I
— ¡Qué sueño más loco! —Exclamó en voz baja Alex, levantándose de un salto de la cama a fin de ir al baño, y de paso ir a la cocina por un trozo de torta—. ¡Me pregunto si de verdad todas esas cosas pasaron o si habrán sido puras imaginaciones mías! ¡Aunque no creo que se me pudiese ocurrir una aventura tan extraña como esa!
—Créeme muchacho… ¡Las cosas van a ponerse más extrañas todavía! —escuchó decir Alex a una voz sumamente familiar en cuanto estuvo de vuelta en su habitación, descubriendo así al pequeño genio de fuego Enji sentado sobre su cama, con una gran sonrisa.
— ¡ENJI! ¡¿PERO QUÉ CARACHO ESTÁS HACIENDO AQUÍ?!
Antes que los gritos destemplados del niño despertasen a su padre, Enji se apresuró a taparle la boca con la mano izquierda, llevándose la otra mano a los labios en señal de silencio.
— ¿Así dices hola a tu viejo maestro? ¿Quieres que todo el Perú se entere que yo estoy aquí?
— ¡Perdón! ¡Me deje llevar por la emoción!
— ¡Ya olvídalo! ¡Un error lo comete cualquiera! ¡Y por cierto, feliz cumpleaños! —contestó el geniecillo, entregándole una llave plateada adornada con una gema azul al chico, quien la recibió con gesto un tanto decepcionado:
—Eh, gracias…Es una llave muy bonita…
—Muchacho, la llave no es el regalo… ¡El regalo es lo que abre!
— ¿Y qué cosa que abre?
— ¡Eso ya lo verás en su debido momento! ¡Ahora no hay tiempo que perder, ya que la Dama Lavinia nos espera en la Tierra de Danann!
— ¿Tenemos que ir justo ahorita? ¡Es que todavía tengo ganas de dormir un poco más…!
— ¡Podrás dormir todo lo que quieras en tu nueva casa! ¡Le he preparado una cama sumamente cómoda!
— ¿Cuál nueva casa? ¿De qué estás hablando?
Pero antes de que Enji pudiese contestar nada, el suelo de la habitación de Alex comenzó a brillar, sintiendo en menos de un segundo el cumpleañero que caía en medio del vacío…
II
…encontrándose luego en el lomo de una esponjosa criatura, suerte de cruce entre oveja, tortuga y dragón con unas alas de murciélago demasiado pequeñas para su enorme cuerpo, la cual no tardó en desplazarse como una estrella fugaz a través de una infinidad de estrellas y galaxias.
— ¡Más despacio, por favor! —suplicó el muchacho, aferrándose con fuerza a la lana de aquel animal; cuando pareció que estaba a punto de caerse de su lomo, aquella misma lana se extendió, reteniéndole como una fuerte soga, creando luego una especie de tienda que le sirvió de refugio a Alex.
— ¡Asu máquina! ¡Sólo espero que viajar a la Tierra de Danann no siempre sea así de turbulento!
— ¡Por supuesto que hay formas más tranquilas de llevar acabo un viaje cósmico, pero la Dama Lavinia prefiere mandar a sus criaturas mágicas! —proclamó Enji, apareciendo al lado de Alex en medio de una nubecilla de humo púrpura.
— ¿No podías solamente hacerme aparecer en la Tierra de Danann tronando los dedos solamente? ¡Podría haberme ahorrado el susto!
— ¡Sólo los genios y ángeles pueden viajar de esta manera entre mundos! ¡Pero la próxima vez prometo traerte yo en primera clase a ti y a tus amigos!
— ¡Pues ojala haya una próxima vez! ¡CUIDADO!—exclamó Alex, en cuanto una lluvia de meteoritos se enfilo a toda prisa hacia donde ellos estaban, únicamente para ser convertidos en un montón de escarcha por medio de un simple resoplido de la oveja dragón.
— ¡Eres formidable Smok! —Dijo Enji, dándole una serie de amistosas palmadas a la cabeza de la oveja dragón—. ¡Nunca me cansaré de ver tus hazañas!
Como única respuesta, aquella criatura dejó escapar un sonoro bostezo, cuyo vaho no tardó en convertirse en varios copos de nieve interestelar.
