Ked luchaba por recuperar el aliento mientras se apoyaba en su espada, su cuerpo temblaba por el impacto del golpe recibido. Entre jadeos, apenas pudo articular unas palabras:
—Maldición, parece que con un solo golpe nos puede dejar fuera de combate.
Mientras tanto, John se esforzaba por levantarse del suelo, sintiendo el dolor punzante en cada fibra de su ser.
—Creo que no aguantaremos más de un par de ataques como ese —murmuró John, con determinación en sus ojos a pesar de su debilidad física.
El hombre se movió con una velocidad asombrosa, dirigiéndose nuevamente hacia John, quien, con destreza creciente, logró anticipar y esquivar su embate. Su capacidad para adaptarse rápidamente a los movimientos del enemigo le permitió evitar el golpe directo. Sin embargo, en un instante, el enemigo se volvió hacia Ked, golpeándolo con tal fuerza que lo lanzó varios metros hacia atrás, dejándolo al borde de la inconsciencia.
—Parece que estás aprendiendo rápido —comentó Edward con una sonrisa satisfecha, observando la situación con frialdad, mientras reconocía la habilidad de John para adaptarse a la situación.
Mientras tanto, el rey observaba la escena con un sentimiento de impotencia abrumadora. A pesar de su posición de poder, se sentía paralizado por la incapacidad de intervenir y proteger a sus súbditos.
—«¿Cómo he llegado a ser tan inútil en esta situación crítica?» Dos jóvenes, arriesgando sus vidas en un conflicto que no les corresponde, y yo aquí, incapaz de hacer siquiera un movimiento por culpa de mis emociones. —El rey reflexionó con un pesar profundo, sintiendo el peso de su propia impotencia, aplastando su corazón. En ese momento de angustia, una chispa de claridad comenzó a brillar en su mente. «No puedo permitir que esto continúe.» «No puedo quedarme parado mientras mi pueblo sufre y ellos luchan sin esperanza.» «Es mi deber como rey, como protector de mi pueblo, hacer todo lo que esté a mi alcance para detener esta locura y salvar a aquellos que están dispuestos a sacrificarse por el bien de todos.» Con renovada determinación, empieza a retomar la conciencia, dispuesto a poner fin al conflicto y proteger a su gente, sin importar el costo.
—Tu amigo aquí está a punto de morir y tú ni siquiera estás preocupado por él, ¿acaso no te importa? —dice el hombre mirando la fría reacción de John ante la situación.
El hombre, con una sonrisa burlona, observó a John con detenimiento, como si disfrutara de su aparente falta de reacción ante la situación desesperada de Ked.
John permaneció en silencio, como si estuviera encapsulado en un mundo interno, distante de las emociones y los lazos afectivos que deberían haberse manifestado en ese momento crítico. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, las corrientes de sus afectos yacían, aunque ocultas bajo el velo de una paradoja temporal. Su cuerpo había envejecido y su mente había madurado durante su viaje en el espacio creado por “El Dios”, pero al regresar a su cuerpo físico, estas dos versiones de sí mismo chocaron, dejando un desajuste entre su edad cronológica y la edad de su alma.
Este conflicto interno había llevado a su mente a una encrucijada, donde la única solución parecía ser la supresión de sus emociones más profundas para evitar la locura. Era como si su alma, en su sabiduría instintiva, hubiera tomado la decisión de protegerse a sí misma y a su portador de los estragos de una discordancia tan profunda.
Aunque John era consciente de su incapacidad para expresar sus sentimientos correctamente, no comprendía la verdadera naturaleza del peligro que representaba esa situación.
El anciano elfo, observador y sabio, había percibido las señales de este conflicto en John. Su vasta experiencia y su conocimiento de las complejidades del alma le permitieron ver más allá de la superficie, comprendiendo la verdadera naturaleza del desafío que enfrentaba el joven. Sabía que esta batalla interna era potencialmente peligrosa y que John tendría que encontrar el equilibrio emocional para evitar las consecuencias devastadoras de su conflicto interno, pero había optado por no explicarle las complejidades de su conflicto interno, dejando que John descubriera la verdad por sí mismo. Creía que solo enfrentando los desafíos y luchando contra sus propias sombras, John podría aprender y crecer en su viaje hacia el equilibrio emocional.
