Esa noche fue extraña. Al otro día hice como si nada ocurriera.
Regresamos a la casa en silencio. Ingresamos a la casa y mientas fui por un vaso de agua Gaia se fue a un costado contra las ventana.
Ella, estaba de frente mirando al cielo. Estaba, sin percatarme, llorando se desvanecía. Y empezó a hablar sola. Mejor dicho me hablaba a mí. Hizo su confesión. Me había dicho que sus padres realmente no la querían. Y que ella para evitar todo se fue. No sabía qué hacer y me acerqué a ella y la abracé.
- ¿Qué inmensas son las estrellas? ¿Y qué insignificantes somos? – Confesó preguntándose entre algunas lágrimas. Al mirar ambos el cielo no podíamos dejar de reflexionar.
- No importa si somos insignificantes, a pesar de todo tenemos una historia, y un futuro por seguir ¿Y si tus padres no te aceptan? No tienes porqué rendirte. Tú, te has esforzado mucho Gaia. Y has logrado lo que nadie al enfrentarlos. No importa lo que pase, o suceda……estoy contigo. Somos un equipo a pesar de todo. -
- ¡¡Gracias Danna!! – Dijo llorando y se dio la vuelta acomodando sus mejillas en mi pecho.
- Llora todo lo que tengas y debas llorar.
Las estrellas continuaban su rumbo y Gaia también debía hacerlo.
…..y al otro día es quiebre en ella produjo el cambio… Se procreó el primer bucle.

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