I
Y de hecho, los chicos se quedaron más que encantados con dichas habitaciones, las cuales contaban con toda clase de lujos propios de un hotel de cinco estrellas, sin mencionar que el genio de fuego las había acondicionado especialmente de acuerdo con sus gustos personales:
Así, por ejemplo, la habitación de Luna contaba con una inmensa biblioteca con infinidad de libros, entre los cuales estaba incluido el sagrado grimorio de los Guardianes Místicos, aquel grueso volumen de hechizos secretos que ella había obtenido durante su primera misión en la Tierra de Danann, y que había tenido que dejar a su maestra, la Reina Hada Uonaidh, al momento de volver a su mundo.
Las habitaciones de Luis y Alex eran casi idénticas: Ambas estaban repletas de golosinas y juguetes, conectándose por medio de un pasadizo secreto que conducía hasta una playa paradisíaca con un espléndido mar azul, sitio en donde ambos amigos no tardaron en meterse a nadar completamente desnudos, aprovechando que nadie los veía.
Por su parte, aunque la habitación de Raúl era bastante más sencilla en comparación a las otras tres, era de todas formas muy del agrado de su ocupante, teniendo su propia chimenea en la que uno podía ponerse a asar malvaviscos; asimismo, en sus paredes se hallaban representados todo tipo de animales salvajes, particularmente especies por las cuales el muchacho había tenido una gran fascinación en su niñez: Dicho sea de paso, ninguna de estas imágenes era estática, permitiéndole un hechizo del genio dar a esas pinturas toda la impresión de ser criaturas vivientes que existían en otro plano de la realidad, ilusión que logró cautivar gratamente el corazón de Raúl.
“En otro tiempo, un cuarto así me habría parecido infantil, incluso ridículo…” pensó el muchacho, al momento de acostarse, con un gran sonrisa en su rostro. “Nada era capaz de hacerme sonreír realmente en esos días amargos… ¡Es increíble cómo han cambiado las cosas en apenas unos meses!”
El joven guardián pensó entonces en sus tres amigos, los amigos más cercanos que alguna vez hubiese tenido, sintiéndose el chico más afortunado del mundo por haber tenido la oportunidad de vivir toda esa aventura en su compañía.
“Todo se lo debo a ellos…Y a la Dama Lavinia…”
Revisando uno de sus bolsillos, el chico descubrió el catalejo dorado que había hecho aparecer el anillo mágico de Luna, preguntándose cuál sería el verdadero propósito de dicho objeto, y que relación podría tener con la nueva misión que él y sus camaradas deberían desempeñar ahora.
“Espero que la Dama Lavinia se encuentre bien…Y que regrese pronto…”
Tal fue el último pensamiento de Raúl, antes de quedarse profundamente dormido.
II
Alex y Luis fueron despertados de su sueño por una serie de lengüetazos, despertándose en el acto; junto a su cama se encontraba el enorme perro oruga Murzim, con el geniecillo Enji montado sobre su lomo:
— ¡Buenos días, chicos! Espero que hayan disfrutado de su sueño reparador…
— ¡Hola Enji! —Dijo entre bostezos Alex—. Creo que nos quedamos dormidos después de nadar un rato en esa playa escondida que creaste para nosotros…
—¡Sí, se nota que la pasaron muy bien!—repuso el genio de fuego, notando entonces que ambos chicos se encontraban todavía desnudos, habiéndose acostado así luego de su última zambullida—. Por cierto, si lo que les hacía falta era un traje de baño, tan sólo tenían que revisar los armarios de sus habitaciones, muchachos… ¡Tenían como quince pares disponibles! ¡Y una escafandra, incluso!
— ¡No nos hizo falta ponernos nada, Enji! Si aquí estamos entre amigos, ¿Verdad que sí, Luis?
— ¡El ambiente estaba muy caluroso! —Agregó el aludido—. ¡Así nos refrescamos mejor!
