No le dirigió la palabra a Alex en toda la mañana. Se acercaba el mediodía y aún no encontraba la forma de tener una conversación.
Se sentía mal perturbar la paz con la que Alex recogía la basura con las pinzas. Como si la actividad le relajara o estuviera conforme con su penitencia por los actos cometidos el día anterior.
Jason fue testigo de lo sucedido y, aunque desconocía el porqué, supo que el padre de Alex tenía un gran impacto en él, al grado de hacerlo romper su máscara. Esa información podría ser la que el Hombre Negro estaba. Tenía que indagar sobre el tema.
—Si me sigues mirando así voy a terminar por recoger toda la basura, yo solo.—El ser atrapado mirando le avergonzó y pronto se puso a recoger lo que estaba a su alcance para despistar.
El oficial Piel los vigilaba desde su patrulla. Al menos no usaban uniformes naranjas como lo había visto Jason en la tele. El oficial fue amable con ellos y no se molestaba si se tomaban muchos descansos. A veces esos pequeños actos podían llegar a confundirlo.
—Siento que te haya arrastrado a todo esto. — Alex rompió el silencio sin dejar de recoger la basura. Jason lo miró por el rabillo del ojo. Nuevamente, sin saber qué decir.
—¿Qué?... No, en realidad yo te arrastre a esto.
—No, seguro que yo lo empeoré con el golpe. — Parecía muy convencido de eso y se veía arrepentido.
—Fue un buen derechazo.
— ¿Bromeas? Me dolió horrible, no solo tiene la cabeza dura, sino el rostro también. Nico es un idiota.
Jason dejó escapar una risilla, casi como un bufido, y Alex le siguió con una risa más sonora. Cuando se recompuso se acercó a Alex.
—Déjame ver tu mano —pidió ofreciendo la suya.
Alex dejó las tenazas recargadas contra su costado y se sacó el guante para mostrar su mano a Jason.
Jason la sostuvo. Estaba algo roja e hincha en los nudillos, pero pasaría. — Estará bien, aún podrías golpear balones de vóleibol. Solo ponte algo de hielo.
—No creo que vuelva a jugar, seguro Nico se encarga de eso —Alex suspira desesperado. — Diablos, ¡no sé qué voy a hacer! — Exclamo. Seguramente se había estado guardando eso todo desde el incidente.
— ¿Es por el sistema de puntos? Seguro encontrarás algo.
—Jason también estaba preocupado por eso. No podía darse el lujo de perder contacto con Alex. Ya que la misión de entrar al equipo había fallado, debía buscar una nueva opción. Aprovecharía los días de servicio comunitario para sacar todo lo que pudiera.
—No, eso me da igual. El vóleibol era lo único bueno que tenía, lo único en lo que soy bueno y liberaba mi mente... Siempre lo arruinó todo. —Jason, no espero esa respuesta. Parecía que el chico se rompería. El vóleibol era algo que a Alex le gustaba, independiente de todo. Y pues, claro, brillaba como el sol cuando jugaba.
—¿Qué fue lo que te dijo que te enfureció tanto? — Jason había visto como la ira crecía, y el Alex que aparentaba ser se rompía conforme las palabras avanzaban.
—Nada importante, como ya dije, es un idiota —rápidamente, Alex alejó su mano que aún sostenía y se puso su guante: —Limpiaré por ahí.
Jason se quedó mirando cómo el chico se alejaba sin querer hablar del tema. Tendría que ganar su confianza si quería que este le contara sus razones. Sintió una punzada al estar vendiendo a Alex a costa de la libertad de sus amigos.
Las clases de fotografía se le hicieron aburridas debido a toda la información que bombardeó el profesor. Memorizo cada uno de los tipos de tomas y ángulos por su cuenta. Al final, las palabras del docente no entraban en su mente.
Con todas las cosas de su castigo y servicio comunitario, no había podido ir a ver cómo estaban Erika y Ritchie. Les extrañaba tanto. Podía fingir que era parte de ese mundo, pero no era así. No creía que los demás chicos sentados a su alrededor se preocuparan por no ser cazados por el hombre que los mantuvo cautivos. Vivir con el miedo de que podría meterse en su mente y hacerlos cometer atrocidades.
No era como ellos, nunca lo sería, no le entendían y él tampoco los entendía.
La campana sonó dando por terminadas las clases. Todos se retiraron a sus respectivos clubs. Esquivo personas en el pasillo con raquetas de Lacrosse y algunos otros con trombones y tambores.
Como persona no afiliada a un club, decidió ir a hacer la tarea en su habitación.
No había vuelto a ver a Alex fuera del servicio comunitario. Era su único tiempo de interacción; hablaban uno que otro monosílabo y cada quien se iba por su lado.
Eso le estaba enojando y pensó que quizás debería disculparse por tocar el tema, pero al disculparse volvería a tocar el tema y nada bueno podría resultar de eso.
Se echó el cabello hacia atrás y buscó en su mochila una barra de malvavisco.
El azúcar en su sistema fue reconfortante, también los trozos de arroz inflados en su boca.
Una de las cosas que más le maravilla del mundo exterior, el azúcar.
Guardó la otra mitad de la barra para cuando la necesitara y siguió su camino.
No alcanzo a evitar la colisión cuando doblo esquina. Jason se matuvo firme, pero la persona con la que había chocado no corrió con la misma suerte . Una caja de cartón yacía en el suelo, con lo que parecía ser un monto de utilería. Del club de drama no podría ser; ellos solo hacían monólogos sin vestuario.
