Inmediatamente después, Mitsuru cerró el álbum, se puso de pie y enseguida se lo llevó a Daitaro, quien lo sujetó un poco descolocado.
“¿Ah?”
“No me interesa mirar las fotos pero pensé en que sería de más ayuda que la televisión” dijo el de ojos azules mientras veía a su hermano abriendo el álbum. Una gran sonrisa decoró su rostro instantes después, parecía estarse derritiendo con lo que veía. ¿Qué podría estar viendo su hermano como para ponerse tan feliz?
“Mira, son ustedes de bebés” dijo Daitaro al enseñarle las fotos a Mitsuru, “Haha, Daiki se ve adorable, ¿no lo crees?”
“Sabes que si le dices adorable, te estás llamando adorable a ti mismo, ¿verdad?”
“Pero mira, Daiki ya se veía gruñón desde tan pequeño. ¡Qué lindo!” Mitsuru arqueó una ceja ante el comentario.
“¿Y tú?”
“¿Eh? Bueno, no siento mucho al verme a mí mismo, sólo me alegra haber estado con Daiki y ustedes en las fotos”
Mitsuru no entendió la respuesta pero decidió no hacerle mucho caso. Al mirar las fotografías, sin embargo, se percató de que la mayoría de ellas eran de sus hermanos y muy pocas de él.
“Qué no se note el favoritismo…”
“Sabes bien que si hubiera tomado yo las fotos, habrían muchas de ustedes, pero estas las tomaron nuestros padres y probablemente el tío”
“Sí, supongo que no tenían muchas ganas de tomar fotos luego de que yo naciera” al escuchar esto, el pelirrojo le dedicó una expresión de genuina preocupación.
“No es así, seguramente pasaron cosas que no los dejaban tomar muchas fotos, contigo ya tenían cuatro bebés después de todo”
“No nos llevamos tantos años como para que yo no aparezca en muchas de las fotos…” comentó Mitsuru sin ningún tono en específico.
“...” la expresión de Daitaro decayó, pues realmente no sabía qué decir. Era un comentario válido y no tenía una respuesta que pudiera justificar a sus padres.
Notando el cambio de actitud de su hermano, Mitsuru suspiró y miró hacia otro lado.
“Pero no es como que me importe, no soy igual de infantil que Daiki” Mitsuru cambió la página del álbum a una donde estaban Masaru y Daiki en un duelo de miradas contra dos niños y una niña. Lucían de alrededor de 5-6 años.
“Ah, recuerdo este día” comentó Daitaro “Habíamos ido al parque de picnic y ahí un niño le quitó la gorra a Daiki. Seguro recuerdas cómo se enojó”
“...No lo recuerdo, pero puedo hacerme una idea”
“¿No? Masaru se unió a Daiki para recuperar su gorra y en algún momento, Masaru le quitó a uno de los niños uno de sus juguetes. Así que se estuvieron peleando para que regresaran la gorra a cambio del juguete”
“Seguro que eso fue divertido. Daiki se sigue enojando si le quitan la gorra fuera del apartamento” comentó Mitsuru con una sonrisa. “Tiene suerte de que pueda usar su gorra en la escuela aunque tenga que ser la que representa a la escuela”
“Sí, ama su gorra y aunque no le guste la gorra de la escuela, prefiere eso a andar sin ella fuera de casa” explicó Daitaro “No lo entiendo pero así es él”
“¿Entonces sí recuperó su gorra al final o le tuvieron que comprar otra?”
“Pues…, recuerdo que los niños lanzaron la gorra de Daiki al lago con una piedra dentro. En respuesta, Masaru rompió el juguete del niño y se metió al lago a buscar su gorra”
“¿Qué? ¿Todo por la gorra…?”
“¿De verdad te sorprende?” cuestionó el de ojos rojos con una sonrisa. “Daiki ya la había dado por perdida pero Masaru entró al lago sin pensarlo dos veces”
“¿Y la recuperó?”
“Sí, y Daiki aún la tiene aunque ya no le quede” al escuchar eso, el rubio se quedó pensando en esto antes de reír brevemente. Daiki puede ser muy cursi y tonto pensó.
