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Banbury Road (castellano)

Piloto (1)

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Nov 12, 2023

This content is intended for mature audiences for the following reasons.

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1


Los grandes y tristes ojos de Mitch aparecieron sobre mi cabeza, interrumpiendo el hilo de pensamientos que subía como una escalerilla desde mi frente hasta el blanco techo de mi habitación. No escuché lo que me dijo, pero sí que oí su voz estridente y rasposa, como un violín.


— ¿Qué? —pregunté confuso, espatarrado en mi cama con las sábanas enredadas entre las piernas.

— ¿Cómo fue la sesión ayer? —me repitió.


Se había tomado la libertad de subirse a la cama conmigo, muchas veces también se tomaba la libertad de aparecer por casa sin avisar. Tenía suerte de que no me importaba y de que mi madre no estuviese en casa en ese momento.

Su silueta larguirucha y también flaca como la mía, descansaba junto a mi. Me miraba curioso con esos ojos grandes y marrones, y una vez más me fijé en lo pálido que era y lo tostada que parecía mi piel al lado de la suya. Éramos muy distintos, pues mientras sus ojos oscuros inspiraban confianza, los míos eran tajantes y fríos, un azul tan claro que al sol parecían dos vidrios agrietados camuflados tras la cortina negra de pelo que me enmarcaba el rostro. A diferencia de Mitch, era tan, tan negro, que rara vez reflejaba algo de luz sobre mi cabeza. El suyo brillaba con rabia, rojo y lleno de energía como un incendio.


Me retorcí sobre la cama como si aquello fuese a hacer que el chico olvidará la pregunta. Siseé como una serpiente rabiosa, fastidiado apretando los dientes y le di la espalda, con mi media melena negra derramándose sobre la almohada. No le vi la cara, pero estaba seguro al noventa por ciento que puso los ojos en blanco. Le conocía demasiado bien.


—Va. hombre, no seas mierdas. Cuéntame.


Lo dijo de buen humor pero sus palabras pesaban sobre mi espalda, le hice un gesto obsceno con la mano y lo escuché carcajearse alegre como unos cascabeles.


— Estoy en mi derecho de no querer contarte qué hablamos en terapia.

— ¿Y desde cuándo das por hecho que respeto tus derechos?


Consiguió arrancarme una risa que salió disparada desde mi estómago. sincera y clara.


— Tengo una ansiedad de caballo. —repetí letra por letra las palabras de la terapeuta.

— Nunca me lo hubiese imaginado. — se burló.


No quise entrar en mucho más detalle pero decidí explicarle algo, ni que fueran minucias, maquilladas y edulcoradas como siempre solía hacer. Me había dado la vuelta para poder mirarnos de nuevo pero ninguno de los dos lo hizo. Yo le hablaba, divagando de un lado para otro mientras miraba como mis dedos se tocaban, y él me escuchaba jugueteando con los cordones de su sudadera como si fueran serpentinas. Nos entendíamos muy bien, por eso era mío.


No supe en qué momento el parloteo se empezó a fundir lentamente en un vacío oscuro y silencioso, pero no me dio tiempo a quedarme dormido antes de que Mitch empezara a sacudir mis hombros con energía en un desesperado intento de evitar que cayera sobre los brazos de Orfeo, completamente agotado y con los párpados pesados como el mármol como si llevara semanas sin dormir. Le pegué un manotazo medio molesto en el antebrazo pero decidí despertarme y continuar con la tarde.


— Al final el partido se ha retrasado para el domingo de la semana que viene. — habló medio distraído mientras invadía mi nevera con sus grandes manos en busca de algo que llevarse a la boca.

— ¿Por las lluvias?

— Sí, por las lluvias.

— Qué putada.


Giró la cabeza por encima de su hombro y me miró con una sonrisa que le cruzaba el rostro. Los brackets que se asomaban por debajo de sus labios arruinaban la armonía de su cara, pues no era muy común o al menos no había visto a muchos chicos de dieciséis años llevar ortodoncia. Se volvió a poner erguido y por un momento pensé que iba a tocar el techo de lo alto que era, así que tuve que inclinar el cuello hacia arriba.