— ¡Increíble! —Dijo por su parte Alex, lleno de admiración—. ¡La Dama Lavinia sí que tiene unas mascotas de lo más geniales!
Repentinamente a Smok se le erizó todo el pelo, pegando una serie de fuertes gruñidos:
— ¿Qué pasa ahora? —preguntó Alex, confundido y asustado.
— ¡Nunca llames a un animal mágico “mascota”, chico! —le explicó por lo bajo Enji al niño—. ¡Son seres muy inteligentes y sensibles, y referirte a ellas de esa manera es considerado como una gran falta de respeto!
Con gran reverencia, Enji formuló la siguiente disculpa:
— ¡Tendrá que perdonar a mi pupilo, gran bestia mística! ¡Su juventud le ha hecho expresarse de forma incorrecta, pero lo ha hecho sin ninguna mala intención! ¡Tome en cuenta que él proviene de una tierra casi por completo carente de magia!
Dichas palabras parecieron tranquilizar a la oveja dragón, poniéndose entonces a ronronear casi como si fuera un gigantesco gato lanudo…Y tan relajante era este ronroneo, que Alex no tardó en quedarse dormido envuelto a la lana a manera de cobija.
En su sueño, recordó no obstante escenas del día anterior, viniendo a su mente el recuerdo de su padre, a quien había dejado en casa sin siquiera despedirse de él, pensamiento que le hizo despertarse de inmediato:
— ¡Tengo que volver! ¡No me despedí de mi papá!
— ¡No te preocupes por eso, muchacho! ¡Cuando llegué a tu casa, tu viejo estaba profundamente dormido! Se merece un buen descanso luego de haber estado trabajando tan duramente en la semana para mantenerte a ti y a tus mininos, ¿No te parece?
—Supongo que sí… ¡Además seguramente él no me creería si le contase sobre la Tierra de Danann y la misión de los Guardianes Místicos!—reconoció Alex, esperando estar de vuelta en casa antes de que amaneciera.
III
No pasó mucho tiempo para que los demás chicos les diesen el alcance a lomos de tres diferentes criaturas mágicas: Raúl se encontraba sobre un inmenso cetáceo de piel transparente y abundantes cuernos, mientras que Luis por su parte iba sobre un animal semejante a una mezcla de rana y paquidermo, en cuya cabeza aplanada crecía un enorme nenúfar.
Y en cuanto Luna, ella viajaba a lomos de su querido murciélago Xamic, que había agrandado considerablemente su tamaño a fin de realizar aquel increíble viaje a través del cosmos: Culminada la travesía, los chicos descendieron a tierra, encontrándose nuevamente en aquel mundo repleto de maravillas conocido como la Tierra de Danann.
Tan admirados habían quedado Raúl y sus amigos al momento de contemplar el magnífico paisaje existente a su alrededor, que les tomó un par de minutos darse cuenta de que los cuatro se encontraban todavía en ropa de dormir, riéndose un poco al ver que Alex traía puesta una pijama adornada con ositos.
— ¡Fue un regalo de mi abuelita! —se apresuró en decir el aludido, explicación que hizo reír todavía más a sus tres compañeros.
— ¡Bah! ¡Cómo se nota que ustedes no saben apreciar el valor sentimental de las cosas!—murmuró el regordete guardián, cruzándose de brazos. Eso sí, para sus adentros agradeció que la segunda venida a la Tierra de Danann no hubiese acontecido durante el mes pasado, durante el cual el calor excesivo le obligaba a dormirse en calzoncillos o hasta desnudo en algunas ocasiones.
Por su parte, las enormes criaturas mágicas que habían transportado a los chiquillos hasta ese mundo no tardaron en asumir un desconcertante estado de aletargamiento que los hizo volverse estatuas de piedra que bien podrían haberse confundido con alguna de las formaciones rocosas existentes en aquel territorio, siendo el murciélago Xamic el único en no asumir dicha transformación: En vez de ello, redujo considerablemente su tamaño a fin de acompañar a su dueña posándose sobre su hombro izquierdo.
— ¿Esas criaturas se encuentran bien? —preguntó Raúl, señalando la estatua de piedra que hasta apenas unos instantes había sido su montura.