“Se enojó mucho con Masaru por haberse metido al lago sin pensar pero como aún tiene la gorra, sé que significó mucho para él. Nuestros padres lo regañaron mucho por eso, se asustaron bastante” explicó el pelirrojo en lo que pasaba la página.
“Oh” Mitsuru vio una foto de él de más pequeño en la bañera con muchas ranas acompañándolo.
“Recuerdo esto también, metiste todas esas ranas a la bañera y nos hicieron revisar la casa para ver si había ranas fugitivas. Es un misterio el cómo lograste meter tantas a la casa”
“De eso sí me acuerdo, creo que debería repetir esa foto para comparar” comentó Mitsuru al encontrarlo gracioso.
“Oye… Ni se te ocurra meterlas al apartamento” dijo el de ojos rojos al no querer buscar ranas por todo el lugar de nuevo.
“Si pasara, seguro que Masaru se divertiría buscándolas, sabes que le fascina tener excusas para moverse”
“Mitsuru…”
“Lo sé, lo sé, pero no prometo nada” respondió el de ojos azules mientras le sacaba la lengua. Fue entonces que ambos escucharon el timbre.
“¡Oigan! ¡¿Nos abren?! ¡Ustedes tienen las llaves!” exclamó Masaru desde afuera. Daitaro y Mitsuru buscaron en sus bolsillos y efectivamente, encontraron las llaves.
“¡Voy!” exclamó Daitaro al ahora ponerse de pie. “Seguro que será más divertido ver las fotos entre todos en otro momento”
“Cómo sea” contestó Mitsuru al cerrar el álbum. Se puso de pie y lo sujetó para llevarlo de vuelta a donde estaba.
Daitaro siguió a su hermano con la mirada y no puedo evitar preguntarse… ¿Acaso había hecho o dicho algo malo?
Regresando al condominio, Masaru salió del elevador muy entusiasmado por llegar a preparar los hot cakes, mientras que Daiki caminaba todavía malhumorado por la conversación previa con su hermano, pues no podía quitarse de la cabeza la estúpida lógica que el otro había usado para negarse. “¡Buenos días, niños!” exclamó una voz conocida. Al mirar en su dirección, Daiki observó a la vecina que parecía había interrumpido su actividad de regar sus flores con tan de saludar. “Ah, ¡buenos días, señora Abigail!” contestó Masaru animadamente. La vecina dejó su regadera por un lado y en cambio juntó sus manos entrelazando sus dedos en señal de felicidad. “Pienso hornear unas galletas más tarde, por si gustas algunas” Ante el ofrecimiento, Masaru sonrió de oreja a oreja, mientras que Daiki interrumpió sus pensamientos de molestia hacia su hermano para poner atención a las palabras de la señora. Masaru se giró hacia Daiki, quien se había acercado con tranquilidad mientras que la vecina le daba palmaditas en la cabeza a Masaru como diciendo ‘buen niño’. “¿Escuchaste eso? ¡Habrá galletas, animate!” “Eres el único que se anima por eso, idiota” “Está bien que Daiki venga conmigo, ¿verdad?” preguntó el niño de ojos verdes a la señora quien pasó de darle palmaditas a jalarle las mejillas, acto que hizo que Masaru cerrara los ojos expresando algo de incomodidad y dolor. “Haha, señora Abigail, eso duele…” Daiki observó esto y gradualmente sintió su estómago hervir. No podría explicarlo, pero realmente le estaba empezando a irritar lo que estaba presenciando. “¡Oh, lo siento, es sólo que tus mejillas son tan adorables!” En cuanto terminó de decir esto, Daiki jaló a su hermano de su capucha con fuerza, esto con tal de que retrocediera. Masaru se vio sorprendido ante la acción pero tan sólo se quedó mirando confundido al pelirrojo segundos después. “Sí, quiero galletas después de todo” declaró Daiki al ahora mirar a la vecina de forma desafiante. “¿Es eso un problema? “¡Pero claro que no hay problema! ¡Eres también muy adorable!” exclamó la señora al ahora jalarle las mejillas a Daiki con mucha diversión. Masaru no pudo evitar reírse burlonamente en respuesta, esto mientras Daiki luchaba contra sus ganas de golpear a la adulta con tal de que lo dejara en