- Bien dicho Danna. No tienen que preocuparse por algo que ocurrió, ni ocurrirá. Las mayores amenazas del mundo, suelen provenir de acciones que tienen que ver con la humanidad. El homínido, sea de forma externa, o interna creando historias que transcienden en el tiempo. Dígase fabulas, mitologías, monstruos, fantasmas. Creados por una distorsión de nuestra mente, ante el miedo.
- Y que me dices de lo que acabo de ver.
- ¿Qué viste?
- ¡Una figura alargada!
Si, tiene razón
- ¿Cómo era?
- Bueno….era.. – y comencé a dibujar con mis manos la forma.
- ¡Danna! Sabes que con mímicas no tenemos indicio de nada ¿Y supongo Origima que saliste corriendo, sin mirar atrás? - Explica Gaia
Origima asiente.
- Entonces no hay más que una creación tuya Danna. –
- ¡Y las cajas se cayeron!
- ¡Júpiter! Hay montones de objetos, todos amontonados, cualquier movimiento y se producirá una avalancha.
- No lo veo así, pero tengo una idea de ello. -
- Nade decente puede surgir de tu idea Júpiter. –
- ¿Ustedes realmente, están casados? – Pregunta Origima con intriga. –
- ¿Por qué lo dices? – Le pregunto. –
- Olvídalo Júpiter. -
Las palabras de Gaia, eran bastante convincentes, y al transmitirlas, un aire de tranquilidad nos relajo. Como por intuición señalo donde estaba la caja de luz de interruptores, y para suerte un cable. Allí conectamos el velador. Aún seguía un tanto oscuro todo el sitio. El interruptor tenía cables sueltos. Gaía me indicó que tuviese cuidado, pues aquellos tenía muchos años. Eran los primero elementos eléctricos, y podían estar en desperfectos. Continuamos caminando los tres sobre el extenso lugar hasta dar con una pared central y del otro lado un pasillo que llevaba a otro salón. Ella estaba iluminando con el móvil. En un momento parecía que perdí su rastro.
La oscuridad se profundizaba
- ¿Gaia estás ahí? ¿Gaia?
- ¡Danna! Estoy por aquí
- Origima ¿Dónde estás?
- No lo sé. Me he perdido Júpiter
- ¡Júpiter tengo miedo!
- ¿Dinos más o menos donde te encuentras?
- Por el lado derecho hay como unos cuadros….¡¡Ahh!!
- ¡Danna! ¡¡Ve por ella!! - Dijo Gaia. Sentí pasos que se movían rápidos, otros detrás que seguían el ritmo. Unas cajas se desplomaba
- ¡¡¡Jupiterr!!!
- ¡¡Voy por ti!! Y tomé una mano cuyos rasgos parecían pálidos. Como si fuera un muerto viviente. - ¡¡Ahhh!! Al iluminar algo me golpeo detrás.
– y caímos al suelo.
En medio de las piezas, un cuerpo tembloroso me abrazaba fuerte.
- ¡Eh! ¿Eres tu Origima?
- ¡Sí! Estoy aterrada Júpiter
- No te preocupes - Nos incorporamos, y la iluminar el sector había como muñecos de investigación – la respiración regresó a mí – Debemos buscar a Gaia. Fuimos tras ella. - ¿Gaia? ¿Gaia? – alumbramos el otro corredor del pasillo. Era tan lúgubre como el anterior, proseguimos y Origima continuaba temblando en cuanto alumbrábamos. Al dar la vuelta me di una sorpresa, entre una luz y la figura que se movía en un sector a otro.
- ¡Dios que es eso! – Me dije. Origima no podía ver, debido que se encontraba de espaldas a mí y estaba tan aterrada que no cavilaba en una sola idea. Esa figura lanzó unas palabras inverosímiles´, en cuanto su figura anómala se expandía y reducía con líneas rojas, y allí ella se percató. La figura se desplazó, y otra apareció en el instante. Parecían congeniar e ir de un lado para el otro entre moviéndose como si fueran hilos que chocan. -
- ¿Qué ocurre Júpiter? ¿Y Gaia?
De alguna manera nos vio, y entonces del pánico alumbré aquel ser, y cerré mis ojos, gritando ¡Gaia! Al abrirlos, la luz se hizo presente., toda la gran habitación con otras cajas y herramientas antiguas.
- ¡¡Gaia!!
- ¡Danna! Encontré otro interruptor. Y aquí hay un gran foco y señala el extenso techo. Por fin veíamos claridad entre penumbras que desgastaban todo. –
- ¡Cariño! ¡Me pareció ver a alguien aquí!
- Yo no vi nada – Expresó Origima. –
- ¡Danna! No seas tonto en supersticiones. Ya te he dicho debe ser miedo.
