Jason miró por última vez la sede de los diversos clubes que había en la escuela. Podría recorrerlos todos con la excusa de buscar el club que se le adaptara mejor y unirse. Todo esto sin que nadie pudiera sospechar que solo trataba de buscar y cumplir su objetivo.
Saca discretamente la hoja con la información de la persona que estaba buscando. Tener una imagen de referencia podría hacer más fácil su trabajo. Cuando As, la mano derecha del Hombre de Negro se la mostró, no había prestado demasiada atención. Solo necesitaba un pequeño vistazo.

Leyó la corta recolección de datos sobre el sujeto. Cabello negro y complexión delgada. En la foto de referencia tenía una mirada fantasmal. No veía a la cámara ni a nada en especial. Fue como mirarse en un espejo por unos minutos. Esa misma mirada vacía que había visto en sus compañeros del cuartel.
Volvió a esconder la hoja y trató de perfilar al chico. Otra de las diversas habilidades que había adquirido. Jason cerró los ojos tratando de meterse en el papel como si fuera Alex. Carecía de información para hacer algo perfecto, pero serviría.
—Tengo un aura melancólica y posiblemente odio la escuela. Fui obligado a elegir una carrera que no me gusta y han manejado mi vida para seguir los pasos de mi padre desde que tengo memoria. —Jason sintió una pequeña punzada en el interior, lo ignoró y siguió perfilando. Hablaba en murmullos para sí mismo: —Por lo que se me dificultarían los deportes, así que elegiría clubes como ajedrez u oratoria. Uno de esos dos...
Basado en el sistema que tenía la universidad, Alex podría mantenerse en pie en algún club como los que había mencionado.
Poniendo las cartas sobre el asunto, buscó por todos esos clubes tratando de encontrar a Alex Roger. Cada una de las personas encargadas le mostró las ventajas del club, pero, en lugar de recibir una cálida bienvenida, fue bombardeado con rigurosas reglas y régimen de comportamiento a cumplir para poder pertenecer al club que solo aceptaba excelencia y perfección. Todo eso le resultó familiar, viniendo de un mundo donde se exigía lo mismo, pero el hecho de fallar merecía un castigo peor que ser expulsado.
Pronto se dio cuenta de que esas personas no disfrutaban lo que hacían; eran máquinas enfocadas en mantener la cuota anual que imponía la institución.
Se retiró con promesas de pensarlo y decidió «reagrupar» a su grupo de uno, y comparar la información obtenida para poder seguir su búsqueda. Se sentó en el césped cerca de una cancha cercada y volvió a sus documentos.
Era muy pronto para desesperarse, pero eso no solía pasarle a menudo, por lo regular el perfil encajaba a la perfección. Jason comenzaba a sentirse intranquilo. Reviso cuáles de los clubs que aún no había visitado encajaban en el perfil.
Un grito llamó su atención. —¡Pido! — El golpe de la pelota en el aire, alzándola sobre la red. Había tres chicos jugando de cada lado. Supo que se trataba del club de vóleibol.
La pelota golpeó el hombro de uno de los chicos y salió fuera de la cancha, rebotando directo a los pies de Jason. La tomó antes de que por la misma inercia saliera disparada a otro lado.
—Fue un buen saque, lo admito, pero ni creas que yo iré por ella —habló el chico que había sido golpeado por ese saque. Jason no le dio importancia. Alguien se acercaba hasta él. Entonces Jason lo vio, cruzando la cancha, teniendo que agacharse para pasar la red y caminando directo hacia él. El número catorce. No era el niño larguirucho y apático que se mostraba en la foto. Era una versión feliz y radiante de ese chico. Y tan pronto como lo tuvo enfrente, sus instintos se encendieron. Su expresión no concordaba con lo que le hacía sentir. Su ser tras esa careta de luz.
Había sido entrenado para identificar malas intenciones en las personas, saber cuándo una persona pensaba en jalar el gatillo, cuando estaban a punto de hacer algo malo y ese chico llenaba todo el perfil. No podía engañarle.
