Erase una vez una niña pequeña que jugaba en la oscuridad.
Esta creía disfrutar el estar dentro de lo oscuro, jugando con las voces que estaban con ella.
Hasta que un día apareció una estrella en la oscuridad. Era blanca, grande y brillante.
La niña no pudo dejar de ver a la estrella, las voces la engañaban para que dejara de verla. Pero a ella le gustaba tanto la estrella que decidió seguirla.
Y la estrella se dio cuenta que la niña la seguía. Así que le hizo un camino.
La niña empezó a correr hacia la luz de la estrella en el camino abierto que había hecho la estrella para ella.
Hasta que llegó a un cielo estrellado, y vio una galaxia llena de colores y cometas.
Las voces trataron de seguirla, pero su atención ya estaba en otro lado.
La niña comprendió que no estaba bien el lugar donde venía y agradeció a la estrella el haberla salvado. Así que ella decidió vivir para la estrella, bajo su luz y protección ella está salva.
Porque se enamoró de la estrella al momento que la vio y le dio más de lo que pudo imaginar.
“Porque el Señor es nuestro guía; el Señor es nuestro gobernante. El Señor es nuestro rey: ¡Él nos salvará!” (Isaías 33:22).
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