Un año y 6 meses después…
En el corazón de la bulliciosa ciudad de Elfheim, con sus calles empedradas y edificios de piedra cubiertos de enredaderas y flores, un Ked con el cabello atado, ligeramente más musculoso y alto que antes (anteriormente: 1,76 m; ahora 1,80 m), vestido con un jubón de ante largo de tono amarillento y portando una espada a su lado, además de unas cuchillas adicionales en su cintura, preguntó con cierta confusión:
—Oye, John, ¿estás seguro de que este es el camino hacia la casa de esa bruja? —murmuró, escudriñando a su alrededor con una expresión dubitativa.
John, con el cabello más largo y suelto, también un poco más musculoso y alto (anteriormente 1,73 m; ahora 1,78 m), vestido de manera similar, pero de color negro y empuñando una espada a su lado, respondió con nerviosismo:
—S-sí, estoy seguro… Bueno, en realidad… ¡Demonios, estoy completamente perdido! ¿Cómo le digo que nos hemos desviado? —pensó en silencio, sintiendo la presión del momento.
Ellos estaban en su primera misión otorgada por el anciano, una misión de arresto para capturar a la bruja local, una elfa que solía utilizar hierbas venenosas como método de medicina. La ciudad, aunque vibrante y colorida durante el día, tenía un aura inquietante en el aire mientras avanzaban por las estrechas callejuelas. El bullicio de la gente y el olor a especias y hierbas creaban una atmósfera única que se mezclaba con la tensión de la tarea que tenían por delante.
Ked y John se sentían como intrusos en este mundo antiguo y mágico, con la responsabilidad de hacer cumplir la ley en un lugar donde las reglas parecían estar escritas por la naturaleza misma y en la que, incluso ellos, se encontraban fuera de la ley por su condición de “humanos”. La tarea de capturar a la bruja no era fácil, especialmente considerando su reputación de manipuladora y escurridiza.
—¿Crees que no lo he notado? —respondió Ked con un tono agrio, pero con un atisbo de humor.
—¿N-notado qué? —titubeó John, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda ante la idea de haber sido descubierto.
—¡Hemos estado dando vueltas en círculos por esta ciudad durante una hora! ¿Acaso crees que no me he dado cuenta? ¡Hasta le he puesto un nombre a esa mancha en el suelo! —exclamó Ked, señalando la mancha de tomate podrido que ya habían pasado tres veces.
—¿Qué? ¿Por qué no lo dijiste antes? ¡Estoy aquí tratando de descifrar este mapa incomprensible! —se defendió John, tratando de justificar su situación.
—¿Acaso no sabes cómo usar un mapa?
—No entiendo todas estas líneas que están dibujadas aquí —se excusó John, sintiéndose un poco avergonzado por su falta de habilidad cartográfica.
—Te ofrecí guiar desde el principio, ¿sabes? —recordó Ked, aunque con una pequeña sonrisa.
—Bueno… Es que pensé que podría manejarlo yo mismo —balbuceó John, sintiéndose culpable por su terquedad inicial.
_El flashback de John._
—¡Oye! ¿No crees que sería mejor si yo llevara la dirección? —propuso Ked con un tono amigable.
—N-no… Estoy bien —respondió John, aunque en realidad no estaba tan seguro.
_Fin del flashback._
—Je, je, je, pensé que podía manejarlo —se disculpó John, tratando de aligerar la tensión con una sonrisa nerviosa.
—¡“Pensaste”! ¡Menuda tontería! ¿Sabes cuánta hambre tengo? —se quejó Ked, dejando escapar un suspiro exasperado, pero con una chispa de diversión en su mirada—. También es un poco mi culpa por no haber insistido más…
Mientras discutían, un grito desgarrador resonó en el aire, cortando el diálogo como un cuchillo afilado. Provenía de un puesto de venta cercano, donde una niña pequeña estaba siendo atacada por una mujer elfa de figura grotesca. La mujer, con los ojos inyectados en sangre, emanaba un aura de malevolencia que envolvía todo el entorno.
Ambos jóvenes se precipitaron hacia la escena, y lo que presenciaron los llenó de horror. La mujer, con sus ojos sangrantes, se abalanzaba sobre la indefensa niña con garras afiladas como navajas, listas para desgarrar su carne inocente.
Ked observó con horror cómo la mujer se abalanzaba sobre la indefensa niña, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Un torbellino de pensamientos atravesó su mente: el miedo a fracasar en su misión, la preocupación por la seguridad de la niña y la determinación de detener a la mujer. En su cintura tenía una daga y se aferró a ella con manos temblorosas, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. ‘No puedo permitir que esto continúe’, pensó con determinación, lanzando la daga con toda la fuerza que pudo reunir.
La hoja se hundió en las manos de la atacante con un sonido siniestro, deteniendo su avance salvaje y provocando un alarido siniestro de dolor.
