estaba enseñando, ¿Por qué?
Aparto mis manos y abro los ojos. En el libro abierto, hay una hoja que no había visto antes, con una sola frase en el centro. Me acerco para leerlo. Es japones… dice… dice. Su voz resuena en mi cabeza.
—Koketsu ni irazunba koji wo ezu…
Un chirrido. Volteo hacia arriba y veo que la ventana de mi cuarto se ha abierto levemente. La briza de su presencia para cerca de mí es un aire cálido, con olor a flores. Luego se hace más débil, escucho que sale hacia afuera. Escucho como es liberada. Con eso, la otra presencia ha desaparecido de mi cuarto. Parpadeo. Es mi destino ¿es realmente mi destino?
Una vez más pienso en mi abuelo. En esas extrañas visiones. En Sam. Es una cosa extraña, las memorias de antes y las de ahora, puestas lado a lado y comparadas. Mi poder no es para mí, ni era de él… Es para la gente… y para Sam. Una vez más veo a los ancianos, los dos dedos, la oscuridad que intentaban detener.
Lo siento jiichan, no tengo más tiempo para llorar. Abro el ropero y saco el traje que el me dio Kristen. Mientras salgo por la ventana, vistiendo de negro, con un chaleco, un antifaz y una peluca blanca encima, se perfectamente a donde tengo que ir. —Watashi wa… hikaridesu.
—¡te salvare! ¡Esta vez te salvare yo a ti!
Comments (0)
See all