— ¡No te preocupes! Así es como este tipo de bestias mágicas duerme, convirtiéndose en piedra o en árboles—explicó el Capitán Kenneth—. Si escuchas con atención, podrás darte cuenta de cómo es que sus corazones todavía laten, aunque mucho más lentamente que antes…
— ¡Si hubiera sabido que íbamos a venir justamente hoy día, me habría acostado vestida! —suspiró Luna, a quien la idea de tener que pasársela en pijama no le entusiasmaba demasiado, sintiéndose un poco como Wendy en Peter Pan, transportada al País de Nunca Jamás en camisón de dormir.
— ¡Yo me habría puesto zapatos y medias! —agregó por su parte Luis, sintiendo desde ya adoloridas las plantas de los pies.
—Niños, no se preocupen, que su situación tiene muy fácil arreglo: ¡Déjenlo todo en manos de Enji! —dijo el genio de Fuego, quien aspiró entonces con mucha fuerza, hinchándose de forma semejante a un pez globo, para luego soplar una ventisca escarchada sobre los cuatro jóvenes guardianes, transformando sus pijamas en ropa de diario, muy semejante a los atuendos que habían usado durante su primera aventura en aquel extraño mundo.
— ¡Vaya! ¡Y hasta se siente como si esta ropa estuviese recién planchadita! ¡Así da gusto usarla! —exclamó entusiasmadamente Alex.
— ¡No sabía que podías crear ropa de la nada, Enji! —comentó Luis, contemplando lleno de gusto sus nuevas zapatillas, mucho más finas que cualquier otro calzado que él hubiese usado alguna vez en su vida.
— ¡Oh, esto es una minucia en comparación de las muchas cosas que yo puedo hacer, mi joven amigo! ¡Transformar los átomos de la materia inerte es en realidad uno de los trucos mágicos más básicos que existen! ¡Apuesto que ustedes cuatro también podrían aprender a hacerlo con un poco de práctica!
— ¡Yo quiero ser capaz de cambiar mi guardarropas a gusto! ¡Qué cosas tan lindas podría probarme! ¡Enséñame, por favor, Enji! —Solicitó Luna, poniéndose a soñar despierta con toda clase de atuendos preciosos que siempre había querido usar—. ¡Por fin podré estar a la vanguardia de la moda como siempre he querido!
— ¡Si, Enji! ¡Enséñanos, por favor! —solicitaron al unísono Alex y Luis.
— ¡Quiero añadirle unas llamaradas a mi chaqueta! ¡Y dame unas gafas de aviador! ¡Y unos guantes! —Pidió el cumpleañero—. ¡Siempre quise parecerme a uno de esos chicos que salían en Digimon!
— ¡Yo también quiero parecerme a los que salen en Digimon! ¡Y también quiero parecerme a Gokú y a Ikki de Fénix! ¡Y también quiero ser más alto! ¿Puedes hacerme más alto? —Preguntaba Luis—. ¡No, mejor hazme ver como Sasuke de Naruto! ¿Puedes hacerme parecer a Sasuke de Naruto, Enji? ¡Y también quiero parecerme a Iron Man! ¡Y a Batman!
— ¡Chicos, chicos! ¡Me encantaría concederles todos sus deseos, pero si lo hago, podría meterme en problemas con la Dama Lavinia, que no quiere que malgaste mis poderes y todo eso!
Al oírle hablar de esa forma, los tres niños pusieron una triste cara de decepción; tan triste de hecho, que Enji terminó resignándose a conceder sus locas peticiones con la condición de que solamente alterasen sus atuendos y no su físico personal.
— ¿Y tú? ¿No quieres que dé alguna ropa especial de ningún tipo? —preguntó Enji a Raúl, quien hasta ese momento se había mantenido al margen de la conversación, admirando las montañas flotantes en las cercanías, cuyas cimas culminaban en preciosas formaciones cristalinas multicolores.
—Yo estoy bien, así, ¡Gracias! —dijo el muchacho, y aunque esas ropas que traía puestas ahora en apariencia bastante sencillas, lo cierto es que le quedaban muy bien.
“¡Raúl es tan guapo que cualquier cosa siempre le queda muy bien!” pensó en esos momentos Luna al contemplarle. “¡Debería ser actor! ¡Apuesto que tendría muchas admiradoras!”
Raúl por su parte, se sentía impaciente por reunirse nuevamente con la bella Dama Lavinia, la persona a quien más ardientemente había deseado volver a ver durante aquel último verano…
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