— ¡Me parece que el título de Estrella de la Generosidad te quedaría mejor a ti, Enji! —se apresuró en contestarle Alex, al tiempo que extraía del baúl muchos otros regalos más, los cuales habían sido enviados por los numerosos amigos que los cuatro niños habían hecho durante su primera venida a la Tierra de Danann, acompañados también por numerosas cartas deseándole un feliz cumpleaños al muchacho: A nombre del pueblo de los ogros de Kuj, el jefe Breen les había enviado una alforja de repleta de cecina que tanto le había gustado a Alex (Aún después de descubrir que estaba hecha de carne de rata del desierto); la bruja Jemoen por su parte envió un gran cuerno repleto de un brebaje bastante apestoso, que según ella, era capaz de curar cualquier tipo de dolor y envenenamiento; X-395 y el Capitán Jayden enviaron una caja repleta de diminutos animales de juguete robóticos que organizaron todo un desfile en miniatura en honor al festejado, con todo y fuegos artificiales.
El Rey Amorcitos de Peludopólis le mandó media docena de fotos suyas autografiadas, además de un keke de fresa preparado por él mismo, tan duro y pesado que bien podría haber servido como una bala de cañón; el vaquero Clint Maverick por su parte, dejó como regalo los tres volúmenes de la enciclopedia de seres y criaturas mágicas que acababa de publicar, único compendio de su clase en recibir la aprobación del maestro lobo Waheela, según rezaba su portada, acompañando estos libros una serie de cartas de felicitación escritas por las hijas gemelas de este guerrero Mayra y Anna María, no dejando de preguntar la primera por Raúl.
Incluso Lou y Henry, las dos holgazanas alimañas mágicas que Enji tenía como inquilinos también mandaron una pequeña contribución a la pila de regalos, consistente en una feísima escultura de papel maché semejante a un cráneo humano, la cual parecía haber sido pegada usando baba de caracol; según la nota enviada por aquel par de badulaques, se suponía que aquella figura representaba a un oso panda (“el animal más bello y querido de todos cuanto existen en ese planetucho tercermundista del cual ustedes salieron, según tenemos entendido” firmaban los cretinos), asemejándose más bien a un hongo derretido con ojos saltones.
Pero créanlo o no, de igual manera Alex estuvo muy contento de recibir semejante mamarracho, sintiéndose en aquellos instantes el chico más afortunado que alguna vez hubiese existido.
— ¿Cómo conseguiste todos estos regalos, Enji? ¿Acaso tuviste que hacer todo el mismo recorrido que hicimos nosotros para convertirnos en Guardianes Místicos?
— ¡En realidad no fue una tarea tan difícil! Tuve que hacerla a la volada, eso sí, porque la Dama Lavinia ha mantenido un estricto control de mis actividades últimamente, dizque para que no “desperdicie” mi poder mágico en trivialidades… ¡Pero como dice el refrán, “cuando el gato no está, los ratones bailan”, y aproveche que ella se fue de viaje para hacerme un paseíto por el continente de Meddi a fin de reunir el contenido de ese dichoso baúl!
— ¡Eres el tipo más bacán de todo el universo, Enji! —Expresó de forma conmovida Alex, al tiempo que estrechaba con fuerza al jinn de fuego entre sus brazos—. ¡Si los maestros de mi cole fuesen tan geniales como lo eres tú no me la pasaría sacándome puros 05 en casi todos los exámenes!
— ¡Te la pasas sacando 05 en los exámenes porque no estudias, y porque no pones atención en clase, gordo! —murmuró entre dientes Luna, un tanto decepcionada porque entre los objetos del baúl no hubiese ningún presente enviado por su maestra la reina hada Una.
—No pude conseguir regalos de todo el mundo, eso sí…—reconoció Enji—. Intenté ir a la selva Iss, pero encontrar a los Mawaris resultó ser mucho más fregado de lo que yo pensé...Además, en esa selva habitan numerosas criaturas mágicas y brujos que le confunden la mente a uno, al punto que casi se me olvida que soy un jinn de fuego…Tampoco pude encontrar la montaña Daoine Sidhe, debido seguramente a un hechizo protector de su reina para repeler a los intrusos…¡Además, las hadas no suelen llevarse muy bien con los genios de fuego, así que seguramente me hubieran recibido con un mar de flechas envenenadas!
— ¿Entonces la Reina Una no va a venir con nosotros ahora? —Preguntó Luna, en tono decepcionado, quien había llegado a hacerse amiga de su maestra en el poco tiempo que ambas compartieron juntas—. ¡Yo quería verla, aunque fuese por un ratito solamente!
