Federico reflexiona en su habitación acerca de lo sucedido con Nicholas. Aunque se arrepiente de haberle hecho daño, agradece la oportunidad de demostrar su capacidad para curar. Nunca antes había pensado que su habilidad podría ser utilizada para ayudar a alguien.

De repente, Federico se dirige a la ventana y observa a Nicholas caminando por la calle. En ese momento, le agradece internamente por brindarle la oportunidad de mostrar al mundo su verdadero potencial.

Mientras Seth divierte a Kaili con sus chistes y bromas, los dos disfrutan de una copa de vino. De repente, Federico llega y Seth se pone delante de Kaili.

"¿Qué le dijo un ojo al otro?" pregunta Seth. "No lo sé, ¿Qué le dijo?" Responde Kaili. "¡Que nos están mirando!" exclama Seth.

Federico se acerca con una sonrisa en el rostro, saludando a ambos con un gesto amistoso. Kaili nota la tensión en el aire y se da cuenta de que Seth está tratando de protegerla.

"Si vas a hacerle daño como hiciste la otra vez, no te dejare de hacerlo, es mi novia y no te quiero como pareja Federico"

"¿Así que quieres pelear?"

 "Sí, quiero pelear".

Los dos hombres comienzan a pelear con un puño limpio. Se dan golpes en la cara, el estómago y el pecho. La pelea es salvaje y sangrienta.

Finalmente, Seth logra derribar a Federico. Se sube encima de él y le empieza a dar puñetazos en la cara.

"¡Eso es por Kaili!"

"¡Ya basta!"

Seth se levanta y se aleja de Federico. Federico se queda en el suelo, sangrando y derrotado.

Federico sale al jardín, herido en el rostro. Está sangrando por la nariz y la boca. Se sienta en un banco y enciende un cigarrillo.

Federico fuma en silencio, perdido en sus pensamientos. De repente, escucha un ruido detrás de él. Se gira y ve a Elizabeth.

"¿Qué pasó?" pregunta Elizabeth sorprendida.

"Nada", responde Fede.

"No me mientas. Te veo herido", expresa Elizabeth.

"Me peleé con Seth, lo derribé, pero él me ganó", responde.

"Estoy harta de verte así. Siempre estás triste y deprimido", dice Elizabeth.

"¿Y qué quieres que haga?".

"Antes, te burlabas de Nicholas, el deprimido, y ahora eres tú quien lo está", concluye Elizabeth.

Fede se queda callado, reflexionando sobre las palabras de Elizabeth. En el fondo, sabe que ella tiene razón. Ha estado luchando contra sus demonios internos, pero no ha conseguido superarlos. Sin embargo, no quiere admitirlo y se defiende:

"No es lo mismo. Yo tengo mis razones para estar así".

"Todos tenemos motivos para estar tristes, pero eso no significa que tengamos que dejarnos vencer por ellos", responde Elizabeth con dulzura.

Fede se siente incómodo, pero sabe que Elizabeth tiene razón. Ha llegado el momento de tomar las riendas de su vida y luchar por su felicidad. Con un suspiro, se levanta y abraza a su amiga:

"Gracias por estar siempre ahí para mí", dice con gratitud.

"Siempre estaré aquí para apoyarte, pero recuerda que la verdadera fuerza viene de dentro de ti", responde Elizabeth con una sonrisa.

Federico y Elizabeth están sentados en el banco, compartiendo un cigarrillo. Mientras Federico la mira fijamente, le sonríe, y le dice "Me quieres tal y como soy". Elizabeth queda sin palabras y Federico se acerca para besarla apasionadamente, un beso lleno de deseo.

Elizabeth responde con ternura, rodeando el cuello de Federico con sus brazos, mientras él la abraza con fuerza, sintiendo su cuerpo cerca.

"Te amo", dice Federico.

"Yo también te amo", responde Elizabeth.

Se besan de nuevo, esta vez con una suave ternura, quedando abrazados, disfrutando del momento juntos.

