— ¡Así que este es el nuevo escuadrón bajo su mando, Capitán! —comentó Alex, una vez estuvieron todos reunidos dentro de una especie de granja subterránea que les servía de vivienda al Capitán Kenneth, Rakhna y al Capitán Medved, así como también a los tres bebés que debían cuidar, llamados respectivamente Uqbar, Orbis y Tertius.
— ¡Así es, en efecto!—reconoció el aludido—. ¡Nunca me habría imaginado que convertirnos en guardaespaldas de la Dama Lavinia sería una experiencia tan semejante a la de ser padres primerizos…!
—Ya llevamos tres días sin haber podido dormir…—agregó Rakhna, apoyando su cabeza sobre el hombro de su novio—. ¡A veces los chicos se transforman y aunque no son tan fuertes como un berserker adulto, sí que pueden llegar a ser un verdadero dolor de cabeza!
— ¡Es una completa pesadilla! ¡Una parte de mí casi preferiría seguir siendo conejillo de indias del ejército de Guring!
— ¡No puede estar hablando en serio, Capitán Medved! —Repuso en seguida Enji—. ¡Esos tipos los trataban peor que animales, y les sometían a toda clase de humillantes torturas!
—Sí…Bueno…No era muy lindo que digamos…—reconoció el hombretón, rascándose una cicatriz en el brazo izquierdo, recuerdo de uno de esos experimentos siniestros—. Creímos que esos tipos nos ayudarían a controlar nuestra bestia interior, pero lo cierto es que solamente les interesaban los alcances de nuestro poder destructor, acaso para hacer uso del mismo contra planetas enemigos…
—O tal vez contra alguna nación mucho más pequeña, poseedora de algún recurso mineral que ellos quisiesen explotar a su completo antojo…Vamos, Medved…Sabíamos bien con quien nos estábamos metiendo, pero tampoco es que tuviésemos muchas opciones…
Y dirigiéndose a Alex, agregó:
— ¡Le agradezco mucho que haya intercedido en nuestro favor, señor Guardián! Al menos en nuestra nueva posición somos capaces de adquirir con mucha mayor facilidad el complejo químico que controla nuestras transformaciones…
—Sí, nos ha servido de mucho… ¡A veces hasta me siento casi normal, en vez de como una bomba a punto de estallar en cualquier momento!
—Aunque a veces, claro está, extraño un poco a X-395 y a las otras unidades bio-tecnomágicas… ¡Ni que decir de nuestro camarada Jayden!
— ¡Oh, no tienes ni idea de cuánto extraño al bueno de Jayden! —Exclamó de forma conmovida el Capitán Medved, casi a punto de ponerse a sollozar—. ¡Por mi vida, cómo lo extraño!
— ¿Y qué pasó con todos ellos? —preguntó Luis.
— ¡Se encuentran en ciudad Hélix, por supuesto! —Repuso el capitán Kenneth—. ¡Siguen cumpliendo con su misión de patrullar esa ciudad y mantenerla a salvo de cualquier amenaza! ¡La pobre X-395 se puso muy triste en cuando se enteró que nuestros caminos debían separarse! ¡Pero aun así nos deseó la mejor de las suertes a los dos! ¡Incluso estuvo presente en nuestro nombramiento oficial como guardaespaldas de la Dama Lavinia en la isla de Mellus!
—Y aparte de ustedes dos y los tres bebitos… ¿Nadie más integra ese escuadrón de guardaespaldas? —preguntó Luna.
—Bueno…Está también ese lobo gigantesco Waheela, que si no me equivoco, es el maestro del señor Raúl…
—Efectivamente, es mi maestro: Aunque la verdad no sé si pueda realmente confiar en él…—confesó el aludido, todavía un poco mortificado por lo sucedido a raíz de la prueba a la que dicho personaje lo sometió en su primera venida a la Tierra de Danann, en la que por poco termina pereciendo de no haber sido por la intervención de Alex.