- Esa respuesta resulta verídica. Hay mucho trabajo con el inventario – Me encogí de hombros.
- ¡Descuida! – sonríe como siempre. Los ayudaré.
Comenzamos entonces todo el proceso de inventario de cajas. Cada cual tenía elementos muy interesantes que no podían catalogar sino de acuerdo a los documentos que venían con ellos. Algunos tenían escritos de hace muchos años que no podían inferirse con facilidad, por lo que nos vimos obligados a apilarlos afuera del gran salón, al remover una de los cajones encontramos el tablero principal que llevaba a la conexión de electricidad. No dejaré de mencionar que al abrirlo encontramos telas de arañas que podrían juzgarse como grandes obras de una bestia que espera salir de su madriguera para atrapar a su presa curiosa.
Me contuve unos instantes al querer detallar los tapones eléctricos, y querer sacar las telas que se agrupan, debido que no me parecía confiable los cables de tela. Perdón, esa es la excusa. La razón es que hubiera un monstruo esperando en algún agujero de esa caja de metal que contiene un hoyo de cables removidos
- ¡Danna! ¡Enciende los interruptores! – Ordena Gaia
Estaba firme tratando de extender mi mano como Indiana Jones en el templo de la perdición en un agujero infestado de insectos y arácnidos, y lo que sea.
¡Ah! Ya puedo captar lo que sucede ¿Tienes miedo a las arañas?
- ¡Claro que no! – Respondí con enojo. -
- ¡Si lo que lo tienes!.... Puedo leerte como un libro de terror básico perdido
en una tienda.
- Puede haber algo grande allí – Señalé un hoyo entre el tablero y los cables –
- Tengo entendido que no existen arañas gigantes – Comenta Origima.
- Aquí puede ocurrir lo que sea – Expresé irónicamente - Harto es poco para mí – Y me ofusqué más de lo debido con mi semblante de niño caprichoso.
- ¡¡Danna!! No existen arañas gigantes por lo menos aquí. Y solo lo que has escuchado son leyendas. -
- ¿A qué te refieres con que por lo menos aquí?
- Hay muchas leyendas, pero la realidad es que el oxigeno de ciertos lugares no permite que aumenten su tamaño a más de unos treinta centímetros.
- Treinta centímetros es demasiado – Dije. -
- Te puedo asegurar que de donde vengo son mayores, pero olvídalo. Los únicos avistamientos que se han dado son en el Congo África. Y son testimonios de lugareños y tribus. – Expresó. Me encanta en ella, las clases de cultura general en momentos inadecuados. Eso también me enamora de ella. -
Al llevar su mano al final de aquel agujero, Gaia apretó el interruptor. Unas patas parecían moverse. Eran dos, y luego cuatro, y algo con pequeños ojos quería inmiscuirse en esa carne que se iba entremetiendo entre la tela y los cables. Pronto direcciono los interruptores y la luz del salón central iluminó todo. Gaia seguía con su mano allí, y apretó algo inusual.
Al sacar su mano, no podía creerlo
- ¿Observan? Tenía entre sus manos una araña no muy grande. Su tamaño era como de tres dedos. La sostenía hasta colocarla en su palma. El arácnido estaba quieto sin movilizarse, y cada vez que Gaia apuntaba con su dedo aquel parecía obedecerla. Hasta que la dejó irse
- Impresionante - Expresó Origima. -
- ¡Cariño! Conoces mucho de naturaleza – Dije –
- Es solo una técnica de control. Como una hipnosis. En …….la – Hizo una pausa – En la isla, lo utilizábamos. –
Asentí consciente de ello. –
Ya mas con más claridad, estábamos trabajando a destajo. Resolví la idea de pedir ayuda por móvil, aunque no se atrevieron a enviar a nadie. Pronto fuimos descubriendo infinidad de piezas de un carácter interesante.
Había papiros escritos con palabras en lenguajes interesantes. No era ni griego, ni arameo, ni judío, tampoco hitita, o egipcio, azteca, o koori. Tablas como la piedra filosofal con símbolos de estrellas y planetas. Un diagrama antiguo del sistema solar. Origima le indicaba a Gaia por donde dejar cada pieza.
Pronto de una caja, encontré una estatuilla. Parecía una especie de deidad, con ojos saltones, y pinzas grandes. Estaba tallada en arcilla. De alguna forma daba miedo. No tenía referencias de que cultura pertenecía, así que la separé junto a otras. Su curvatura era asombrosa. Gaia, consideraba ver aquella figura y no dijo nada. Luego se acercó a mí.
- Danna, hay muchos objetos ¿No crees?