Mientras tanto, John, con la adrenalina bombeando en su sangre, se lanzó hacia la niña y la apartó del peligro inminente, llevándola a un lugar seguro con la velocidad de un relámpago. Sin embargo, antes de que pudiera recuperarse por completo, la mujer se liberó de la daga incrustada en sus manos y se volvió hacia él con una furia desenfrenada.
Con un movimiento rápido y brutal, la mujer descargó una patada devastadora que envió a John volando contra una pared de una casa cercana. El impacto fue tan violento que la pared se derrumbó y todo su cuerpo sintió el doloroso embate, pero en el último momento, instintivamente, levantó su brazo derecho para proteger su rostro de un daño mayor.
Mientras su cuerpo chocaba violentamente contra la pared, John sintió un torrente de dolor y confusión inundar su mente. Los recuerdos de su entrenamiento con el anciano resurgieron en su memoria, recordándole la importancia de mantener la calma en momentos de crisis. A pesar del dolor que recorría cada fibra de su ser, se obligó a concentrarse en su próxima acción.
Ked, presenciando la escena con impotencia, intentó desesperadamente atacar a la mujer con su espada. Pero su arma se encontró con una resistencia inesperada, y con un crujido angustiante, se rompió en dos al chocar contra el cuerpo de la atacante, dejando a Ked indefenso ante su furia desatada.
Mientras John se incorporaba del suelo, sintiendo el dolor punzante en su brazo derecho, el cual mostraba un tono morado por el golpe recibido al proteger su rostro en el último instante, observó la escena con una mezcla de preocupación y determinación.
Ked, con una expresión desesperada, intentaba lanzar una patada al rostro de la mujer, pero esta lo detuvo agarrando su pierna con su mano derecha herida y lo arrojó hacia donde John intentaba ponerse de pie.
La mujer, con una mirada fría y despiadada, volvió su atención a la niña, quien entre lágrimas corría en un intento desesperado por escapar. Sin embargo, la mujer la alcanzó rápidamente e intentó golpearla con ferocidad.
En ese momento crítico, un hombre con armadura de cuero rojo irrumpió en la escena, su presencia imponente y su puño certero impactaron directamente en el rostro de la mujer. El golpe fue tan poderoso que la dejó tendida en el suelo, inconsciente, con marcas visibles en la superficie donde había impactado.
Poco después, otro hombre, esta vez con una armadura metálica reluciente, apareció y se llevó a la niña lejos de la escena, protegiéndola de cualquier posible peligro.
La batalla había dejado su huella en el entorno, con la mujer derrotada y la niña a salvo, pero la tensión aún se palpaba en el aire mientras John y Ked intentaban recuperarse de la confrontación.
Mientras la acción alcanzaba su punto álgido, el hombre de armadura roja irrumpió en la escena con una determinación palpable en su mirada.
—¡Lleva a la niña al castillo inmediatamente! —ordenó con firmeza, señalando hacia donde se encontraba la pequeña.
El otro hombre asintió con rapidez, tomando a la niña en brazos y desapareciendo velozmente de la escena.
—¡También necesito que organicen grupos de a dos y vigilen el perímetro! No podemos permitir ninguna otra sorpresa desagradable —añadió, instando a la acción preventiva.
Los soldados asintieron en respuesta, preparándose para cumplir con las órdenes recibidas.
Mientras tanto, el hombre se acercó a la mujer caída en el suelo, su cuerpo aun convulsionando por el duro golpe.
[Correa celestial]
—susurró el hombre con una voz firme y resonante, desatando un poderoso hechizo.
Una atadura dorada en forma de círculo envolvió el pecho y la espalda de la mujer, dejándola prácticamente congelada y sin posibilidad de movimiento. La magia brillaba intensamente, revelando la efectividad del hechizo y asegurando que la mujer no representara más peligro.
Mientras tanto, Lyria, aunque frustrada por tener que atender a los jóvenes, se apresuró a obedecer las instrucciones del capitán.
—¡Lyria!
—¿Sí, capitán? —respondió ella, con un dejo de fastidio en su tono.
—Ve a atender a esos dos niños y luego llévalos a la enfermería. Te los encargo —ordenó el capitán, mostrando cierta confianza en su subordinada.
—¡Entendido, capitán! —respondió Lyria con resignación, mientras se acercaba a los jóvenes.
—Maldito Eldran. Estaba a punto de ganar, hijo de… —Ked no pudo terminar la frase antes de caer inconsciente.
Mientras tanto, en una esquina apartada de la escena, un hombre misterioso observaba todo con interés desde el tejado de una casa cercana. Su presencia estaba envuelta en un aura de misterio, con una capucha negra que le cubría la mitad del rostro.
—Los discípulos de ese viejo al parecer no son gran cosa. No creo que representen ningún problema. Supongo que tenía demasiadas expectativas puestas en ellos —murmuró para sí mismo, antes de saltar del tejado y desaparecer en el aire con una agilidad impresionante, dejando a su paso solo el eco de sus palabras.
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