Mientras el rey y su ayudante, Keil, caminaban hacia la oficina real, la atmósfera estaba cargada de tensión y urgencia. El rey, con paso firme y gesto serio, parecía ansioso por conocer los detalles de la situación que lo había obligado a ser convocado en medio de la noche.
—¡Mi rey!, por fin llegas —exclamó, visiblemente aliviado al ver al monarca.
El rey lo miró con atención, expectante por escuchar la razón detrás de la urgente reunión.
—Cuéntame, ¿por qué me has llamado a estas horas, Keil? —inquirió el rey, abriendo la puerta de su oficina con determinación.
Keil se apresuró a seguir al rey, su rostro reflejaba preocupación mientras comenzaba a relatar los acontecimientos.
—E-esto... Lo que pasa es que uno de nuestros ciudadanos enloqueció e intentó asesinar a su hija, pero el joven Ezequiel y su amigo se encontraban en el lugar —explicó, eligiendo sus palabras con cautela mientras entraban a la oficina.
El rey frunció el ceño, procesando la información con rapidez.
—Me imagino que esos dos lograron contenerla, ¿no? —supuso el rey, esperanzado en que la situación no fuera tan grave como parecía.
Keil vaciló antes de responder, su expresión revelaba la gravedad de la situación.
—E... No, la mujer logró abatir a los dos... —confesó, con pesar en su voz.
La reacción del rey fue instantánea, golpeando la mesa con un puño en un gesto de frustración y sorpresa.
—...¡que! —exclamó el rey, dejando escapar su incredulidad.
Keil asintió, confirmando la terrible verdad de la situación.
—Efectivamente, pero en ese momento llegó Eldran, el capitán...
—...Capitán de la segunda compañía eh... —interrumpió el rey, su mente trabajando rápido para conectar los puntos.
Keil asintió, llenando los vacíos en la conversación del rey.
—Así es, él la abatió y ahora mismo se encuentra en una de las celdas del castillo, con el hechizo [Heavenly Theater] en ella. —informó, tratando de mantener la calma ante la reacción del rey.
El rey asimiló la información, su mente ya planificando los próximos pasos.
—Ya veo... ¿Mi padre y los 3 jóvenes aún no regresan del viaje? —preguntó el rey, desviando su atención hacia otro asunto importante y refiriéndose a los 3 jóvenes por Thalor, Elenia y Aldarion.
Keil negó con la cabeza, respondiendo rápidamente.
—Aún no, se supone que debe llegar en estos días. Le informaremos en el momento de su llegada, mi rey —aseguró, mostrando su compromiso con el monarca.
El rey asintió, tomando nota mental de la situación antes de tomar una decisión importante.
—Convoquen a todos los señores, los caballeros, los capitanes disponibles y también a esos dos muchachos para mañana a primera hora en la sala del trono —ordenó el rey, con voz firme y decidida, preparándose para abordar la situación con toda la seriedad que merecía.
---Mientras tanto. ---
Mientras las horas transcurrían Ked logro recuperarse por completo, pero John permanecía en un profundo sueño, su amigo se mantenía en la habitación, aguardando con impaciencia que su compañero recobrara la conciencia. La atmósfera en la habitación era tensa, cargada de preocupación y autorreproches por parte de Ked, quien se sentía responsable por haber dejado a John inconsciente.
De repente, un ligero golpeteo resonó en la puerta, interrumpiendo el silencio. Ked se puso en pie, preguntándose quién podría ser a esa hora de la noche. Al abrir la puerta, se encontró con Lyria, cuya presencia no fue recibida con entusiasmo por parte del joven.
—¿Aún no despierta? —inquirió Lyria, con un tono desinteresado que no pasó desapercibido por el joven.
Su rostro se endureció al encontrarse con la mirada de Lyria, y decidió expresar su descontento de manera directa.
—Aún no... La curandera dijo que despertará en unas horas. Y debe cuidar su brazo derecho por un día. Si vienes aquí a molestar, será mejor que te largues, ya que no estoy de humor —respondió Ked, con un dejo de irritación en su voz.
Lyria solo ignoro esas palabras mientras miraba los alrededores de la habitación.
La tenue luz de las velas iluminaba la habitación, lanzando destellos dorados que se reflejaban en las paredes de piedra. Las sombras, danzantes como espíritus inquietos, se movían con cada parpadeo de la llama, creando un ballet oscuro y misterioso que envolvía la estancia en un aura de intriga y suspenso.