—Ella vendrá cuando la Dama Lavinia le convoque… ¡Estoy seguro que se aparecerá por aquí dentro de muy poco! De lo contrario, ella no habría dejado aquí el sagrado grimorio de los Guardianes Místicos, ¿No crees?
—Sí… ¡Supongo que tiene usted razón! —Dijo la chiquilla, echándole un vistazo nuevamente a ese enorme libro de conjuros que había traído consigo de la biblioteca en su habitación.
“¡Espero que la reina venga pronto! ¡No me gustaría tener que irme nuevamente de la Tierra de Danann sin haber podido verla!” reflexionó para sus adentros la joven guardiana, mientras Luis y Raúl revisaban también el cofre negro, sacando muchas cosas más de su interior:
— No te importa si me quedo con algunas de estas cosas que tú no quieras, ¿Verdad?—solicitó Luis a su amigo, al tiempo que se ponía un casco con cuernos enviado también por el jefe Breen—. ¡Porfa, Alex, deje que me quede al menos con esto!
— ¿Vas a poder llevarte todas estas cosas a tu casa, Alex? ¿En dónde las vas a poner? —preguntó Raúl, notando que la sala en donde habían desayunado había quedado tan llena de obsequios que apenas si había espacio para moverse.
— ¡No te preocupes por eso! —Dijo Enji, juntando entonces todos los obsequios, y poniéndolos de vuelta en el baúl con suma rapidez—. ¡Todos tus cachivaches los dejaré en tu habitación especial en este templo, a fin de que estén a tu disposición cuando tú quieras, muchacho! ¡Murzim se encargará de traerte! ¿Verdad que sí, mi peludo amigo?
El perro oruga ladró alegremente, y el genio de fuego entregó a Alex un silbato con forma de hueso, por medio del cual el chico podría invocar a dicho ser mágico.
—Pero procura usar el silbato solamente cuando estés en la Tierra de Danann, ¿De acuerdo? ¡Murzim es muy apegado a este planeta y no le gusta salir de él, a menos que sea estrictamente necesario!
— ¡Prometo no hacer mal uso de este poder! —aseguró el regordete muchacho, aunque desde ya no dejaba de preguntarse para sus adentros si acaso podría invocar a ese inmenso can en la tierra, imaginándose la gran impresión que causaría en su colegio, sobre todo entre los profesores:
“¡Apuesto que ese abusivo del profe Chumpitazi se orinaría de miedo al ver aparecer a semejante perrazo!” pensó, riéndose para sus adentros ante dicha idea. “¡Eso es lo que se gana usted por ponerme un 09 en educación física, señor Chumpitazi! ¡Je je je!”
—Por esa sonrisa en tu rostro, adivino que has quedado más que satisfecho con todos estos regalos, ¿Verdad que sí, campeón? —inquirió Enji, interrumpiendo abruptamente las fantasías de venganza de Alex.
— ¡Sí, claro! ¡Yo diría que este ha sido el mejor cumpleaños de todos!
— ¡Y espera a ver lo que te tengo preparado para Navidad, muchacho! ¡Ahí sí que de veras me voy a lucir! ¡Papá Noel es una zapatilla vieja comparado conmigo!
“¡Ojala mi maestro fuese así de genial como Enji!” pesó Luis, no pudiendo experimentar un poco de envidia al respecto.
Su maestro el viejo Kobari era una gigantesca bestia selvática que todavía seguía pareciéndole una criatura de lo más extraña, con su boca repleta de dientes en medio del estómago y sus casi tres metros de altura.
“¡Apuesto que ese bicho no haría nada parecido por mí! ¡Nadie nunca hace este tipo de cosas geniales por mí!”
—Enji, ¿De casualidad sabes en dónde se encuentra la Dama Lavinia? —preguntó Raúl, todavía confundido por la misteriosa ausencia de aquella joven desde que habían regresado a la Tierra de Danann.
—No lo sé con exactitud…Supongo que podríamos preguntarle al tal Waheela, pero si vamos a ir a buscarlo, es mejor que escondamos todas estas cosas que les he dado, y también escondamos las entradas a sus habitaciones especiales… ¡Definitivamente no le haría mucha gracia ver que se les conceda tanto lujo a unos héroes como ustedes! ¡Ja! ¡Si nos viera en estos momentos ese perrazo…!
— ¿Qué es lo que está sucediendo aquí?
Volviendo la mirada, Enji y los chicos descubrieron que tanto el gigantesco lobo-oso Waheela como la mismísima Dama Lavinia acababan de irrumpir dentro de la sala en la cual se hallaban reunidos, como surgidos de la nada.
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