I
Uno pensaría que luego de las aventuras vividas en la Tierra de Danann, los chicos ya no le encontrarían el gusto a pasatiempos ordinarios; pero en vez de ello, parecieron apreciar doblemente simples diversiones cotidianas como jugar al fútbol, pasear en bicicleta, o pasarse la tarde sentado en un sofá viendo dibujos animados.
Alex disfrutaba mucho de esto en particular, siempre con uno de sus gatos echado sobre su barriga; siendo únicamente Raúl capaz de hacerle salir de ese estado cuasi letárgico en el que se quedaba cada tarde después de almorzar.
— ¿En serio vas a pasarte así todo el verano? —le decía, irrumpiendo constantemente en su casa a fin de invitarle a pasear en bicicleta, jugar básquet o a salir a trotar; y fue tanta su insistencia que al final su regordete amigo terminó aceptando de ser partícipe de una mañana de ejercicios en la que se quedó totalmente sin aliento luego de diez minutos.
— ¡Ánimo, o no podrás cumplir con tu misión Guardián Místico! —exhortaba Raúl a su amigo, aunque sin ver demasiado progreso en sus esfuerzos a lo largo de las semanas siguientes.
Luis por su parte, apenas si conseguía hacerse un tiempo para disfrutar de sus vacaciones, teniendo que atender a medio tiempo la bodega de sus padres, llevando pedidos de aquí para allá, quedándose bastante sorprendido al encontrarse con Alex trotando por la calle:
— ¡Gordo! ¿De cuándo acá tú haces ejercicio? —Le preguntó a su amigo—. ¿Te ha castigado acaso tu papá por tus malas notas?
— ¡Nada de eso! —Repuso entre jadeos el aludido, deteniéndose un momento para tomar algo de aire—. ¡Y para que lo sepas, este año no salí jalado de ningún curso! ¡Los aprobé todos! Con 10.5, pero los aprobé...
— ¡Estamos entrenando! —Intervino Raúl—. ¡Como Guardianes Místicos, nos corresponde mantenernos en forma y permanecer siempre listos para cuando la Dama Lavinia nos vuelva a llamar!
—Ah, ¿Pero eso nos e había terminado ya? ¡Sí hicimos estallar a esa cosa horrible con un montón de ojos!
— ¡Pero no, hombre! —Agregó Alex, todavía entre jadeos—. ¿Qué no te acuerdas lo que nos dijeron? Lavinia…Lavinia nos dijo…que en cuanto el Universo estuviese nuevamente en peligro…Ella nos volvería a llamar…
— ¿Y cuándo será eso? —Contestó Luis, encogiéndose de hombros—. Quizá no nos llame hasta que seamos grandes…
— ¡No seas ingenuo! ¡Debe haber muchos otros monstruos más como Erebo! ¡Esos engendros podrían intentar atacar la Tierra de Danann en cualquier momento!
—Bueno, esperemos que eso no ocurra… ¡La verdad es que no quiero siquiera imaginarme a los bichos esos!
— ¿No vas a entrenar con nosotros? —cuestionó Raúl.
— ¡Cómo si tuviese tiempo para esas cosas! ¡Ya nos vemos luego, que tengo pendientes muchos pedidos que entregar todavía!
II
“¡Para entrenamientos estoy yo!” pensaba un fastidiado Luis, un par de cuadras más adelante del sitio donde se había encontrado con sus dos amigos. “¡Cómo si no fuese suficiente tener que trabajar en vacaciones mientras todos los demás están tomando sol en la playa!”
Él solamente había ido una vez a la playa en toda su vida: Fue cuando su familia acababa de llegar a Lima, quedándose sumamente impresionado al tener frente a sí al mar, que por aquel entonces solamente conocía de oídas, de boca de un hablador vecino que no dejaba de comentar lo diferentes que eran las cosas en la capital.
¡Qué pequeña se le hizo entonces aquella lagunita de su pueblo natal en Ayacucho, donde solía pescar y zambullirse, comparada con aquel azul que se perdía en el horizonte, pareciendo extenderse hasta el infinito!
Le fascinaba la idea de pasar un verano en la playa, zambulléndose en el mar tal como esas personas de los comerciales de televisión, pero la idea de tomarse unas vacaciones ni siquiera se le pasaba por la mente a sus padres, quienes mantenían su bodega abierta domingos y feriados, hasta muy entrada la noche.
Con las justas le habían dado un par de días libres a él y a Luna para disfrutar siquiera un poco de sus vacaciones, después de los cuales ambos hermanos debían volver a seguir contribuyendo al negocio familiar.
“¡Oh, pero a Luna no la hacen llevar los pedidos! ¡Yo ya estoy harto de que me tengan como mula de carga!” decía para sus adentros el pobre Luis, agobiado con el calor de aquella tarde.
La labor de Luna consistía principalmente en ayudar a mantener la tienda limpia y asistir a su madre en la elaboración de recibos y boletas (A diferencia de su hermano mayor, a ella se le daban bien las cifras.)
Eso sí, su “horario de trabajo” era bastante más laxo que el de Luis, terminando sus labores poco antes de la hora del almuerzo, pasándose el resto del día siempre con la nariz metida en algún libro, hecho que llenaba de orgullo a sus padres, puesto que daba fe lo estudiosa que era esa muchacha.
— ¿Qué quieres ser cuando seas grande, chiquita? —les preguntaban a veces algunas de las señoras que venían a comprar a la bodega.
— ¡Yo quiero ser escritora! —les respondía Luna, asumiendo una adorable actitud que le permitía ganarse la simpatía de los adultos (Y su actuación era tan buena que a veces hasta conseguía engañar a otros chicos, como el propio Raúl, que aún a pesar de haber atestiguado en la Tierra de Danann lo mandona que esta chica podía llegar a ser, seguía viéndola casi como un angelito inocente)
— ¡Va a ser una escritora famosísima de seguro! ¡Más que Vargas Llosa! —aseguraba la madre de Luna a todas las vecinas.
Lo que los padres de Luna no sabían, es que a su hija se le había dado últimamente por leer libros que no eran para nada apropiados para su edad: Libros románticos, conseguidos en casa de Mayra Flores, su amiga del colegio; ella se los pasaba casi de contrabando, a cambio de que le hiciese las tareas.
Pero sí, lo de querer ser escritora era verdad.
Y el más grande sueño de Luna era poder escribir un gran libro sobre todas esas maravillas vividas en la Tierra de Danann, preguntándose la chiquilla si algún día tendría la oportunidad de visitar nuevamente dicho lugar.
“¿Qué habrá sido de Xamic? ¿Se encontrará bien el pobrecito?” solía cuestionarse mentalmente, trazando en su cuaderno un burdo garabato del murciélago mascota que les había acompañado durante aquella aventura.
Le aterraba un poco llegar a olvidar algún día semejante experiencia…Olvidarse de Xamic, el hada Rakha y de su maestra la reina Una, pero siempre que pasaban por su mente esas dudas, se repetía a sí misma que la dama Lavinia les había prometido que la Voluntad del Universo volvería a reunirles.
Y como prueba fehaciente de dicha promesa, Luna conservaba aún entre sus pertenencias el anillo de oro que dicha mujer le había regalado al momento de despedirse de los chicos; anillo que por cierto había comenzado a brillar de forma un tanto extraña durante las últimas noches…
Comments (0)
See all