Adentrándose a la carpa, Baskmeth le dio las indicaciones a Alexandros:
- Nos turnaremos en la vigilancia, seis horas cada uno ¿De acuerdo?
- Quizás lo mejor sería que yo me quede despierto toda la noche y luego tú me reemplaces a la noche siguiente- le contestó Alexandros mostrándose molesto ante las ideas de Agath- dentro de esta carpa en plena oscuridad va a ser imposible saber cuándo se cumplirán las seis horas
Nuevamente estaba presente ese detalle que irritaba a Baskmeth. Estaba allí, delante de sus narices pero todavía no podía verlo, sin embargo eso no importaba mucho ahora porque la idea estaba formándose de manera lenta en su cerebro, solo que todavía era demasiado temprano para sacar conclusiones. En su lugar prefirió enfocarse en su dilema actual. Mirando con cansancio a Alexandros, le dijo:
- Tú no te preocupes por nada muchacho, yo haré las primeras seis horas y tú las siguientes, cuando Ra salga por el horizonte podrás darte cuenta de que cumpliste tu turno
- ¿No se supone que yo debería tener el primer turno…? Digo, porque tú eres mujer y yo soy…- protestó Alexandros sintiéndose muy incomodo ante la idea de Baskmeth
- Oh puedes dejar que tus ideas de superioridad masculina dominen tu sentido común y termines durmiéndote a mitad de la noche dejándonos vulnerables ante un ataque enemigo – se quejó Baskmeth acostándose en la alfombra que cubría el suelo de su campamento- es su decisión “Alteza”
Alexandros calló por un minuto, para luego decirle con enojo:
- Está bien, tú ganas Baskmeth, haremos lo que digas- acostándose, añadió- y no me digas alteza, me molestan ese tipo de apodos. Solo hago lo mejor por el príncipe, no por mí
- Como quieras, “Alteza”- sonrió Baskmeth levantándose y preparándose para hacer la primera guardia.
Aun así ambos no tenían sueño ni ganas de dormir, de las seis horas de sueño que Alexandros debía tomar, solo pudo aprovechar cuatro debido a que las primeras dos las pasó despierto, con los ojos cerrados y perdido en sus pensamientos, fuesen los que estos fuesen.
Baskmeth se mantuvo en silencio, observando el vasto desierto que se extendía delante de ella y que era iluminado por la luz de la luna. Viéndola con detenimiento, supuso que esta volvería a estar llena cuando llegasen a su destino… si es que podían llegar. Aparte de los asesinos que buscaban eliminar al príncipe junto a su mensajero, también había otro tipo de peligros allí afuera. Desde serpientes gigantes, capaces de comerse a una persona, a escorpiones con el tamaño de una casa junto a otro tipo de criaturas salidas de escenarios de pesadilla. Aparte de que los barbaros junto a los ladrones, caníbales, y asesinos también poblaban los caminos y llanuras. Tomar un camino de tierra en lugar de uno marítimo no solo era una locura sino también una sentencia de muerte para cualquiera que no fuese un imbécil con aires de héroe o un completo ingenuo que nunca salió de… los palacios.
Mirando de nuevo a Alexandros no pudo evitar sentir un calor junto a una fuerte curiosidad que le hizo replantearse los motivos que pudiese tener para hacer semejante viaje peligroso. ¿Realmente tenían tanto tiempo para hacer semejante viaje? Baskmeth suponía que sí debido a que ese muchacho se veía demasiado curtido para ese tipo de misiones, aunque poco experimentado teniendo en cuenta que no sabía manejar los horarios en base a su intuición o en base a ciertas artimañas como las que Baskmeth tenía, tales como su pequeño reloj lunar que había dibujado en la arena para fijarse en el horario. Al ver el apuesto rostro de Alexandros finalmente dormirse, disimulaba muy bien su cansancio, sintió un fuerte deseo que tuvo que reprimir de inmediato. Luego vendría la deliciosa recompensa, luego, pero antes debía cumplir su deber de protegerlo y, chico, qué adoraría hacerlo a cada minuto que pasase.
Ya habían pasado las seis horas cuando le tocó el turno a Alexandros, quien se levantó y, sin decir mucho, se puso delante de la carpa a observar mientras que ella se iba a dormir, esperando secretamente que él se aprovechara un poco al verla tan desprotegida. Por desgracia, sin importar cuantas poses, falsos gemidos de sueño y los suaves movimientos que ella hiciera al acariciarse el vientre o cambiar de postura hiciera, él no la toco en toda la noche hasta que Ra salió por el horizonte durante el amanecer. Antes de dormir pensó: “Cielos, es verdad eso de que los Griegos suelen ser muy aburridos e impotentes como una forma de su cultura, que pena, supongo que tendré que amaestrar a este cachorrito antes de que la misión termine, por fortuna tengo tanto tiempo” sonriendo se durmió y no se despertó hasta que sintió su dura mano masculina mover con suavidad su brazo, provocando una fuerte ansiedad en ella que le costaba controlar. Aun no, todavía quedaba tiempo, todavía.
Siendo así como pasaron su primera noche juntos.
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