El mobiliario era austero pero acogedor, con una cama de madera maciza donde reposaba John, sus sábanas blancas contrastando con la oscuridad de la habitación. A su alrededor, mesas auxiliares de roble sostenían una variedad de utensilios médicos y frascos de vidrio llenos de pociones curativas, mientras el aroma a hierbas y ungüentos impregnaba el aire.
Después de unos minutos de inquietud, John comenzó a abrir los ojos lentamente, sintiendo un ligero dolor que irradiaba desde su brazo derecho vendado. A medida que su visión se aclimataba a la luz tenue de la habitación, pudo distinguir las sombras de Ked y Lyria, quienes parecían inmersos en una conversación en voz baja.
El brazo vendado le recordó la batalla reciente y la sensación de impotencia que había experimentado al enfrentarse a la mujer enloquecida. Con un suspiro, trató de concentrarse en el presente y responder a la voz de Ked que rompía el silencio.
—Ey, ¿ya despiertas? ¿Cómo te encuentras? —preguntó Ked, con un tono preocupado pero jovial.
John giró la cabeza hacia la izquierda, donde se encontraba su amigo, antes de responder con un tono entrecortado.
—Ignorando estos golpes... bastante bien —respondió, tratando de mantener el ánimo a pesar del dolor que persistía en su brazo y su cuerpo.
Ked, notando la frustración palpable en la voz de John, no pudo ofrecer palabras de ánimo, ya que la derrota aún pesaba en la mente de ambos.
—Deberías tener más cuidado la próxima vez, aunque sabemos que es difícil lidiar con situaciones así. No eres el único que se siente frustrado por cómo terminó todo —aconsejó Ked, su tono reflejando empatía y comprensión.
Sin embargo, la preocupación de John por el desenlace de la situación no se desvaneció, y su voz reflejaba una urgencia por obtener respuestas.
—Oye, ¿cómo terminó todo? ¿Qué pasó con la niña? —inquirió John, su voz cargada de ansiedad y preocupación.
Su amigo, consciente de la necesidad de tranquilizar a John, intervino con calma para informar sobre el desenlace de los eventos.
—Tranquilízate, John. Eldran llegó a tiempo y logró someter a la mujer. La niña está a salvo en el castillo —explicó, procurando transmitir confianza y seguridad en sus palabras.
Después de un breve momento de silencio incómodo, Lyria, quien ya no soportaba estar en una misma habitación que los “humanos”, rompió el hielo con un tono que apenas ocultaba su incomodidad hacia los Jóvenes, aunque una pizca de curiosidad se asomaba en su voz.
—¡Oh! Es cierto... Vine aquí para transmitir un mensaje del rey —anunció con cierta indiferencia, aunque sus brazos cruzados revelaban una postura de superioridad.
Ked, notando la actitud distante de Lyria, decidió abordar la situación con cautela, pero sin ceder terreno.
—¿Mensaje? —inquirió, arqueando una ceja en señal de curiosidad.
Lyria asintió con un gesto apenas perceptible, su mirada despectiva permanecía fija en los dos jóvenes mientras pronunciaba las siguientes palabras con un toque de sarcasmo.
—Sí, el rey los convoca a ambos, mañana a primera hora en el palacio. Supongo que es debido a lo sucedido —explicó, sus labios curvados en una mueca de desdén.
Ked asintió con resignación, reconociendo la importancia de la convocatoria del rey, aunque se mantuvo alerta ante el tono condescendiente de Lyria.
—Entendido —respondió, su voz resonando con una determinación apenas disimulada.
Mientras tanto, John, aun recuperándose lentamente, escuchaba la conversación con atención, sintiendo una mezcla de emociones que iban desde la preocupación hasta la frustración por no poder participar plenamente en la situación.
—Está bien, Ked —murmuró, aceptando su destino de reposo impuesto por la curandera y la necesidad de enfrentar el desafío que les aguardaba al día siguiente.
Con un gesto firme, Ked se dirigió hacia la puerta para salir de la habitación, consciente de la importancia de descansar adecuadamente para el día que les esperaba.
Lyria, presumiendo sus habilidades, extendió las manos en un gesto elegante y recitó palabras antiguas y misteriosas que resonaban en la habitación con un eco siniestro. Las velas parpadeaban y se extinguían una a una, sumiendo la estancia en una oscuridad profunda y reconfortante. De esta manera dejando a John sumido en la oscuridad de la noche
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