- Si, demasiados. Perdona Gaia, debo hacer una llamada. Origima estaba viendo otras piezas. Gaia continúo con lo que había dejado. Revisó la estatuilla, y había algo más un papiro al cual abrió. Era un sistema de configuración de planetas, sin embargo no parecía muy interesante que digamos. Pude percatarme de ello, al consignar cada objeto según los conocimientos indicados. Luego de recibir la atención a mi llamado desconozco lo sucedido.
- ¡¡Si!!, Erwin, ¡Necesitamos ayuda!
- ¡Veo! Que se les ha complicado. Trabajar es sinónimo de perder
- No diría eso, sino exceso. Es la palabra indicada.
- Sabes que Rigel se los ha dado a ustedes dos. –
- Esa mujer, cree de antemano que podemos con todo.
- Solo es su mundo, aunque estamos escasos de trabajo. Igual ya nos ha dicho que se encarguen ustedes, y que eres frívolo con cierta afición a teatralizar
- Ven a ver todo lo que hay aquí y verás mi obra de Shakespeare. Si te llamo a ti es porque eres el único que puede. -
- ¡Ja! ¡Ja! Bien mañana, estaré allí bardo inmortal. ¡Mmmm! Y cortó la llamada. –
Sus respuestas no solo son lentas, sino que llenas de indecisión, sin embargo sería una gran ayuda después de todo. Tiene grandes conocimientos el viejo Erwin. Si bien es un oportunista que quiere intentar encajar para lograr su objetivo, aquí tendrá un plan alineado. Le encantan las colecciones. No creo que le importe lo que diga la mal humorada de Rigel, tampoco me interesa a mí.
Es hora de irnos, expliqué debido a que caía la noche. Cerré las puertas. El miedo se había esfumado, y parecía que todo estaba en orden, aunque tenía cierto rigorismo a ese sitio. Coloqué un candado. Para asegurar la puerta a la entrada del pasillo. Ambas iban descendiendo por las escaleras, mientras conversaban. Luego Origima salió por su cuenta, despidiéndose con prisa, y quedamos Gaia, y yo.
Hicimos todo el recorrido hasta la planta baja.
- ¿Qué extraño que Origima se fuera sola? Estaba aterrada en un principio
- ¡Danna! No seas tonto. Ella estaba tranquila. Solo fue un primer susto.
- ¡Ya veo! – Confesé con mirada irónica –
- Un día debes traerme como parte de otra cita a éste museo se ve interesante.
- Si, podemos un fin de semana, que no trabaje ¿Conociste a alguien más?
Ella no prestó atención a lo que dije y se concentró en un cuadro de Van Gogh
- La noche estrellada. Es una réplica. Pero es bella – Consideré examinándola detenidamente. -
- Coincido, es hermosa. –“A menudo pienso que la noche está más viva y más ricamente coloreada que el día”.
- Buena cita – Expresé junto a ella. Gaia me miró, y ambos permanecimos observando la noche que se estrellaba. Luego me miró, y desvió la mirada anhelando algo.
- Es hora de irnos – Dije. –
Asintió con algo de culpa en su interior. Aunque no sabía el porqué.
No tardamos en llegar a casa. Descendimos del ómnibus, y ella caminaba detrás de mi sombra. -
- ¿Qué te gustaría para cenar?
No respondió. -
- ¡Gaia! ¿Qué te gustaría para cenar?
- ¡Ah! ¡Disculpa! Algo rápido. ¿Hamburguesas?
- Bien seré tu cocinero. – Dije riendo alegre - Menos mal creí que diría cola de mandril frita. – Expresé para mí - ¡Gracias nuevamente!
- No tienes que agradecer. Y deja de hablar solo – Y por cierto, somos una pareja. Somos un equipo. Eso es lo que hacen las parejas casadas. -
- Si, lo que ocurre, es que teniendo presente las nupcias, nada nos ata sentimentalmente, pero sin embargo me ayudas. Gaia. ¿Qué sientes?
- ¿Que siento?
- Siento cansancio – Se dijo mirando el cielo tomándose las manos por detrás
- ¡No! Me refiero a mí.
- ¿A ti?
- Es difícil de explicar. Siento un cariño, y compañerismo.
- ¿Y amor? ¿Deseo?
Ella no respondía, y se tomaba su tiempo para querer darme una respuesta. Estábamos llegando a casa, y las escaleras estaban allí. La observé como un leve brisa extendía su bello cabello, y mi corazón comenzó el pálpito. No sé si por la respuesta, o por ella misma. Tampoco sé, que me indujo a preguntar algo, que tal vez sea obvio, pues nos estamos conociendo. Aunque al revés de las cosas como deberían ser.
- ¡¡¿Quieres saber….?!!

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