Lo habían conseguido, habían logrado escapar de la ciudad de las Esfinges y ahora se encontraban a salvo, pero aun así seguían huyendo porque temían que alguno de esos monstruos los hubiese perseguido. Una vez que pudo estar segura de que ya no los habían seguido, Agath se quitó la venda de los ojos y vio hacia atrás esperando ver a uno de esos bastardos persiguiéndolos con malicia en sus ojos, por fortuna no había nada y ya encontrándose más segura que antes de que estarían bien, disminuyó la velocidad del carro junto a la velocidad del camello, pudiendo calmar a los animales al hacerlo. Quitándose la venda de sus ojos, Alexandros le preguntó:
- ¿Ya pasó, ya estamos a salvo?- asintiendo con su cabeza, Agath le dijo
- Todo está bien Alexandros, pudimos escapar a tiempo
La energía que los rodeaba aun no había desaparecido del todo, pero si se encontraba completamente debilitada y no fue sino hasta que encontraron un lugar seguro para descansar que aquella aura morada desapareció por completo, pero no hubo Esfinge cerca que apareciera para hacerles preguntas hasta el cansancio. Deteniéndose cerca de una enorme Duna, Alexandros se bajó del camello y se dirigió a donde estaba la duna para poder volver a orinar mientras era vigilado en silencio por Baskmeth. Una vez que ambos terminaron de hacer sus necesidades, armaron el campamento y se pusieron a cocinar sus alimentos. Mientras Alexandros cocinaba, Agath se encontraba mirando las estrellas, parecía que esa noche tenían un poco de suerte porque una pequeña lluvia de estrellas estaba surcando el firmamento. Mirando las estrellas con una gran emoción, Agath le preguntó a Alexandros:
- Dime, ¿Alguna vez te preguntaste que podía haber más allá de ese enorme cumulo de estrellas que nos vigilan todas las noches?
- No- negó Alexandros con pesar- muy por lo general centro mis preguntas en otras cosas… creo que nunca, hasta el día de hoy, me detuve a mirar el firmamento.- sonriendo añadió- Aunque me sorprende que no lo sepas. Hoy me sorprendiste con tu vasto conocimiento
- Bah, tampoco es para tanto- sonrió Agath mientras sacaba los pequeños platos en donde comerían su cena- solo un montón de datos inútiles que aprendí en el pasado para poder confrontar momentos como este. Saber esas cosas no impedirán que alguien trate de tomar el trono en su nación Alexandros, tampoco serán de mucha utilidad si un Hombre Escorpión o una enorme serpiente nos ataca
- Pero si fueron útiles para evitar que esos monstruos nos mataran- le contestó Alexandros añadiendo- y a mí me gusta que seas así de lista- sonriendo le contó- en Sakuria las mujeres suelen ser torpes o muy cobardes mientras que los hombres somos quienes debemos ser listos y fuertes. Pero hoy pude ver que no era tan listo como pensaba y tampoco tan astuto como creía- sirviéndole la comida en el plato hondo de barro, añadió- creo que si tú no hubieses estado, lo más probable hubiese sido que esa cosa me matara… gracias Agath
Recibiendo el plato, Agath le sonrió y le contestó:
- No tienes porque dármelas, en realidad, no sé si mis demás hermanas de armas hubiesen sabido aquellas respuestas
- Pues mayor razón para sentirme contento de tenerte a mi lado durante este viaje Agath- sonrió Alexandros mientras se servía la comida y comenzaba a comer
- Lo mismo digo- susurró Agath, colocando su boca sobre la cuchara de madera mientras lo veía con un seductor cariño y esbozaba una sonrisa divertida
Ambos comieron en silencio mientras contemplaban aquella hermosa lluvia de estrella. Cuando llegó la hora de dormir, Agath nuevamente hizo la primera guardia mientras que contemplaba aquel enorme desierto, cubierto por un cielo estrellado junto a una suave brisa que movía su largo cabello negro y una enorme luna que iluminaba la grisácea arena junto a su blanca piel. Dándose vuelta, Agath le dijo con una sonrisa:
- Por favor Alexandros, intenta dormir, tu turno comenzará dentro de poco
- Bien- susurró Alexandro pudiendo dormir mientras era observado por aquella valiente Doncella Del Nilo que comenzaba a caerle simpático
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