Preparándose para las preguntas que vendrían, la Esfinge comenzó con su perverso juego en donde las reglas eran claras: el perdedor sería asesinado y el ganador podría vivir un día más.
- Dime Doncella del Nilo- comenzó la Esfinge con una sonrisa perversa- ¿Qué vino primero, el huevo o la gallina?- aquel acertijo no solo era uno de los más difíciles sino también uno de los más tramposos que podría haber llevado a hombres, como Alexandros, a la tumba, sin embargo Agath le contestó:
- ¿Por qué me haces preguntas cuyas respuestas tú mismo desconoces? Creí que las esfinges eran más honestas con sus víctimas durante sus sucios juegos- la mirada desafiante de Baskmeth no se apartó de la de la Esfinge, quien largó una gruesa carcajada, asintiendo
- Es cierto, esa era una pregunta trampa que suelo usar en mis juegos, me alegra saber que mi rival es alguien digno de mí- con un tono serio, le habló- muy bien, ahora si vamos en serio, esta es mi primer pregunta: Soy real pero no existo, soy un hecho más soy intangible y mientras los hombres no sepan de mí, entonces jamás seré conocido. Dime ¿Quién soy?
- ¿Qué demonios?- preguntó Alexandros sorprendido ante tal pregunta rara que Baskmeth tardó unos segundos en contestar
- El Universo- le dijo Baskmeth con certeza
- ¿El qué?- preguntó Alexandros confundido
- El Universo es real, pero pocos hombres y mujeres saben de él o que este siquiera existe. Es un hecho que el Universo nos rodea, más no está a nuestro alcance de la mano y los hombres, al desconocer ese hecho, jamás sabrán de su existencia- sonriendo, añadió- a menos que se pongan a leer sobre aquellos que lo descubrieron siglos atrás, tal y como yo lo hice
- ¡Bravo, excelente, maravilloso!- rió la Esfinge aplaudiendo la respuesta de Baskmeth, verdaderamente se sentía complacido de tener una gran adversaria con la cual jugar- has sabido pasar la primera de mis cuatro preguntas Doncella del Nilo. Sin embargo esto apenas acaba de comenzar ¿Lista para la segunda pregunta?
- ¡Lista!- le contestó Baskmeth sin siquiera vacilar al respecto
- ¡Muy bien, aquí va!- exclamó la Esfinge con gran entusiasmo- tengo cuatro patas pero no soy un animal, poseo una armadura de hierro pero no soy un soldado y si no me das de beber, dejare de vivir. Dime Doncella Del Nilo ¿Quién soy?
Aquella pregunta no solo era difícil sino que injusta debido a que las Esfinges sabían cosas que los demás hombres no, algunos decían que incluso podían ver el futuro al estar en constante contacto con un dios esférico de color azul. Sabiendo que aquella respuesta no podía ser respondida, solo se limitó a decir:
- ¿Acaso las Esfinges son tan miserables que no saben hacer sus juegos sin hacer trampa? ¿Cómo sé que tu pregunta es de algo que todavía no existe? Pregúntame de algo que pueda adivinar, no de algo que desconozca todavía
- Oh mi querida Doncella del Nilo, aunque mi pregunta pueda ser confusa, está vez estoy siendo justo. Qué tú no sepas la respuesta es otra cosa- le contestó la Esfinge con una sonrisa divertida mientras sus ojos rojos se iban volviendo azules
- Aun no te he dado mi respuesta, solo exigí un juego justo- le contestó Baskmeth apretando con furia sus puños. Los ojos de la Esfinge volvieron a su color rojo indicando que el juego continuaba. Trató de pensar la respuesta cuando oyó el relincho de su caballo tras de ella y con una sonrisa, le contestó- el carruaje. Posee cuatro ruedas, o en algunos casos dos, y está compuesto por un metal y si no se alimenta o da de beber a los caballos, este no puede avanzar
- ¡Muy bien!- exclamó la Esfinge con una sonrisa, aunque una ira se presentó en sus ojos. Una ira que Baskmeth supo apreciar casi de inmediato- he de admitir que esa era un poco fácil, pero prepárate que las próximas dos si son complicadas ¿Estas lista?