—¿Me la devuelves? —preguntó educadamente. Su voz lo sacó de sus pensamientos y le erizó la piel. No de una buena manera, aunque no estaba seguro de que existiera una buena manera para eso.
Jason tenía la pelota en sus manos. Apretó el balón con tanta fuerza que las yemas de sus dedos se volvieron rojas.
—Claro, solo pensaba en que le falta un poco de aire —se apresuró a entregarla antes de que notara algo en sus expresiones. Sin querer, sus dedos se rozaron y se maldijo por el contacto no planeado. Más el chico no se marchó cuando obtuvo lo que quería.
—La miras como si añorarás algo. ¿Has jugado antes?
—Algo así, pero debo estar oxidado —otra mentira. Las cosas como el deporte no estaban en sus prácticas habituales; por supuesto, sabía la teoría, las reglas y las distintas formas de juego. Podía mencionar al menos tres equipos por estado, así como con la mayoría de deportes existentes. Toda esa información es parte de su trabajo como maestro del disfraz. Nunca se sabía cuándo tenía que sacar una conversación casual sobre deportes y tener que hablar de esto para ganar la confianza de alguien. Y justo eso era lo que estaba pasando.
—Pues se ve que te gusta, deberías postularte —propuso casualmente. Muy conveniente para Jason.
—Eso es lo que quería hacer...
Más mentiras. Aún seguía su ligera molestia por fallar en el perfil.
—Sí, bueno, se te pondría una prueba y eso, ya sabes, pero puedo decirle justo ahora al entrenador. No soy el capitán, pero tengo mis contactos. — Alex bromeó, pero Jason no mostró simpatía ni risa. Sabía que debería fingirla. Rasgos básicos humanos. Pero, en cambio, solo lució desconcertado.
Si lo torturáramos, hablaría.
Nuevamente, esa voz en su cabeza. El instinto que quedaba de su anterior vida. Tuvo que forzarse a callarla. Su misión era de espionaje, adquirir información, no matar.
—Si no te importa —Jason se aclara la garganta. El chico solo se quedó allí, mirándolo por unos segundos. Lo suficiente para que Jason pensara que había cometido un error. Se removió llevando su mano hacia su nariz, como para asegurarse que el maquillaje no se hubiera corrido.
Él le tendió la mano para ayudarlo a levantarse del césped. Jason dudó, pero fue tan rápido como para que no se viera ese tropiezo en su movimiento y tomó su mano con fingida seguridad.
—Por cierto, soy Alex.
—Jason.
Contrario a todo el perfil que se había hecho del chico, Alex era como una luz radiante que le cegaba los ojos al pasar. Aun así, seguía poniéndole los pelos de punta. Nadie podría ser tan feliz.
Alex lo llevó a la oficina del entrenador, no sin antes explicarle que cada club estaba a cargo por un maestro, o, como era el caso de los clubs de deportes, por un entrenador.
El hombre en cuestión parecía alguien que hace tiempo no pisaba una cancha para otra cosa que no fuera instruir y sonar el silbato rojo que traía colgado al cuello. Su cuerpo era regordete y, en ningún momento en el que Jason estuvo en la oficina, se levantó de su silla.
El entrenador le informó de la prueba después de que le hicieran preguntas básicas sobre el juego. Jason relató algo que no lo dejara como el mejor jugador del mundo, pero sí que le hiciera un candidato adecuado. Una creíble historia sobre jugar en la preparatoria y secundaria. No fue difícil tener encantado al entrenador con eso. Le dieron una hora y fecha a los días próximos para presentarse a hacer la prueba junto con otros candidatos de primer año. Solo habría espacio para dos postulantes por año. Jason logró ver al menos diez chicos en la lista.
