El mismo hombre que dio unos golpecitos al vidrio en donde se encontraba Hoshie entró a la cafetería. Hoshie no dejaba de seguirlo con la mirada desde que dio un golpecito en el vidrio, perecía como si le estuviera llamando.
Ese hombre se acercó a la mesa, y lo primero que hizo fue darle un beso en la mejilla. Ella lo miró y con una sonrisa le dijo:
— ¿No creí que pasarías por aquí?
— Sabía que estarías aquí, ¿cómo no hacerlo? — le sonrió a Hoshie — ¿Qué haces?
— Contando una historia — le sonrió aún más.
— ¿Qué historia?
— “La historia” — recalcó.
Él sonrió levemente, después se dio cuenta de mi presencia y cambio su expresión.
— Soy Liam Red — dije cortésmente levantándome de mi asiento.
— Hansel Waild, encantado — dijo al mismo tiempo que estrechábamos la mano.
“Te espero en mi próxima vida”
Fue como un susurro, pero esa fue la última frase que oí antes de despertar. Ya había pasado mucho tiempo desde que soñé algo similar después de conocer a Hoshie, eran menos frecuentes.
Ya habían pasado unos cuantos meses desde entonces, casi nunca nos vemos, es más probable ver sueños igual de deprimentes como el que había tenido, que cruzarme con ella. Me gustaba verla, pero era casi imposible hacerlo.
Si no fuera por nuestra costumbre de llamarnos a diario, estaría igual que el comienzo, tal vez peor. Desde la primera vez que la llamé, se nos ha hecho una costumbre de llamarnos a diario a la misma hora, si por alguna razón, no lo hacía primero, ella lo hacía.
Era una rutina, igual que esperar unos cuantos minutos en el mismo parque en donde ella me dio su número, acostumbraba hacerlo, de esa forma me encontraría con ella un poco más.
Esperaba que fuera de esta manera hoy, pero me encontré con otra persona, Dalia. La había conocido hace algunas semanas, y como si fuera broma, me encontraba con ella más seguido, que con aquella chica que conozco desde hace meses. Estaba a punto de irme cuando Dalia me alcanzó.
— ¡Hansel! — dijo en un tono chillón.
— ¿Vienes a verme? — me tomó de brazo.
— Nunca vine a verte a ti — dije con una expresión seria y zafándome de su agarre.
— Entonces… ¿por qué siempre me encuentro contigo? — me volvió a tomar el brazo.
— Lo mismo me pregunto, siempre que espero verla, me termino topando contigo — me volví a zafar.
— ¿Te gustaría ir a algún lado?
— Siempre y cuando no tenga que verte.
Hizo una cara de disgusto, pero luego recuperó su sonrisa y volvió a tomarme del brazo.
— ¿Te irás?
— Por supuesto.
Traté de volver a soltarme, pero ella me agarró con más fuerza, era molesto. Pero no me sentí peor cuando sentí una mirada fija en mí, era Hoshie.
— ¿Interrumpo algo? — me miró.
— No — respondí de inmediato mientras trataba de soltarme de Dalia.
Dalia, por primera vez en mucho tiempo se quedó callada, pero a pesar de eso no me soltaba el brazo, al contrario, lo sujetaba con más fuerza. Miré a Dalia, era extraño que se mantuviera callada, regularmente no hace más que preguntar y hablar.
Cuando la vi, tenía una mirada hostil hacia Hoshie, era una mirada muy hostil y penetrante, como si quisiera matarla, aunque ni siquiera se habían dirigido la palabra.
— ¿Es tu no…
— No — la interrumpí antes de que completara la frase —. Ahora suéltame — miré a Dalia.
— ¿Quién es ella? — dijo ignorándome.
— Soy Hoshie.
Dalia no dijo ni una palabra, solo la miró de pies a cabeza en repetidas ocasiones como si la estuviera analizando. Después, Dalia me soltó y siguió viendo a Hoshie por otro rato, hasta que dijo:
— Soy Dalia Ellen — dijo con una expresión seria.
Ahora Hoshie se había quedado callada, esto hizo que el aire se pudiera cortar con un cuchillo, era denso, luego Hoshie soltó un suspiro y me dijo.
— ¿Estás ocupado?
— No lo estoy — respondí de inmediato.
— ¿Te gustaría ir a un café? — me preguntó.
Era más que obvio que respondería que sí, pero cuando a penas abrí la boca Dalia contestó.
— ¡YO TAMBIÉN VOY!
Hoshie la vio con sorpresa, igual que yo. Me acerqué a Hoshie antes de que Dalia intentara tomarme la mano, y traté de que fuera así todo el camino. Era un dolor de cabeza, y probablemente Dalia lo convertiría en un dolor de cabeza.
Llegamos al café, Hoshie y yo nos sentamos una frente al otro, mientras que Dalia lo hacía justo a lado de ambos. Hoshie pidió un café con leche, yo pedí un té y Dalia solo pidió lo más dulce que encontró en la carta.
— ¿Desde hace cuánto que lo conoces? — miró a Hoshie con una sonrisa falsa.
— Cuatro meses — respondió.
Dalia distorsionó su rostro dejando ver una gran molestia, ni siquiera contestó, solo tenía esa expresión, pero luego retomó su falsa sonrisa y volvió a preguntar:
— ¿Qué estudias?
— Arte…
— Yo estudio arte dramático — dijo elevando su voz e interrumpiendo a Hoshie enseguida.
— ¿Me repites…
— ¿Puedo pedir un pastel? — volvió a interrumpirla.
No dije nada, pues no cambiaría algo si lo hiciera, solo miraba a Hoshie, parecía estar muy calmada, demasiado, y cuando veías el panorama, la única que parecía perder el juicio era Dalia.
No cambió mucho desde entonces, Hoshie permanecía calmada, mientras que Dalia cambiaba de molesta a sonreír en cuestión de segundos. Durante el par de horas que se conocieron, Dalia no dejaba de hacerle preguntas, pera contestarse ella misma una tras otra, casi nunca la dejó hablar.
Hoshie por otra parte, permanecía tranquila, como si no le importara todo lo que hacía Dalia, aunque también estaba fastidiada. Lo supe en cuanto ella se recargó en la mesa y solo suspiró viendo a Dalia, era como si su mirada le hubiera dicho “cállate”. Podía saberlo con seguridad, aunque hasta el día de hoy no nos viéramos tan seguido, y aunque no era el momento, eso me hizo sentir un alivio y sonreír un poco.
“¿Tú crees en las vidas pasadas?” la mujer justo enfrente de mí me lo decía con esa mirada que te hace saber que pronto comenzará una historia. “Vamos a empezar desde mucho tiempo atrás…” lo decía como una cuenta cuentos.
Me pregunto si su historia será tan real como ese anillo de matrimonio que lleva en el dedo o será una fantasía como aquel hilo del destino que te une mágicamente a esa persona.
Como sea, mostraré esta historia al mundo tal y como aquella mujer me la contó en un café. No lo sé, quizás sea e igual que ella estés esperando a alguien en tu próxima vida. Eso es lo que hace Hoshie, aquella mujer que alguna vez contó la historia.
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