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OFIUCO: EL INTERNADO GUTHSFIELDS [ESPAÑOL] ¡¡Se irá pronto!!

Capítulo 2. La criatura del cielo [Parte 3]

Capítulo 2. La criatura del cielo [Parte 3]

Jun 07, 2024

This content is intended for mature audiences for the following reasons.

  • •  Suicide and self-harm
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Parte 3.

1.- El fracaso no es una opción.
2.- La irresponsabilidad e indisciplina no tienen perdón.
3.- No dañar la institución.
4.- Nunca desafiar a la autoridad.
5.- Nunca faltar.

Esos eran los cinco pilares del internado Guthsfields, y a todos aquellos que rompiesen dichas reglas les esperaban severos castigos.

Cada castigo tenía un nombre especial, y uno de ellos era "El Jardín de piedra".

Dicha sanción se aplicaba a los alumnos que incumplían la tercera regla, y se llevaba a cabo en el sótano de la escuela. Aquí los alumnos eran encerrados en medio de una pila de piedras de todo tipo de tamaños y formas, las cuáles tenían que usar para construir figuras grandes y complejas bajo supervisión. Solo había dos maneras de salir del castigo. Construir la figura o que se acabe el día. Ni siquiera te era permitido ir al baño o a comer, a menos que hayas terminado.

Muchas veces he destruido material educativo, pero usualmente me libraba porque no era intencional. Todo era culpa de los bravucones que me arrojaban contra lo primero que apareciese en frente suyo.

Ahora, aquí estaba, en el sótano de la escuela, apilando piedras para formar una figura que parecía más un castillo imposible que una estructura real. Las manos me dolían, y ya había empezado a sudar. Todo bajo la atenta vigilancia del profesor Henderson.

De pronto, tres golpes en la puerta se robaron mi atención. El profesor Henderson dio permiso para entrar e ingresó una chica escoltada por dos profesores.

—¡No vuelvas a intentar romper las ventanas de los muros que rodean la escuela!

Tras decir eso, los hombres se retiraron inmediatamente.

La joven tenía una mirada decaída, mantenía la cabeza agachada y su uniforme lucía descuidado. Además, su cabello desarreglado ocultaba parte de su rostro y temblaba levemente.

No recordaba su nombre, pero por lástima, curiosidad y porque estaba a mi lado, decidí hablarle.

—¿Estás bien?

Como no obtuve respuesta, añadí.

—Yo también odio estar aquí por si necesitas alguien con quién criticar todo.

Ella detuvo su tembladera, giró su rostro y me observó directamente a los ojos. 

—¡Todo está mal aquí! ¡Odio mi vida y te odio a ti!

«La vida es horrible, lo sé»

Eso quise contestar, pero dada su hosca actitud, mejor guardé silencio. Lección aprendida. No brindes ayuda a quién no te la pidió.

Dos horas pasaron. Pese a que tenía muy claro en la mente el tipo de estructura que debía construir, era completamente imposible armar una réplica de metro y medio de la torre Eiffel.

Un momento.

Si ya tengo la estructura en la mente, porque no transmutar las piedras para construirla sin esfuerzo alguno.

«Bendito poder maravilloso»

Lo mejor de todo es que las dos horas que pasé aquí son la excusa perfecta para ocultar mis superhabilidades.

Miré al profesor Henderson y éste se encontraba de espaldas, totalmente enfocado en la puerta. Miré a la chica de ojos tristes y me percaté que ni había intentado construir lo que solicitaron. Simplemente sostenía una nota que leía entre lágrimas.

Mejor escenario. Imposible.

Puse mi mano en el suelo y, al instante, mi escultura tomó la forma que tanto anhelaba.

Lleno de orgullo, me levanté para comunicárselo al profesor. Sin embargo, observar como lloraba la muchacha hacía más pesado cada nuevo paso que daba. Ella no fue nada amable conmigo, pero que importaba, casi nadie en este lugar lo había sido antes de conocer a Ofiuco. Además, teniendo en cuenta mi presente, ella estaba pasándola peor.

Entonces hize una copia exacta de mi trabajo para ella. Por supuesto que ni lo notó.