Al salir de la oficina del entrenador, decidió planear su siguiente movimiento. Claramente, no podía contar solo con su habilidad física para ser elegido por el entrenador, debía investigar sobre los otros postulantes y conocer sus debilidades. Jason pronto se dio cuenta de que, sin querer, seguía pensando cómo le habían enseñado a hacerlo. Se recriminaba a sí mismo por no poder dejarlo atrás. Sentía que debía hacerlo para continuar, para ser él mismo y no una copia de las enseñanzas que le dieron en el cuartel.
Debía confiar en sus habilidades y en que sería el mejor entre los demás postulantes.
Al menos en ese momento tenía una oportunidad para acercarse a su objetivo. Eso lo hizo sentir bien. Obtendría lo que fuera que el Hombre de Negro quisiera de ese chico y después no sería su problema. Estaría muy lejos, disfrutando de su libertad con Erika y Ritchie.
Guardó los papeles después de haber memorizado el horario de la prueba y continuó su camino de regreso a los dormitorios.
—¡Oye tú, chico nuevo! — Trató de ignorar con todas sus fuerzas esa voz llamándolo. Sabía que era a él a quien llamaban; podía sentir los intensos ojos de a quien le pertenecía la voz, en su espalda. Con algo tan ambiguo como "¡Oye, tú!", podría estarle hablando a cualquiera. —Espera, no vayas tan rápido, solo tomaría un segundo. — Jason comenzó a acelerar el paso y pronto se dio cuenta de que comenzó a correr, y la persona detrás de él también. Eso lo puso nervioso y decidió enfrentarse. Se giró en una pose discreta de defensa, listo para atacar a quien fuera.
La amenaza de la que estaba huyendo se trataba de una chica bajita de lentes y una coleta. Llevaba un portafolio y una pluma en la mano, como si recolectara firmas de algo. Jason no estaba interesado en lo más mínimo en saber de qué se trataba.
—Hola, eres nuevo, ¿verdad? Te vi hablando con Demian hace un rato. Él siempre se encarga de los nuevos —se ríe por lo que ella misma dijo. Cuando deja de reír, acomoda un cabello tras su oreja y sube sus lentes.
—Mi nombre es Sally, soy la presidenta del club... Bueno, aún no tiene un nombre, pero lo vamos a decidir entre todos —se aclara la garganta tratando de recuperar el aliento, seguramente por lo que habían corrido hace rato. No fue por eso. Estaba esperando presentaciones.
—Jason... —dijo no muy seguro.
—Bien, Jason, si tienes un momento, puedo hablarte del club —no espero a que le respondiera y continuo. — Como ya te puedes dar cuenta, quizás entrar a cualquier otro club y mantenerte es demasiado estresante, casi como una materia más... No todos encajan en esos estándares y rígidas reglas. Mi visón es un club para quienes tienen diferentes talentos y quieren expresarlos con libertad, es... básicamente un club con un poco de todo, aunque en pocos términos, es un club de teatro donde mezclamos los talentos de todos. Si te gusta la música, actuar e interpretar personajes, es el lugar ideal para ti. Aunque también puedes estar tras de bambalinas apoyando si no te sientes cómodo siendo la estrella —se apresura a decir. Jason no entendía. Había un club de orquesta, así que ese lado de la música estaba cubierto. No entendía por qué tener otro club con básicamente lo mismo.
—Realmente nos encantaría que nos dieras una oportunidad al unirte. No se lo digo a muchos, pero nos hacen falta miembros o van a cerrarlo. — La mirada de la chica era insistente, ojos soñadores llenos de esperanza, y Jason iba a matar esa esperanza.
—Lo siento, pero ya postulé a un club y estoy seguro de que me quedaré en ese —pudo ver cómo la esperanza se rompió un poco, pero la chica era fuerte y supo ocultarlo pronto, no lo suficiente para que Jason no se diera cuenta—. Seguro encontrarás a alguien más —sintió la necesidad de decirlo.
—Sí, entiendo, gracias por escuchar —con la mirada baja, Sally se fue caminando por donde vino.
Después de eso, Jason sintió como si hubiera matado algo dentro de Sally. Y se preguntó que, de no tener aún la cadena atada al cuello, se preguntó qué hubiera elegido él.

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