— ¡La Dama Lavinia fácilmente podría disponer de los numerosos paladines bajo su mando, muchos de los cuales son incluso más fuertes que yo!—dijo el capitán Kenneth—. ¡Sin embargo, ella prefiere que la gran mayoría de ellos se encuentren desempeñando misiones en diferentes partes del cosmos! ¡Únicamente permite que un número muy limitado de paladines habite la Tierra de Dannan, y sólo bajo ciertas circunstancias especiales!
—Como el señor Clint Maverick, por ejemplo—señaló Raúl.
— ¡Al bueno de Clint lo paran enviando constantemente a todo tipo de misiones! ¡Pero él está contento con esa tarea, sobre todo si puede salvar a alguna especie amenazada! ¡Sin embargo, lo cierto es que la Dama Lavinia no requiere de mucha protección que digamos! ¡Ella es increíblemente poderosa, mucho más de lo que ustedes creen! ¡Tener un escuadrón de guardaespaldas es únicamente una simple formalidad!
—Pero… ¿Qué tal si otro villano intentase secuestrarla como ese malvado de Erebo lo hizo? ¿No debería tener a alguien para protegerla de ese tipo de situaciones? Digo…Alguien además de nosotros, claro está... —comentó Luna, quien todavía no comprendía las extrañas leyes de ese mundo en el que se encontraba.
—La verdad es que nunca antes había oído que la Dama Lavinia fuese secuestrada…Por lo general, suele tener las cosas perfectamente bajo control en la Tierra de Danann…En todo caso, desde que era un niño pequeño, Waheela se ha desempeñado casi siempre como su mano derecha. ¡Me sorprende que no haya hecho nada por intentar salvarla él mismo!
—Y ese tal Waheela… ¿Es acaso otra de las criaturas mágicas al servicio de Lavinia o qué? —preguntó Luis.
— ¡No tengo ni idea al respecto! ¡Lo único que puedo decirles es que la Dama Lavinia nunca ha objetado ninguna de las órdenes que nos da Waheela, así que tampoco nosotros podemos cuestionarnos su autoridad!
“¡Qué extraña manera de hacer las cosas tienen en este mundo!” no pudo evitar pensar Raúl en esos momentos, aunque también consideró que sí la Dama Lavinia confiaba de esa manera en Waheela, debía ser por una buena razón.
— ¡La última orden que nos encomendaron nuestros dos patrones fue la de recibirlos a ustedes, chicos…!—dijo entre bostezos el capitán Kenneth, a punto de caer dormido sobre la mesa en la cual el grupo se hallaba reunido tomando té—. ¡Pero ahora que están aquí, procuren ponerse cómodos y descansar hasta el momento en el que les sea encomendada su misión!
— ¡Sí! ¡Aprovechen ahora que los tres diablitos están durmiendo en sus cunitas! ¡En cuanto despierten de su siesta, les aseguro que van a lamentar no haber descansado debidamente mientras pudieron hacerlo! —agregó el capitán Medved, quedándose dormido sobre el sillón en el que estaba recostado.
—Sí…Sólo quédense muy tranquilos y quietecitos y descansen, Guardianes…Descansen…—secundó la pobre Rakhna, durmiéndose también.
Tras un breve e incómodo silencio únicamente interrumpido por los fuertes ronquidos del Capitán Kenneth y el Capitán Medved, Enji y los chicos se miraron nerviosamente entre sí:
—Eh…Y ahora, ¿Qué hacemos?
— ¡Yo digo que dejemos a nuestros amigos los guardaespaldas-nodrizas gozar de su merecido reposo! —Propuso Enji, haciendo aparecer tres cobijas para los durmientes—. ¡Yo me encargaré de seguir guiándoles a través de este templo sagrado, mostrándoles sus maravillas! ¡A menos claro, que ustedes prefieran quedarse aquí!
—Tengo la impresión de que si permanezco aquí, terminaré rompiendo alguna cosa sin querer, como siempre ocurre cada vez que me ordenan que me quede tranquilo y quieto en un solo lugar… —dijo Alex—. ¡Vamos nomás, y ya después nos reuniremos nuevamente con Kenneth y los demás en cuanto se encuentren un poco más descansados!
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