— Creí que no vendrías — me dijo Hansel estando sentado debajo de un árbol.
— Sabes que nunca falto — me senté junto a él —. Es solo que fue un día terriblemente largo.
— ¿Realmente lo fue?
— Claro que sí, como no tienes idea — suspiré —. Solo quería acabar pronto, pero sentía que la carga de trabajo se extendía más y más… Si no me hubiera escapado.
— ¡¿Te escapaste?! — me miró con asombro.
— ¿Por qué actúas como si fuera la primera vez?
— Simplemente no dejas de sorprenderme. Desde el primer día no has dejado de sorprenderme.
— Tú tampoco te quedas atrás, aun no puedo creer que esté hablando como si nada contigo. Contarte mi día a día es algo que nadie me creería.
— Ni a mí, por eso quiero oírte.
— ¿Tanto interés por la vida de una simple comerciante?
— ¿Qué tiene? Con tu gran narrativa haces que parezcan grandes historias.
No pude evitar sonreír al oírlo. Han pasado unos cuantos meses desde aquel día en el que habíamos prometido volvernos a ver. Habían pasado unos cuantos meses desde que ambos empezamos a compartir un poco de nosotros, de nuestra vida, nuestro día a día.
Había un paso en el tiempo en el que nuestras charlas eran profundas y largas, triviales, un desahogo, o un simple juego. Unas eran charlas de unos pocos minutos para después quedarnos en silencio en resto del tiempo; otras, en las que no parábamos de hablar. Eran charlas que, con el paso del tiempo, empezaron a volverse cada vez más especiales para mí…
— ¿Me estás prestando atención? — mire a Hansel.
— Siempre lo hago — respondió junto con una sonrisa — ¿Y tú? ¿lo haces?
— Por supuesto, ¿recuerdas esa estrella? — señalé al cielo — Recuerdo que te preguntabas cómo es que los navegantes podían reconocerla a pesar de que hay cientos de miles de estrellas que iluminan el cielo.
— Lo recuerdo — sonrió — igual que aquel día en el que dijiste que querías subirte a un bote.
— ¡Cómo no olvidarlo! — sonreí ampliamente — Al siguiente atardecer me llevaste a un lago muy cerca de ahí y me subiste a un pequeño bote — me reí un poco —. Ni siquiera sé cómo conseguiste algo así tan rápido.
— Esta bien — se rio un poco —. Pero que me dices del día en que te preguntaste cómo era vivir un castillo
— Describiste hasta el más mínimo detalle — lo miré directo a los ojos con una sonrisa —. Luego quisiste bailar un vals…
Eran pláticas desde lo más simple, hasta lo más complejo. Pero atesoré todas y cada una de ellas. Era casi un año desde el día en el que nos cruzamos por accidente, pero esa rutina nunca cambiaba. Día tras día, siempre nos encontrábamos a la misma hora y en el mismo lugar.
Siempre era antes de ocultarse el sol, antes de que cayera la noche. Esto comenzó con unos cuantos minutos; luego, largas horas. Esa necesidad de verlo era cada vez más amplia igual que nuestras charlas que, de haber sido un par de horas, escalaron hasta ver amaneceres.
— Ya es de día — dije asombrada.
Hansel soltó una gran carcajada.
— Te acabas de dar cuenta — sonrió enormemente —. Creo que el no dormir está empezando a hacer estragos.
— Creo que sí — dije sin poder dejar de mirarlo.
Y sin darme cuenta, también lo dije sin dejar de sonreír. El corazón se había acelerado de tal forma que sentía que se me saldría del pecho. También sentía mi rostro sonrojarse, aún sin estarlo.
No sé cómo comencé con esto, pero el paso del tiempo me hizo soñar despierta; me hizo pensar fantasías que tal vez me hubiera gustado que fueran verdad. Hizo que me importara su opinión más que la de cualquier otra persona.
— ¿Te compraste un vestido nuevo? — Dijo Hansel.
— Sí — asentí con la cabeza — ¿Me veo bien? — respondí un poco tímida y estando muy nerviosa.
— Por supuesto — respondió con una sonrisa — siempre te ves perfectamente hermosa…
Simples palabras que hacían que mi corazón diera un vuelco. ¿Cómo es que termine así? ¿Cómo es posible que el paso del tiempo realice grandes cambios? Igual que el tiempo afecta las estaciones del año, el paso del tiempo afectó a mi corazón.
¿Amistad? ¿Cariño? ¿Amor? No, más que eso, es mucho más que eso, es indescriptible lo que siento justo ahora. Así se ha transformado con el paso del tiempo. Solo necesitó un año exacto desde ese accidente para que nuestros destinos se entrelazaran.
Solo bastó un año exacto para no dejar de amarlo. Con el paso del tiempo, así como la primavera se convierte en invierno, mi corazón cambió de amabilidad a gratitud. Pasaría el tiempo y el sentimiento se volvería amistad, confianza, cariño, amor. Así como el invierno se derrite y deja entrar a la primavera; el paso del tiempo hizo que abriera las puertas de mi corazón a aquella persona a la cual juraba nunca volver a ver.
“¿Tú crees en las vidas pasadas?” la mujer justo enfrente de mí me lo decía con esa mirada que te hace saber que pronto comenzará una historia. “Vamos a empezar desde mucho tiempo atrás…” lo decía como una cuenta cuentos.
Me pregunto si su historia será tan real como ese anillo de matrimonio que lleva en el dedo o será una fantasía como aquel hilo del destino que te une mágicamente a esa persona.
Como sea, mostraré esta historia al mundo tal y como aquella mujer me la contó en un café. No lo sé, quizás sea e igual que ella estés esperando a alguien en tu próxima vida. Eso es lo que hace Hoshie, aquella mujer que alguna vez contó la historia.
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