— ¿Dónde estamos, por cierto? —preguntó Raúl a Enji, en cuanto el genio hubo terminado a de arreglar los atuendos de sus tres compañeros de acuerdo a su gusto personal—. ¿La Dama Lavinia está aquí?
“¡Se nota que está templadazo de la tal Lavinia!” pensó desdeñosamente Luis, meneando la cabeza.
— ¡La Dama Lavinia se encuentra de viaje en estos momentos, pero no se fue sin encomendarme la tarea de darles la bienvenida en cuanto estuvieran de vuelta! —respondió una voz a detrás de los chicos, quienes al volver la mirada descubrieron ante sí a nada menos que al Capitán Kenneth, guerrero de quien se habían hecho amigos durante su primera venida a la Tierra de Danann.
— ¡Capitán Kenneth! ¡Qué genial volverlo a ver! —Dijo Alex, corriendo al encuentro de este personaje, con quien procedió a chocar los cinco, para luego abrazarle.
— ¡Yo también estoy feliz de verles, muchachos! ¡Espero que la hayan pasado bien de vuelta en su mundo!
— ¡La pasamos muy bien, pero nunca dejamos de pensar en nuestros amigos de la Tierra de Danann! —agregó Luna, también abrazando al Capitán.
— ¿Así que la Dama Lavinia se encuentra de viaje…?—preguntó por lo bajo Enji —. ¿Tienes una idea de cuándo volverá?
—Pues la verdad, no lo sé…Aunque si tienes alguna duda al respecto, podrías preguntárselo al maestro Waheela…
— ¡Oh, eso ni pensarlo! ¡Ese perrazo es todavía más severo que la propia Dama Lavinia!
— ¿Y cómo han ido las cosas por aquí, Capitán? —Preguntó Alex—. ¿Ha ocurrido alguna clase de problema para que necesiten nuevamente de nuestros servicios?
—Pues que yo sepa, ¡No! ¡Al menos no este planeta! ¡Aunque los demonios de la Anti-Vida siempre están causando problemas en alguna parte del cosmos! Supongo que cuando la Dama Lavinia esté de vuelta, ella se encargará de encomendarles su misión…
— ¿Y qué haremos mientras tanto?
— ¿Por qué no les muestras su nueva casa a los Guardianes Místicos, Kenneth? ¡Y de paso podrías presentarles el nuevo escuadrón que tienes bajo tu mando! —propuso un risueño Enji, ante lo cual el aludido se rascó un tanto nerviosamente la nuca.
— ¿Cuál nueva casa? ¿Y cuál nuevo escuadrón? —Preguntó por su parte un confundido Luis—. ¿De qué está hablando?
—Pues… ¡Síganme, y lo verán muchachos! —fue la única respuesta del capitán, guiándoles a través de aquel territorio de clima tropical, arribando finalmente hasta donde se erigía una imponente construcción muy semejante a la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
— ¡Bienvenidos a casa, Guardianes Místicos! —proclamó de forma solemne el capitán Kenneth, sonriendo al ver la deslumbrada expresión en el rostro de los chicos, quienes todavía no salían de su asombro.
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