Absorto en mi asombro, permanecí inmóvil mientras Ana me entregaba el sobre, anticipándose a la pregunta que aún flotaba en mi mente.
—Aunque no formalizamos nada por escrito, este es el adelanto por tres meses de trabajo. Mañana cierra la panadería.
Mi madre, sorprendida, exclamó: “¡Tres meses!”, mientras mi padre me ofrecía una taza de leche con chocolate. “Es un gesto noble, considerando tu dedicación en ese lugar”, dijo.
Con una mirada significativa hacia mi madre, mi padre asintió sutilmente hacia Magdalena. Ellos se habían encargado de cuidarla cada día, hasta que terminaba la jornada laboral de Marcos.
—¿Y ahora qué hará él? —cuestionó mi madre—. Un aviso previo hubiera sido lo adecuado, no justo ahora.
—Pues tendrá que encontrar otro empleo —respondió mi padre con sencillez.
—No hay empleos disponibles, Isaías. Eres consciente de ello. La recesión nos afecta a todos.
Con los ojos cerrados por un instante, mi padre buscó serenidad antes de responder.
—Es un joven amable. Algo surgirá. Su historial laboral es positivo, ¿verdad? Ana lo respaldará con referencias.
—Qué maravilla… “Daniel Noah, un especialista profesional de las tostadas y un maestro del manejo de la tetera” —comentó mi madre con ironía.
—Gracias por el apoyo, mamá.
—Solo digo la verdad.
Comprendía la razón subyacente detrás de la reacción de mi madre: nuestra dependencia de mi salario. Marcos apenas sobrevivía con lo que ganaba en la librería local. Mi padre, dedicado al cuidado de mi abuela, no podía trabajar, y su pensión era mínima. Mi madre podría perder su empleo en la fábrica de helados, donde los despidos eran una amenaza constante. Las conversaciones en casa giraban en torno a la administración precaria de nuestras finanzas. El accidente automovilístico de mi madre, provocado por un conductor sin seguro hace seis meses, había desequilibrado nuestro presupuesto. A pesar de mi humilde salario, era el pilar que sostenía nuestra economía familiar mes a mes.
—No hay que perder la esperanza. Mañana puede acudir a la Agencia de Empleo para explorar las opciones disponibles. Con lo que ha recibido, podrá sostenerse por algún tiempo —dialogaban, como si yo no formara parte de la conversación—. Y sabes atender al cliente. Eres perspicaz, ¿no es así, querido?
—Él no pudo esperarla un año, ni un mes; no pudo esperarla hasta que ella cumpliera veinticinco años, pero la esperó toda la vida. Me encanta la frase, al igual que la música "Hawthorn Flowers" de Chen Chusheng —dijo mi padre.
Quizás podría inscribirme en un curso de contabilidad y buscar trabajo en una empresa. Me quedé sentado mientras mis padres hablaban sobre qué otros empleos podría intentar con mis habilidades: un puesto en una tienda, como guardia de seguridad, o cajero. Por primera vez esa noche, sentí un nudo en la garganta. Magdalena me miró con sus ojos grandes y redondos, y en silencio me ofreció la mitad de su sándwich.
—Gracias, Magda —respondí, y lo comí.
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