—Ya veo… No puedes expresar tus sentimientos, eh… —dice el hombre sonriendo—. Si vienes conmigo, puedo ayudarte, ¡te liberaré!
El hombre, astuto en su observación, continuó con su oferta, extendiendo la mano hacia John como si pudiera liberarlo de las cadenas invisibles que lo ataban. Pero, aunque John parecía estar inmóvil por fuera, en su interior ardía un fuego de determinación y resistencia. Era como un río impetuoso, contenido por la presa de su propia mente, pero listo para desbordarse en un torrente de acción y decisión en el momento adecuado.
—Gracias, pero no necesito tu ayuda. —contesta John mientras desenfunda su espada y va corriendo para atacar al hombre.
A pesar de la oscuridad que lo rodeaba, John era una luz brillante de voluntad y fortaleza. Su camino hacia la libertad emocional estaba plagado de obstáculos y desafíos, los cuales tendrá que superar para evitar que las sombras del pasado lo consuman por completo.
—Te ofrecí vivir y no lo aceptaste. —dice Edward mientras se prepara para esquivar el ataque de John.
Edward esquivó ágilmente el primer intento de ataque de John, anticipando cada movimiento con una destreza sorprendente. Su sonrisa egocéntrica se amplió mientras veía a John luchar con creciente frustración. Con un rápido movimiento, Edward atrapó la cabeza de John entre sus manos y lo arrojó con fuerza al suelo, causando un estruendo sordo que resonó en el aire cargado de tensión.
John, desorientado por el impacto, se tambaleó tratando de levantarse mientras Edward se abalanzaba sobre él con una expresión de triunfo en el rostro. Agarrando el cabello de John, Edward intentó asestar un golpe en su rostro, pero en ese momento un silbido agudo cortó el aire. Una flecha, proveniente de lo más profundo de la distancia, surcó el firmamento a una velocidad insondable, como una saeta de la justicia misma.
Con reflejos felinos, Edward capturó la flecha con una mano y localizó rápidamente la fuente del ataque. Sus ojos se estrecharon al ver a Angeline, sobre el techo de una casa, con su arco tensado y una segunda flecha lista para ser lanzada. Pero antes de que pudiera reaccionar, la joven arquera liberó su proyectil con una determinación feroz. La flecha, un destello mortal en el crepúsculo, surcó el espacio con una rapidez imparable.
Pero en vano, ya que Edward, con una agilidad sobrehumana, esquivó el proyectil con un movimiento elegante, pero Angeline en su distracción momentánea, no pudo anticipar el contraataque. Con un rugido desgarrador, lanzó la flecha que sostenía en su mano derecha con una fuerza sobrenatural. El proyectil, como un ave de presa, cortó el aire con una velocidad implacable, encontrando su blanco con precisión milimétrica.
La punta venenosa se hundió en el brazo de Angeline con un dolor punzante, paralizando su miembro y dejándola momentáneamente indefensa. A pesar de su fuerza sobrenatural, el veneno comenzó a hacer efecto rápidamente, envolviendo su mente en una neblina oscura mientras luchaba por mantenerse en pie.
—¡¡¡Es suficiente!!!
El grito del rey resonó en el campo de batalla, cargado de dolor y determinación. Con cada palabra, su voz parecía romperse, como si el peso de la tragedia que se cernía sobre ellos amenazara con aplastarlo por completo.
Mientras el hombre soltaba a John con brusquedad mientras arrebataba su espada, el rey se erguía con una mezcla de furia y pesar en sus ojos. Su mirada atravesó al enemigo con una intensidad que podría haber derribado montañas, pero también reflejaba una profunda tristeza por todo lo que había sucedido.
—Conque lograste romper mi hechizo ¿eh? Era mejor para ti quedarte en él, ¿sabes? —se mofó el hombre, desafiante.
El rey apretó los dientes, conteniendo la ira que lo consumía. Cada palabra del enemigo era como un puñal clavado en su corazón, recordándole la brutalidad de la situación.
—Déjate de tonterías y métete con alguien de tu tamaño, esos niños humanos no tienen nada que ver en nuestros problemas. —las palabras del rey resonaron con una determinación fría, casi helada.
El hombre, sin embargo, no mostraba signos de ceder. Recordando a su amada, volvió a la carga con acusaciones y reproches, buscando sembrar más dolor en el ya abatido rey.
Comments (0)
See all