Lucinda se encuentra en su habitación, con la vista puesta en la ventana. De repente, vislumbra a Federico y Elizabeth besándose en el jardín. La visión la deja sin palabras. El beso, cargado de amor y pasión, es imposible de ignorar. Lucinda experimenta una sensación punzante en el corazón.

"Esto no puede ser cierto. Federico me ama", piensa mientras sus ojos se posan en la escena ante ella, demostrando lo contrario: Federico ama a Elizabeth.

Lucinda empieza a llorar. Las lágrimas corren por sus mejillas, sin que ella pueda detenerlas. "¿Cómo pude ser tan tonta?"

Lucinda sigue llorando, sin saber qué hacer. Se siente perdida y sola.

Lucinda lloraba desconsoladamente hasta que algo la hizo detenerse. Federico y Elizabeth se separan. Federico se alejó de Elizabeth y se dirigió a la casa. Lucinda, confundida, se levantó de la silla y se acercó a la ventana. Federico entró en la casa y subió las escaleras. ¿Adónde se dirige?, se preguntó Lucinda. Decidió salir de su habitación y bajar las escaleras.

Mientras caminaba por el pasillo, llegó a la puerta de la habitación de Federico. Lucinda la abrió y entró. Federico estaba sentado en la cama, con la cabeza entre las manos. "Lucinda...", susurró su nombre. "¿Qué ocurre?", preguntó ella.

"No sé qué hacer", respondió Federico con tristeza.

Federico se levantó de la cama y se acercó a Lucinda, tomándola de las manos. "Porque estoy enamorado de ti", confesó.

Lucinda se quedó sin aliento. No podía creer lo que estaba escuchando. "¿Qué?", ​​preguntó incrédula.

"Te amo, Lucinda", dijo Federico con sinceridad.

"Pero... pero...", balbuceó Lucinda.

"Lo sé. Sé que no es justo. Pero no puedo evitarlo. Te amo", afirmó Federico con convicción.

"¿Por qué me usaste?" —preguntó Lucinda.

"Te amo de verdad", respondió él.

"Entonces, ¿por qué estabas besando a Elizabeth?" preguntó ella.

"Fue un error. No sé qué me pasó", se excusó él.

"Ya no te creo". Lucinda le da una bofetada en la cara a Federico. "¡Lárgate de aquí!"

Federico está atónito. No puede creer lo que ha sucedido.

"Lucinda, por favor..." - súplica.

"¡No me hables!" Responde Lucinda antes de marcharse de la habitación.

Federico se queda solo, con la cara enrojecida tras la bofetada.

Lucinda sale de la habitación de Federico, completamente enfurecida. Decidida a abandonar la casa, camina por el pasillo y se topa con Elizabeth. La figura de Elizabeth, vestida con un vestido rojo ajustado, llama su atención.

Federico sale de la casa con la cara roja por el golpe. Elizabeth, sorprendida por la situación, pregunta qué ha pasado. Federico se acerca a ella y la besa apasionadamente.

Lucinda, sorprendida y herida, observa la escena sin poder creer lo que está sucediendo.

Lucinda agarra un vaso de la mesa y lo rompe.

"¡Eres una zorra!" grita lucinda

Durante un momento tenso, Lucinda arroja un vaso hacia Elizabeth, quien recibe un corte en el rostro. Herida, Elizabeth se agarra la cara en busca de alivio. En medio del caos, Federico grita con preocupación: "¡Lucinda, ¿Qué has hecho?!"

Lucinda se balancea sobre Elizabeth. La tira al suelo y le rompe el vestido, dejándola desnuda.

"¡Esto es por lo que me has hecho!" Lucinda sigue golpeando a Elizabeth.

"¡Lucinda, distensión!" exclama Federico mientras se interpone entre Lucinda y Elizabeth.

"¡Nunca te lo perdonaré!" Grita Lucinda, alejándose de la casa.

En ese momento, Lucinda escucha un ruido y se acerca a la ventana para ver qué sucede. Allí, ve a Elizabeth caminando por la calle con un vestido negro que cubre su herida.