Finalmente había llegado. El pequeño pueblo de Hallsberg se veía no solo apacible de noche sino que también tenía en su arquitectura ese pequeñito toque mágico de cuento de hadas que ningún pueblo estadounidense tendría. A pesar de que Hallsberg contaba con algunos edificios modernos, cuatro o cinco en total, la gran mayoría de sus casas y demás estructuras eran de tinte medieval. Aunque las luces de neón iluminaban la calle, las farolas aun se encontraban allí y el pavimento todavía era de piedra gris, en lugar del oscuro hormigón con sus rayas amarillas de las grandes urbes norteamericanas. Hallsberg parecía un poblado medieval tratando de encajar en el mundo moderno y tecnológico del siglo 21. Deteniendo su coche cerca del que sería su apartamento, Wilkens se apeó del auto y miró maravillada su nuevo hogar mientras pensaba en voz alta:
- Si me hubiesen dicho, cuando niña, que iba a vivir de adulta en la pequeña cabañita del cuento de Hansel y Gretel, no me lo hubiese creído
Aquella casa tenía un toque mágico. Hecha de roble y siendo de un solo piso, aquella pequeña cabaña tenía un techo hecho con tejas de un color anaranjado rojizo y una puerta de color castaño. Seis ventanas rodeaban su nueva casa y un pequeño caminito de piedra se encontraba cubierto por un césped demasiado alto, que necesitaba con urgencia ser podado. Aunque la casa se encontraba a oscuras, Wilkens no dudo en pensar que cuando prendiese las luces de aquella casa, el color amarillo resaltaría en aquellas ventanas, terminando de darle aquel toque mágico que necesitaba. Sonriendo, abrió la puerta de entrada al jardín y se dirigió a donde estaba su pequeña cabañita de cuentos de hadas con intenciones de ingresar a su nuevo hogar.
Tras dar vuelta la llave y entrar a su casa, todo aquel romántico y mágico parentesco con los cuentos de hadas llegó a su fin, porque dentro de la cabaña se encontraban algunos de sus elementos electrónicos, que había pedido a los chicos de la mudanza que fuesen llevados allí antes de que ella llegara. Por fortuna Charlie, su ex novio y futuro compañero de trabajo que le había recomendado aquel pueblo en un primer lugar, estuvo presente en la mudanza ese día y tenía una copia de las llaves.
“Espero que ese muchacho entienda la indirecta y sepa que le estoy dando otra oportunidad.” Pensó Wilkens con una sonrisa mientras cerraba con llave la puerta y se dirigía a la bañera dispuesta a quitarse la ropa y darse un relajante baño.
Tenía bañera. No podía creer que por primera vez en su vida podría darse un baño de burbujas en lugar de solo conformarse con las duchas que se encontraban en los pequeños apartamentos que ella habitó en el pasado. Aun no había pasado ni un día y ya se sentía muy a gusto con su nuevo hogar junto con su nuevo trabajo. Internamente rogaba no tener que matar una mascota durante su primer día de trabajo, pero bueno como bien decía el viejo refrán: sí la vida te da limones, entonces haz limonada.
Abriendo el grifo de la bañera y colocando el tapón de hule negro , Wilkens pensó en Charlie, era un buen muchacho al cual ella quería mucho pero las cosas no funcionaron porque él no iba con juegos y deseaba el compromiso mientras que ella…
Aun era muy pronto para Wilkens el pensar en la idea de estar casada o de comprometerse en serio con una persona, en especial una persona tan agradable como Charlie quien si era un buen partido y que a pesar de haber roto su relación, él aun deseaba ser su amigo. Los muchachos de hoy en día llamarían a Charlie un Simp mientras que para Wilkens él era un caballero que más de una buena mujer querría tener a su lado. Quizás no debió romper con él, quizás solo debió decirle la verdad pero mantener la relación hasta que ella estuviera lista. ¿Por qué lo hizo? Aquello fue muy cruel y egoísta de su parte y lo sabía pero Charlie la perdonó, por desgracia Wilkens no se perdonaba a sí misma porque su actitud fue infantil e inmadura. Quizás al final lo que aquellos misóginos del Internet decían sobre las mujeres era cierto. No, no era verdad. Todos cometemos errores y ella no era la excepción, a diferencia de aquellos psicópatas homosexuales de closet que se creían perfectos, Wilkens admitía con honestidad ser imperfecta y meter la pata, pero no importaba porque no era un error que no pudiese corregirse. Le había dado a Charlie la llave de su casa y si él quería podía entrar en ella esa misma noche para tratar otra vez, incluso ella le haría el amor aunque él se negase. Sonriendo con picardía, Wilkens cerró el grifo de la bañera y tras terminar de desvestirse, se metió en la bañera para comenzar a bañarse.
Estaba perdida en sus pensamientos sobre su relación con Charlie cuando oyó, en la distancia, el aullido de un lobo que le heló la piel. La enorme luna llena se veía en su ventana y solo por un momento temió que entrara por ella un enorme lobo dispuesto a devorarla… o quizás un hombre fornido dispuesto a someterla y también “devorarla” en contra de su voluntad. Internamente no sabía cual destino era peor. Sintiéndose tan indefensa, apresuró a terminar de bañarse y luego volver a vestirse con su pijama, después directo a la cama para descansar. Mañana tendría un lindo primer día de trabajo… o al menos eso era lo que esperaba.
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