I
A pesar de la dedicación de Raúl, lo cierto es que Alex mostró bastante poco progreso en sus entrenamientos, quizá debido a los hábitos alimenticios un tanto desordenados de su amigo, para quien la idea de ponerse a dieta le parecía algo simplemente inconcebible:
— ¡Ni que fuera modelo de pasarela para tener que matarme de hambre! —exclamaba aquel regordete muchacho, dándole una mordida a la hamburguesa royal que acababa de comprarse—. ¡Soy un chico en crecimiento, necesito alimentarme bien!
Unas par de semanas después, Alex celebraba su doceavo cumpleaños, fiesta en la que los únicos invitados fueron Luis, Luna y Raúl.
— ¿Nadie más va a venir? —preguntó por lo bajo Raúl a Luis.
—No creo… —replicó el aludido—. El año pasado Alex le mandó invitaciones a todo nuestro salón de clases, y solamente vinimos Luna y yo.
—Vaya…
— ¡La gente está muy sobrada últimamente! — Comentó por su parte el cumpleañero, encogiéndose de hombros—. ¡Pero no importa! ¡No necesitamos a ninguno de esos creídos para festejar! ¡Los cuatro vamos a tener aquí la fiesta más loca, salvaje y épica que haya habido alguna vez en la historia de Lima! ¡Woodstock va a ser una zapatilla vieja con el cumpleaños número 12 de Alex Lipman! ¡VAMOS A DESTROZAR TODO ESTE LUGAR! ¡YOHOOO! ¡FIESTA! ¡FIESTA!
—Eh…Alex, la verdad preferiría que tú y tus amiguitos no hagan mucho desorden…—intervino el señor Lipman, que había alcanzado a escuchar la conversación de los chicos—. Tu madrina va a venir de visita el fin de semana, y este martes invite a mi jefe a cenar…Y bueno, sería un problema si vieran la casa hecha un desastre…
—Vamos a portarnos bien, papá—contestó su hijo, con tono casi resignado.
“Lo admito, me dejé llevar… ¡Pero uno de estos días si hago una fiesta loca en mi casa, la fiesta más loca de la historia de Lima!” se dijo para sus adentros el muchacho.
II
Al mediodía los chicos almorzaron un delicioso pollo a la brasa con papas fritas traído por delivery, cuyo aroma en seguida puso alerta a los gatos que Alex tenía en su casa, saliendo todos ellos de sus más recónditos escondites a fin de asediar la mesa donde comían los chicos, mostrando su gesto más tierno y suplicante.
—Parece que a tu escuadrón gatuno también se les antoja un poco de pollito a la brasa—le comentó Luis al cumpleañero—. ¡Vas a tener que convidarles de tu almuerzo o no nos van a dejar comer tranquilos!
El señor Lipman notó en ese momento que, además de los cuatro felinos que él ya conocía bastante bien, había también una gatita de pelaje color ceniza sin collar.
—Alex—preguntó entonces a su hijo—, ¿Te fuiste al Parque Kennedy y trajiste otro gato más a la casa?
—No… ¡Claro que no! —Negó el aludido con un tono que no habría engañado ni al padre más despistado del mundo.
—Alex… ¿Qué fue lo que acordamos tú y yo?
—Vamos, Jack… ¡No seas así por favor! ¡Es sólo una pobre gatita bebé, no va a molestar a nadie!
—Prometiste que ya no ibas a traer más gatos a la casa…Lo prometiste con la mano sobre el corazón…
— ¿Cómo puedes decirle que no a esta carita? —insistió el niño, cargando en brazos a su nueva mascota: De verdad que era una gatita preciosa, de gesto tan sumamente dulce que el propio señor Lipman no pudo evitar sentirse conmovido también.
— ¡Está bien! ¡Pero a partir de hoy ni un otro gato más en la casa! ¿De acuerdo, Alex? ¡Con los cinco que ya tenemos basta y sobra!
— ¡Eres el mejor, Jack! ¡No hay ningún papá más genial que tú en el mundo! ¡Y ahora, a repartir las raciones de pollito a la brasa entre mis cinco tigres…!
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