Mis padres aceptaron mi relación, y poco después se fue a resolver unos “asuntos con su padre”. Nos comunicábamos por medio de cartas, aunque nunca pudimos mantenernos en contacto realmente, pues el rey evitó la llegada de todas y cada una. No fue hasta que una carta llegó a mi después de dos meses de no haber recibido ninguna.
“Nos vemos en el lugar en el primer lugar de encuentro”, fueron las últimas palabras que venían en la carta que me había escrito. Y al leerlas, por alguna razón, sentí nervios, pudiera ser porque no lo había visto durante dos meses, pero en el fondo sabía que era más que eso.
Fui al bosque, justo como él me había indicado en esa carta, ya era primavera y estaba a nada de ser verano. El paisaje te hacía notar esa transición, pues, aunque era un poco sutil en comparación a la transición de otras estaciones, era notorio.
Cuando llegué al lugar, lo primero que vi fue su expresión nerviosa. Me miró y su expresión se hizo aun más nerviosa, lo que hizo que me contagiara los nervios.
— ¿Esperaste mucho? — pregunté tontamente.
— No — dijo mintiéndome de una pésima manera.
— ¿Estás nervioso? — dije cayendo en lo absurdo y lo obvio.
— Claro que no, es solo que siento como si no te hubiera visto en años.
— Solo han pasado dos meses, pero es cierto, yo siento igual.
— Bue... bueno — tartamudeó — yo...
Me sorprendí tanto al verlo tartamudear que incluso los nervios que tenía antes se me quitaron, sonreí y traté de calmarlo.
— Está bien, tranquilo.
— Lo estoy — mintió nuevamente.
— No es cierto, parece que estas temblando, ¿qué te pone tan nervioso?
— Y... yo tengo que decirte algo — tartamudeó nuevamente por los nervios.
— ¿Y qué es? — pregunté curiosa y un poco preocupada.
— Me fui todo ese tiempo porque quiero estar contigo — se interrumpió el mismo — D… desde el principio llamaste mi atención, y aunque antes no lo sabía, quiero estar siempre a tu lado — trató de calmar sus nervios — y si me lo permites… — tomó mis manos y me miró a los ojos —. Me gustaría seguir a tu lado hasta el último día de mi vida… — se arrodilló frente a mí — ¿Te casarías conmigo? — se interrumpió él mismo y volvió a hacer notar su nerviosismo — Hoshie, ¿a ti te gustaría estar conmigo hasta el último día de tu vida?
Cuando terminó de hablar mi rostro dibujó una sonrisa, asentí con la cabeza y lo abracé. Y en cuanto lo hice, no pude contener las lágrimas de felicidad.
— Por supuesto, no lo pensaría ni dos veces — dije llorando de alegría.
Hansel me abrazó con más fuerza, después de haber escuchado mis palabras, lo escuché soltar un suspiro de alivio
— Muchas gracias por haber querido ser parte de mi vida — me dijo Hansel —. Y gracias por querer permanecer hasta el final.
— Gracias a ti — sonreí enormemente —. Gracias por dejarme entrar a tu vida y querer quedarte a mi lado hasta el último día.
Dejó de abrazarme y sonrió, sacó de su bolsillo una pequeña caja, en donde se encontraba el anillo cuidadosamente guardado. Tenía una pequeña joya blanca, que a pesar de su tamaño era bastante notoria, estaba tallada en forma de gota, el anillo era plateado.
Hansel lo sacó de su caja y lo colocó en mi dedo anular de mi mano izquierda. Después de eso me besó y fuimos a darle la noticia a mis padres. Entramos a casa y le dije a mi madre.
— Mamá, me voy a casar con Hansel — dije con una inmensa sonrisa.
Mi madre que en ese momento sostenía una olla, la dejó caer al suelo y se apresuró a acercarse a mí.
— ¡¿Qué dijiste?! Repítelo otra vez.
— Dije que voy a casarme — sonreí nuevamente y le mostré el anillo en mi mano.
Mi madre me miró sorprendida y tomo mi mano para ver el anillo, en ese momento levantó la mirada y notó a Hansel.
— No creí que realmente serías capaz de tanto — mi madre le dijo a Hansel.
— Yo tenía planeado hacerlo, por eso pedí su permiso.
— ¿Y tu padre? ¿lo sabe? — mostró un poco de preocupación.
— No sé preocupe, ya está enterado.
— ¿Y cómo tomo la noticia?
— Tardó bastante en asimilarlo, pero ahora todo está bien, el también está de acuerdo.
— No me convence, será mejor que vallan — dijo mi madre mientras nos acompañaba a la salida.
Salimos de ahí y fuimos directo a ver al rey, estábamos a punto de entrar juntos a la sala del trono, pero el rey le negó la entrada a Hansel, por lo que tuve que entrar sola.
— Saludos su alteza — dije haciendo una reverencia.
— Levántate, las formalidades ya no importan.
Dejé de hacer la reverencia y lo miré un poco desconcertada. El rey soltó una gran carcajada y dijo:
— No has cambiado de opinión.
— Nunca — respondí.
— No creí que llegarían tan lejos, pero está bien.
— ¿Qué lo hizo cambiar de opinión?
— Me recuerdas a Agatha, mi esposa, la difunta reina — sonrió levemente — Siempre decía lo que pensaba sin importar enfrente de quien estuviera — me miró de forma amarga — si aún estuviera viva seguramente le hubieras agradado.
— ¿Entonces fue por eso?
— No, también fue el hecho de que mi hijo no me dejaba en paz — suspiró —. Te quiere demasiado, no pude hacerlo cambiar de opinión.
Todo estaba bien, ya no había ningún problema, después de esa tormenta, vino la calma, después de la lejanía, nos acercamos aún más. La luz a su lado era brillante como nunca antes lo había sido. Bueno, nadie espera que después de una gran luz, venga una gran oscuridad.
“¿Tú crees en las vidas pasadas?” la mujer justo enfrente de mí me lo decía con esa mirada que te hace saber que pronto comenzará una historia. “Vamos a empezar desde mucho tiempo atrás…” lo decía como una cuenta cuentos.
Me pregunto si su historia será tan real como ese anillo de matrimonio que lleva en el dedo o será una fantasía como aquel hilo del destino que te une mágicamente a esa persona.
Como sea, mostraré esta historia al mundo tal y como aquella mujer me la contó en un café. No lo sé, quizás sea e igual que ella estés esperando a alguien en tu próxima vida. Eso es lo que hace Hoshie, aquella mujer que alguna vez contó la historia.
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