— ¡Y tampoco nos quedan rayas blancas en el cuerpo después de tomar el sol!
— ¡Sí, bueno, mejor alístense de un vez, porque que sus otros dos compañeros ya están despiertos y los esperan para desayunar! ¡Podrán pensar en seguir asoleándose después de que hayan comido!
— ¿Nos dormimos mucho rato? — preguntó Alex, conforme iba cambiándose.
—Unas seis horas, aproximadamente…
— ¡Seis horas! ¡Podría jurar que solamente tomamos una siestecita! —comentó Luis, todavía un tanto adormilado.
— ¿Y qué hiciste tú durante todo este tiempo, Enji? ¿También te dormiste?
—Pues… ¡Solamente pase el rato con Murzim, esperando hasta que ustedes despertasen!
Alex no quedó precisamente muy convencido con su respuesta, pareciéndole que el genio de fuego le escondía algo, pero no le dio mayor importancia al asunto; hambriento como estaba, su único pensamiento durante aquellos instantes era el de disfrutar un buen desayuno en compañía de sus amigos.
III
Cambiando su atuendo por el de un chef de cocina, Enji se apresuró en prepararles el desayuno a los chicos en una sala contigua a sus cuatro habitaciones, la misma que había acondicionado de forma semejante al comedor en la casa de Alex, tomándole apenas dieciséis segundos tener completamente listo un opíparo banquete consistente en papas fritas, panqueques con miel y helado, varios sándwiches de chicharrones con camote, numerosas butifarras, y también caldo de mote, con una fresca jarra de chicha morada como bebida.
— ¡Creo que si como todo esto me voy a empachar! —dijo Luis, sintiéndose abrumado de tan sólo contemplar tanta comida servida en su presencia.
— ¡Haz lo que yo hago, y sírvete un poco de cada cosa! —Le sugirió Alex a su amigo, comenzando a llenar su plato—. ¡Y si todavía te entra un poco más en la barriga, ve por una segunda ronda!
— ¡Pero qué tragón! —musitó por lo bajo Luna, meneando la cabeza.
Y sin embargo, bien que ella se despachó esa mañana un abundante desayuno, fácilmente comparable en cantidad con el que Alex y Luis se sirvieron, casi pareciendo ambos estar en medio de una competencia por ver quién de los dos comía más.
Xamic también se dio una buena tragazón, hinchándose como una botija después de darse todo un banquete de frutas para él sólo, engulléndolas casi enteras.
Raúl en cambio fue bastante más moderado que sus compañeros, sirviéndose apenas una tostada con palta, además de unas cuantas rodajas de papaya. Ni siquiera tomó chicha, sino solamente agua.
— ¿Eso nada más vas a comer? —le preguntó un confundido Enji al muchacho, quien no parecía haber quedado precisamente muy impresionado con sus habilidades culinarias—. ¿No quisieras servirte alguito más?
—Muchas gracias, pero ya estoy satisfecho. ¡El cuerpo humano no es barril que deba llenarse, sólo hace falta alimentarse con lo necesario y nada más!
La indirecta fue captada de inmediato por Luis y Luna, pero Alex simplemente pareció no darse por enterado mientras le echaba un poco de miel a su cuarto panqueque con helado.
— ¿Y tú no vas a desayunar nada, Enji? —preguntó Luna, notando que el genio de fuego ni siquiera se había molestado en poner un plato para sí mismo.
—Mi dieta es un poco distinta a la de los humanos. Tiene un poquito más de lava y roca fundida…
— ¿En serio? ¿Eso es todo lo que comes? ¿Sólo lava?
—En realidad, sí puedo comer otras cosas…Pero todo lo demás me sabe a nada en absoluto…Estas papas fritas, por ejemplo…—Enji tomó un par, e intentó degustarlas, sin mostrar la menor reacción—. ¡Es como si masticase cartón!