Mientras se peleaba con el plástico que envolvía la pajita del zumo me estuvo hablando de algo de lo que apenas me acuerdo. Muchas veces cuando algo no me interesaba, fingía una escucha pasiva, asentía con la cabeza, le miraba a los ojos y de vez en cuando sonreía. Su voz me envolvía la cabeza como un cielo encapotado justo antes de la tormenta, pero no era capaz de descifrar las palabras que salían de su boca. Cuando los párpados me empezaron a pesar de nuevo, dándole a mi mirada un aire mortecino, por fin mencionó algo que llamó mi atención y mis ojos volvieron a ser amplios y atentos.


— Reina traerá maría el domingo.


Reina era su novia. Vulgar pero muy guapa, de nariz grande casi aguileña, ojos negros y cabello de color chocolate. Cualquier otro adolescente completamente estúpido, y no iba a confesar que en ese momento yo también lo era, pensaría que el pelirrojo estaba viviendo en sus propias carnes la fantasía de estar con una mujer mayor, deseosos de hundir los dedos en su voluptuoso cuerpo.


—Pensé que podría decirle a mis padres que me voy contigo y Merlina a comer fuera después del partido, que ella venga con el coche y vamos todos juntos a su casa a fumar—Él siguió hablando a pesar de las arrugas en mi nariz de completo rechazo. Parecía que le daba igual cómo me sintiera. O no se enteraba porque era imbécil.

—¿No habíamos quedado en mantener a Merlina al margen de…?—no terminé la frase, pero gesticule con mis largos dedos el ademán de fumarme un cigarro.


Mitch se quedó callado unos segundos con la pajita entre sus dientes, no tuvo el valor de mirarme. Se empezó a reír y a mí me dio mucha rabia, era como si se estuviera burlando, y me enloquecía de enfado lo tonto que era, como hachazos en mi caja torácica.


— Ya, pero, ¿no te parece un coñazo tener que estar ocultándoselo?—puse los ojos en blanco, y por alguna razón que escapaba a mi entendimiento lógico, se volvió a reír—. Venga, hombre, seguro que se enrolla. Le gusta mucho aparentar que no ha roto un plato en su vida pero luego bien que se junta con un par de zánganos como nosotros—le miré con el ceño fruncido y los ojos afilados—. Y a ver si estando medio colocados te la haces de una vez.


Abrí los ojos con desmesura. Apenas hablábamos de lo mucho que me gustaba la muchacha, pues desde que la conocí sus pestañas infinitas y casi transparentes me habían hipnotizado. Cerré los ojos para pasar las yemas de mis dedos por los lagrimales y estiré la piel de mi cara hacía abajo, con las palmas de mis manos encima de mis carrillos.


— Cierra la puerta de la nevera si no vas a coger nada más.


Decidí obviar lo que acababa de decir, pero él, seguro de sus palabras como un rey que acababa de dar su mejor discurso, me sonrió una vez más, jactante, y por fin cerró la puerta de la nevera.


Lo peor de todo es que no me contestó de vuelta, así que se quedó el tema de conversación en el aire como la niebla espesa de un día húmedo y lluvioso. Parece que se puso de acuerdo conmigo para ignorarlo.


No recuerdo cómo terminó el día ni cómo conseguimos retomar el ambiente cálido de nuestra compañía como al principio de la tarde, pero me quedé con el mismo sabor agridulce cuando se fue que cuando salí de terapia. Su cuerpo ya había cruzado la puerta y me volví a quedar solo. Un huracán de violencia, miedo y tristeza se apoderó de mis entrañas, y loco me pegué a la puerta como un monstruo de fauces grandes listo para matar. Aporreé la puerta un par de veces, le di una patada y me hice daño en el pie, chillé con la cara encendida y desencajada y me tiré del pelo. Estaba tan fuera de mi y me había hecho tanto daño en los puños y la garganta que una vez más me quedé rendido sobre mis sábanas.


decollavvi
coco.decollavvi

Creator

Ian intenta superar sus diferencias con Mitch de la peor manera posible, mientras un tornado de violencia crece dentro de su pecho.

#teendrama #drugs #bl #abuse #teen #depression

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