- Hazlo- le contestó de nuevo Baskmeth, mostrando una leve preocupación en sus facciones que la Esfinge supo aprovechar para sus cuestionarios
- Soy anterior a los hombres, fui señor de las tierras en el pasado y ahora he sido olvidado por los nuevos habitantes del mundo, dime ¿Quién soy?
- Pregunta invalida- le contestó Baskmeth, mirándolo con ira- no hubo uno sino más de diez especies que caminaron en estas tierras antes de la llegada de los hombres, cualquier respuesta que pudiera darte sería la equivocada
- ¿Cómo sabes eso?- le preguntó Alexandros sorprendido
- Larga historia- le contestó Baskmeth sin dejar de mirar fijamente a la Esfinge
- ¡Bien, bien! Debo admitir que me impresionas Doncella Del Nilo, ni siquiera la más experimentada de ustedes habría sabido responder esa pregunta- la felicitó la Esfinge, halagándola al hacerlo- ya has contestado tres de mis cuatro preguntas, ¿Lista para la última?
- ¡Acabemos con esto!- le pidió Baskmeth sin dudarlo ni un minuto
- No soy humano, pero tampoco un animal, vengo de las estrellas más no soy un extraño y aunque esté todo los días delante de ti, tú nunca me veras. Dime ¿Quién soy?
Aquella pregunta no solo era difícil sino que era justa porque las Esfinges daban por hecho que los humanos, al ser inteligentes, podrían saber las mismas cosas que ellos o ver lo mismo que ellos. Baskmeth sabía que aquella pregunta era algo que ella debería saber o intuir pero, del mismo modo que con Alexandros, aquello era un detalle que se escapaba de su vista. Sintiendo el sudor correr por su cuerpo, recordó algo, un escrito que había leído hace años atrás y, sonriendo, le contestó:
- Las bacterias y microorganismos que componen nuestro cuerpo y medio ambiente
La Esfinge se mostró impresionada al ver que ella había resuelto todos los acertijos y haciéndole una reverencia, le dijo:
- ¡Felicidades Doncella del Nilo!, has respondido a todas mis preguntas de manera satisfactoria, puedes pasar
- ¡Muy bien!- exclamó Alexandros acercándose a la puerta de entrada- ¡Ven!, entre…- al ver que Baskmeth extendió el brazo hacia un costado, deteniéndolo al hacerlo, Alexandros le preguntó- ¿Qué… qué pasa?
- Dime la última pregunta- le exigió Baskmeth a la Esfinge quien seguía sonriendo mientras sus ojos volvían a ser azules
- ¿De qué hablas?- le preguntó Alexandros a Baskmeth sorprendido- ya resolviste las cuatro preguntas que él te hizo
- No- negó Baskmeth mirando a aquel monstruo directamente a los ojos- él me hizo cuatro preguntas, pero de esas cuatro una no fue contestada de manera justa debido a que recibí la ayuda del soplo de mi caballo. La suerte es considerada, para las Esfinges, un modo de hacer trampa. O lo sabes o no lo sabes, punto. La suerte, o cómo ustedes le dicen en el teatro “Deux Ex Machina” no es válida dentro del juego de ingenio. Por eso la segunda pregunta fue descartada, el juego no ha acabado, ¿Estoy en lo cierto, monstruo?
- Ups, parece que me atrapaste con las garras en la masa. Es cierto, la victoria por medio de la suerte es algo vergonzoso y poco ético en este juego, por eso la segunda pregunta es descartada- afirmó la Esfinge, largando fuertes carcajadas maliciosas- el juego aun continua, pero te advierto, Agath Baskmeth, si recibes ayuda de algún tipo para esta última pregunta, de lo que sea, serás devorada. Debido a que, ante mis ojos, ignorabas la respuesta ¿Fui claro?
- Como el agua- le contestó Baskmeth. Tomando un tono irascible, le exigió- y ahora, maldita criatura tramposa, ¡Dime tu última pregunta!
- Como usted quiera, “Alteza”- le contestó La Esfinge haciendo otra reverencia mientras cerraba un ojo y veía con el otro a Alexandros
Sin perder tiempo, procedió a hacer su última pregunta.
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