Esa noche, los cuatro chicos durmieron plácida y profundamente, teniendo no obstante sueños sumamente vívidos, en medio de los cuales ellos atestiguaron una serie de enigmáticas visiones: En la primera parte de su sueño, los cuatro niños se encontraban en medio de un magnífico paisaje conformado por todo tipo de resplandecientes formas, pululando en los alrededores todo tipo de hermosas criaturas, cuya belleza solamente podría ser concebible en la más dulce de las imaginaciones.
Un ancho río de aguas intensamente cristalinas surcaba aquel territorio, encontrándose al lado del mismo dos imponentes figuras aladas, semejantes a arcángeles con ígneas aureolas: Estando ante su radiante presencia, los chicos no pudieron evitar sentir algo de temor, como si acaso estuviesen transgrediendo alguna especie de mandato sagrado solamente por el hecho de encontrarse en dicho lugar; sin embargo, esos dos colosos no siquiera parecieron percatarse de que los chicos estaban allí, careciendo de toda reacción en cuanto Alex trató de llamar su atención:
— ¡Eh! ¡Hola! ¿Podrían decirnos en dónde estamos, señores?
— ¡Cállate, gordo zonzo! ¡Vas a hacer que nos metamos en problemas!
— ¡No creo! ¡Si estos dos están como zombificados! ¡Mira, ni siquiera parpadean! —insistió el muchacho, chasqueando los dedos a fin de llamar la atención de aquellos dos sujetos semejantes a ángeles, quienes volvieron repentinamente la mirada, llevándose Alex un buen susto; pero total desconcierto de los niños, los gigantes simplemente pasaron a través de ellos, como si fuesen fantasmas.
— ¿Qué está pasando aquí? —cuestionó Luis, de forma sobresaltada.
—Ya recuerdo… ¡No estamos aquí realmente! —Explicó Raúl a sus compañeros—. ¡Nos quedamos dormidos y ahora estamos soñando!
— ¿Y acaso estamos soñando los cuatro la misma cosa? ¿Es eso siquiera posible? —preguntó una confundida Luna.
— ¡No creo que sea un sueño! ¡En mis sueños siempre aparece el Increíble Hulk! ¡Y a veces yo soy el Increíble Hulk! —dijo Alex, pero antes de que ninguno de sus amigos atinase a responderle nada, el río de aguas cristalinas empezó a teñirse repentinamente con una oscura sustancia de la que no tardaron en brotar todo tipo de abominables apéndices, los cuales eran capaces de corromper cualquier cosa que estuviese a su alcance.
En vano los dos arcángeles guerreros entablaron un feroz combate contra semejante abominación, perdiendo en la lucha dos de sus ocho alas, las cuales al ser arrancadas de sus cuerpos quedaron convertidas en un águila monstruosa de dos cabezas que intentó devorarlos: Si bien Raúl y los otros intentaron entonces intervenir en la lucha, no tardaron en descubrir que les era totalmente imposible invocar ninguno de sus poderes allí, siendo obligados a presenciar el desigual combate que tuvo a continuación, en el cual muchos ángeles guerreros fueron arrastrados por la oscuridad y convertidos en demonios.
— ¡Maldición! ¡Ya no quiero seguir viendo esta carnicería! —sentenció un desesperado Luis, apartando la mirada; no bien aquellas últimas palabras fueron pronunciadas, la escena cambió nuevamente, encontrándose los chicos luego frente a cuatro tronos dorados, en donde se hallaban unas inmensas criaturas aladas, dotadas de numerosos ojos.
— ¡Zurvan, Padre de la Grandeza! ¡El Príncipe de las Tinieblas está apoderándose de todo el Mundo de la Luz!—decían al unísono los dos ángeles guerreros que custodiaban el río cristalino, reconociéndoles Raúl y os otros por sus alas faltantes—. ¡No hay forma en que podamos detenerle! ¡Todo está perdido ya!
— Shilmai, Nidbai; ustedes se equivocan—repusieron a coro las inmensas criaturas aladas—. ¡La Luz siempre es más poderosa que todas tiniebla, si se tiene Fe verdadera!
Dando un poderoso rugido, aquellos seres hicieron la siguiente proclama:
— ¡Voluntad del Universo! ¡Conjuramos ahora la fuerza primordial de tus cuatro estrellas místicas para detener al Príncipe de la Oscuridad! ¡Que su Luz destierre para siempre a toda esta maldad de nuestro mundo!
Brillando intensamente como un sol, los seres hicieron aparecer en aquel lugar a cuatro chiquillos, a los cuales Raúl y sus amigos reconocieron instintivamente como sus antecesores de otro tiempo, quienes no tardaron en salir a enfrentarse con aquella maligna fuerza corruptora.
Tras una fugaz pero igualmente espectacular batalla, los cuatro jóvenes Guardianes Místicos del pasado consiguieron desterrar a la entidad conocida como el Príncipe de la Oscuridad del Mundo de la Luz, dividiendo su diabólica esencia en cinco partes que luego enviaron a los rincones más alejados del cosmos.
Terminada la lucha, los Guardianes Místicos del Pasado volvieron la mirada en dirección hacia sus hómologos del tiempo presente, quienes habían atestiguado todo lo ocurrido mudos de admiración.
“¿Acaso ustedes pueden vernos?” casi estuvo a punto de preguntar Alex, pero antes de que pudiese hacerlo, los antiguos Guardianes se comunicaron mentalmente con sus sucesores, expresándose de la siguiente forma, al tiempo que les entregaban unas pequeñas esferas resplandecientes:
“Nuestro Poder es suyo también. Nuestra Luz es suya también. Nuestra Esperanza es suya también…Lo misma que Nuestra Verdad. Les confiamos el destino de todos los mundos, jóvenes estrellas… ¡Que la Voluntad del Universo sea siempre su guía!”
Casi al término del sueño, las esferas brillantes se convertían en esos mismos juguetes que el anillo mágico de la Dama Lavinia había hecho aparecer durante el cumpleaños de Alex, momento en el cual los cuatro niños despertaron en sus respectivas camas, todavía recordando vivamente lo que acababan de soñar.
Comments (0)
See all