— ¡Vaya! ¡Qué horrible debe ser no poder saborear los alimentos! —expresó Alex, sinceramente compadecido de su maestro.
—No es tan malo en cuanto de acostumbras a este tipo de existencia, chico…Me tomó un par de siglos, pero me acostumbré al final… ¡Cuando vives tanto como yo, uno ya no le presta importancia a ese tipo de detalles!
— ¿No hay ninguna comida que te guste? ¿Ni una sola?
—Bueno, de vez en cuando unos carbones al rojo vivo no me vienen nada mal… ¡Son casi galletas crujientes para mí!
— ¡Pues te regalaré un balde lleno de carbones para tu cumpleaños! ¡Todos los que puedas comer! —prometió el pupilo del genio, con tono plenamente decidido—. ¡Y también uno por Navidad, Año Nuevo y Pascua!
— ¡Vamos, muchacho! ¡No hace falta que me hagas ningún regalo de ese tipo!
— ¡Es lo menos que puedo hacer! ¡No es justo que usted se quede sin comer luego de prepararnos un desayuno tan sabroso, o darnos esas increíbles habitaciones! ¡También usted se merece darse sus gustos! ¿Verdad que sí, amigos?
Los otros tres asintieron, expresándole con efusividad su gratitud por los regalos recibidos de parte suya, preguntándole además si acaso habría alguna cosa que él realmente quisiera recibir de obsequio:
—Chicos, en serio… ¡No se hace falta que me den nada en absoluto! —aseguró el genio, aunque se notaba en la expresión de su mirada que el gesto de los chicos ciertamente le había conmovido hasta lo más profundo de su ser.
Ya llevaba un largo, largo tiempo cumpliendo los deseos de otros, sin que nadie se hubiese preocupado mayormente de lo que él pudiese querer.
— ¡Pide cualquier cosa nomás Enji! ¡Ya nos la arreglaremos para ver cómo hacer realidad tu deseo! —proclamó Alex, haciendo sus compañeros eco de esta misma oferta.
—Pues… ¡No se me ocurre nada en estos momentos! ¡Tendrán que darme un poco de tiempo más para pensar bien en mi propio deseo!
Y ansioso por cambiar de tema, el genio de fuego agregó:
— ¡Sí ya todos terminaron de desayunar, es tiempo que te dé por fin tu regalo de cumpleaños, pupilo mío!
— ¿Qué este desayuno no era el regalo? —preguntó de forma confundida Alex.
— ¡Yo pensé que esas habitaciones tan lujosas eran el regalo del gordo! —añadió Luna.
— ¡Todavía tengo un regalo más para ti! ¿No te acuerdas de esa llavecita plateada que te di? ¡Me imagino que todavía la tienes contigo!
—Eh…Sí, creo que la tengo por aquí…—dijo el muchacho, revisando los bolsillos de su chaqueta, en donde también se encontraba por cierto aquel misterioso conejo verde de peluche—. ¡Sí, aquí está! ¿Qué hago con ella?
—Abre esta cajita—indicó Enji, al momento de sacar debajo de la mesa en la cual los chicos habían estado desayunando un enorme baúl negro, también adornado con una gema azul.
A fin de hacer espacio en la mesa para dicho cofre, Murzim procedió a despacharse toda la comida restante, tragándosela con platos y todo, incluyendo el mantel; Alex protestó, alegando que aún no había terminado de desayunar (Para total descrédito de sus compañeros, quienes nunca antes vieron a alguien comer así), pero Enji simplemente le ordenó abrir el cofre de una buena vez.
Con un solo clic metálico de la llave plateada, aquel baúl quedó abierto, echándole un vistazo Alex a su interior, dibujándose entonces una sonrisa radiante en su rostro.
— ¡Feliz cumpleaños, Estrella de la Generosidad! —proclamó por su parte el genio de fuego, claramente satisfecho de ver que su último obsequio había tenido el efecto esperado.
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