paz. “Heh, te atrapó también” dijo Masaru a manera de susurro. “Cállate” contestó Daiki sin encontrarle la gracia a lo que estaba pasando. “Por cierto, Masaru, ¿qué te pasó en los ojos? No pude evitar verlos un poco rojos” mencionó la mujer. El pelinegro rió brevemente sin querer hablar del tema con Daiki en frente. “¡Por cierto! ¿Podemos invitar a Daitaro y a Mitsuru también?” El pelirrojo se percató del intento por evitar responder. Sabía que le había visto los ojos raros desde hace rato, pero debido a la discusión que habían tenido había perdido la oportunidad de preguntarle. Ya lo cuestionaría después. “Ah, les pregunté a ellos antes de que ustedes llegaran, pero parece que a Daitaro le preocupa mucho consumir azúcar” “¿Y Mitsuru?” “A él le gusta más el helado, ¿no es así?” sugirió la mujer mientras Daiki finalmente lograba zafarse. Masaru pensó en sus palabras por un momento antes de mirarla con preocupación. “¿Señora Abigail…?” “No te preocupes por eso, cariño. Él puede venir, es sólo…” dijo ella al sujetar las manos del pelinegro. Daiki puso atención en esto y no pudo evitar sobresaltarse al no esperarlo. “¿Es sólo…?” “Me gustaría invitarlo cuando haga helado, las galletas que hice son especialmente para ti” explicó la vecina. La atención de Daiki seguía en las manos de la mujer sujetando las de su hermano. ¿Por qué tenía que hacer eso? Además de que estaba moviendo su pulgar sobre la mano de Masaru, lo cual realmente le estaba incomodando. “¿Entonces no es porque a usted no le agrada mi hermano, verdad?” preguntó el de ojos verdes con sospecha. “¡¿Qué?! ¡Cielos, no!” dijo ella al soltarlo y juntar sus manos contra su pecho como si hubiera escuchado algo inaceptable. “¡En realidad es todo lo contrario!” “¿...?” Masaru arqueó una ceja al escuchar esto. ¿Eso cómo podía tener sentido? “Es un niño precioso, toda una belleza en verdad…, pero no creo que podría manejarlo” Al escuchar esto, Daiki frunció el ceño ahora disgustado por una razón más en su lista de comentarios raros que inexplicablemente le molestaban. “¿Eso qué quiere decir…?” cuestionó Masaru al verla completamente perdido. “¡Por supuesto, hablo de sus adorables mejillas!” dijo la mujer mientras sujetaba sus propias mejillas y cerrando los ojos como si estuviera imaginando algo. Daiki y Masaru se preguntaban si todas las señoras eran igual de raras que ella. El pelinegro se calmó al entender que no estaba haciendo menos a su hermano así que tan sólo rascó por detrás de su cabeza. “Ahaha, me gustaría que estuviera aquí para escuchar eso, aunque no le gusta que le jalen las mejillas” “¿Y a quién sí?” preguntó Daiki al sentir sus mejillas hinchadas por culpa de la mujer. “Pero descuida, angelito, disfruto de hornear galletas más que hacer helado” dijo la vecina al agacharse de forma de estar a la altura del de ojos verdes, parecía querer evitar que Masaru se sintiera menos especial; no obstante, Masaru tan sólo la miró con curiosidad. “¿De verdad?” “¡Sí! ¿Quieres galletas con chispas de chocolate, cierto?” “¡Claro! ¡Me encantan las galletas recién horneadas!” exclamó el pelinegro con ilusión. Daiki, al ver a la mujer a punto de sujetar los hombros de su hermano, inmediatamente se movió con tal de girarlo y empujarlo levemente con dirección a la puerta del departamento. “Bien, ya fue suficiente” “¿Jefe?” “¡Procuren venir más tarde!” “¡Claro que sí, señora Abigail!” respondió Masaru antes de que Daiki lo empujara dentro del departamento y cerrara la puerta. El pelirrojo suspiró, creía que era mejor evitar mencionar lo que había pasado con la señora, al menos si quería evitar amargarle el desayuno a su gemelo. Lo bueno de esto siendo que Masaru tampoco diría nada ya que a Daitaro no le gustaba que fuera por galletas .
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