—Hemos terminado profesor.

Reporté nuestros resultados con el profesor Henderson y, a regañadientes, aceptó dejarnos ir.

Inmediatamente la joven se levantó y salió corriendo. Ni las gracias me dio. Estoy seguro que ni sabe lo que ocurrió. Sin embargo, mientras corría, vi como se le cayó la nota que tanto pesar le causaba.

Quise ignorarlo, pero una vez más la compasión me ganó y recogí la nota. Lo que leí en ella me dejó atónito.

Todo en esta escuela está mal. No puedo soportar la idea de seguir viviendo en esta prisión sin esperanza. Tal vez, al final, encontraré la libertad que tanto anhelo.

Logré divisar que subía las escaleras. Temiendo lo peor, me dispuse a seguirla sin ser notado.

La persecución me llevó hasta el último piso de la escuela. En el nivel más elevado del internado Guthsfields, sobre la cafetería, existía una pequeña azotea. Estaba amoblada con dos mesas redondas y seis sillas de plástico. Como medio de protección ante una caída, la rodeaba una barandilla de acero en la cual se encontraba apoyada la chica. 

Apenas entré, ella notó mi presencia y se ubicó en el lado opuesto de la baranda. Sus talones asegurados en la escasa superficie existente y sus manos apretadas a la valla impedían su caída. Aun así, en esa posición el más mínimo error desencadenaría un fatídico evento.

—Aléjate de mí, maldita aparición. Deja de jugar con mi mente.

«¿Aparición?»

No sabía qué hacer. Consideré ir en busca de ayuda, pero quizás no regresaría a tiempo.

—Antes de realizar lo que imagino que harás, déjame escucharte, déjame conocer tus razones.
—No me tomes por idiota, sé que no es verdad. Dé...jame esca...par.

Inhaló y exhaló mientras las lágrimas bajaban de sus ojos. Y después, se dejó caer. 

La velocidad de los sucesos no permitió pensarlo dos veces y fui tras ella.

Todo fue muy rápido. En plena caída, el travesaño superior de la barandilla se despegó azotando el aire y descendió como si de una soga se tratase. Nos encontrábamos cruzando el segundo piso cuando pude tomar de la mano a la joven y, a la vez, mi improvisada cuerda metálica me sujetó envolviéndome la mano. Permanecimos unos segundos ahí, hasta que hice que el pasamanos retorne a su posición original, regresándonos a la azotea. 

Al volver, ella dejó de llorar y volteó a mirarme. Esperaba una expresión de asombro ante tal suceso. En su lugar, sus ojos no emitieron ni gratitud, solo odio.

—¡Suéltame! ¡Déjame escapar de esta vida horrible!

Escucharla evocó en mí recuerdos de mi propia vida. Noté que los sentimientos de rabia, soledad y odio descomunal al mundo que nos rodea, eran los mismos que yo sentía hace un mes. Me pregunto si yo hubiera terminado igual, de no ser por la visita de Ofiuco.

—¡Escúchame, maldita loca! ¡No soy tu enemigo! ¡No quiero que mueras! ... Solo quiero ayudarte.

Ella me miró con los ojos llenos de temor y confusión. Por un momento, pareció considerar mis palabras. Entonces, algo cambió en su expresión. Una chispa de esperanza, quizás.

—¿Por qué harías esto? ¿Por qué me salvarías si eres parte de ellos?
—¿Parte de qué? No te entiendo.

Antes de que pudiera decir más, la puerta de la azotea se abrió de golpe. Un par de profesores entraron, con rostros implacables y decididos.

—Gracias al cielo estás bien. Por tu bien será mejor sacarte de aquí.

Inmediatamente, los hombres tomaron de los brazos a la muchacha. Traté de intervenir, pero me dijeron que hacerlo atentaría contra la cuarta regla y recibiría un castigo por ello. Quise usar mi dominio mental, pero no tuvo efecto.

Impotente, observé como se la llevaban, mientras gritaba unas palabras que resonaron en mi mente como una advertencia desesperada.

—Tú no eres como ellos. No dejes que te atrapen a ti también. Él siempre nos vigila desde arriba.
jokker696
JokKer

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