No era de su incumbencia y estaba seguro de que él no tuvo la culpa al chocar. Dio un paso para alejarse y algo crujió bajo su pie.
—Diablos, mis lentes... — Escuchó y, levantando su pie, encontró unos anteojos que parecían familiares. Los recogió. No tenía caso siquiera intentar repararlos. El lente y el armazón estaban rotos.
La chica que le insistió para unirse a su club, Sally, se levantó del suelo.
—Y-yo... lo siento, te los voy a pagar. —No estaba seguro de si la beca y el dinero que financiaba el Hombre de Negro le alcanzarían para eso. Pero era lo menos que podía hacer para evitar problemas.
—Está bien, estoy acostumbrada a romperlos... Pero me vendría bien una ayuda llevando eso al club —pide Sally, tomando sus lentes para engancharlos en el cuello de su playera, al menos lo que quedaba de ellos. Una pata estaba chueca, y un lente estrellado. Jason no podía decir de cuán buena era su visión sin ellos, pero decidió no preguntar. Acepta que era algo que debía hacer y toma la caja para ser guiado por la chica. — Así que... expulsado de tu club.
—¿Cómo sabes? — La sorpresa de Jason fue genuina.
—La noticia de que uno de primero fue expulsado corre rápido. Sobre todo, cuando golpeas a Nico Makris.
—Yo no lo golpeé —dijo. Y de pronto Sally se detuvo a observarlo.
—Interesante, supuse que dirías que tú lo hiciste.
—¿Por qué haría eso?
—Por la gloria de golpear a uno de los más grandes idiotas del instituto.
—Escuché que se metía con los demás. — Nico era el típico tipo que descargaba todos sus problemas e inseguridades con los demás; eso o solo era una persona malvada, un ser de caos. Jason aún no decidía de cuál de los dos se trataba.
—Nico sobrepasa los límites de lo permitido. Me alegra que tú no lo hayas golpeado. No te conviene echarte encima a ese perro rabioso. —Sally vuelve a su mirada energética y tono alegre. El club del que tanto había hablado antes, no era más que un cobertizo donde se almacenaban las cosas de gimnasia. No tenía una sede como todos los demás clubes. Corrió la puerta e hizo un ademán de invitación. Jason dudó si entrar, pero aún tenía la caja en manos y debía dejarla en algún lado. —Ya que estás aquí, déjame presentarte a todos. Quizás te termine gustando.
Jason supo que Sally no se iba a dar por vencida, incluso se había aprovechado de la situación para que terminara aceptando un recorrido por su club, si es que se le pudiera llamar club a lo que parecía más una bodega. Sally se acercó a un cajón y sacó unos lentes nuevos. Jason alcanzó a ver una reserva de ellos. Ignoro eso.
—Menos de una semana, te lo dije —alardeó la chica que estaba colgando una cortina para hacer un telón improvisado.
—Creo que son los terceros de este mes —una nueva voz se unió. De un salto, un muchacho bajó de una de las dalas del techo en donde había estado reparando una lámpara. Camino hacia el calendario y lo tacho. Al parecer llevaban la cuenta de cuántos lentes rompía Sally.
—Chicos, él es Jason, quizás quiera unírsenos. — Jason iba a objetar cuando fue tomado de la mano por una persona que no había notado. Le estrechó la palma en un largo saludo y luego le ofreció una galleta. Se veía apetitosa. Y sin decir nada, la chica se alejó cuando Jason la tomó.
El muchacho que había saltado como si sus suspiros fueran de goma se acercó de inmediato y le dijo:—Yo, que tú, la lanzaría por la ventana ahora que no está mirando —aconsejó el chico en un susurro. Jason no entendía, olía bien, se veía bien. Y él nunca desperdiciaría una golosina. Antes de que pudiera intentar comerla, Sally se la arrebata.
—Esa de ahí, era Viky, se encarga de los efectos especiales. Antes pertenecía al club de cocina. Antes de ser expulsada —explica trozando la galleta en el bote de basura—. Su comida puede lucir muy apetitosa, pero nunca ha logrado hacer un platillo que no te mande al hospital. Créeme, todos aprendimos de mala forma.
Jason no pudo procesar ese dato al tener a alguien más frente a él.
—Y yo soy Archie, me encargo de que todo funcione por aquí y, como puedes ver, es un desastre — Archie no mentía. Jason se dio cuenta a la distancia de las diversas mejoras que tenían que hacer en esa habitación para hacerla dignamente habitable, aunque él no podía opinar sobre lugares dignamente habitables. — Y por último, y no menos importante, Cassandra. Nuestra generala encargada de la seguridad del club. También hace los papeles masculinos de nuestras obras de teatro por falta de personal.
Presento a la chica que al parecer había ganado la apuesta sobre los lentes de Sally.
—Un gusto y realmente apreciaría a más hicos en la ecuación. Ya me cansé de ser el príncipe en cada obra.
—Hablando de eso. Traje más utilería. El decano dijo que tendremos que hacer una exposición pronto o se cerrará de una vez por todas.
—Eso sin quitar el hecho de que aún no completamos la cantidad de miembros mínimos para registrarnos como un club oficialmente — le recordó Cass mientras sacaba las cosas de la caja. Luego se giró hacia Jason. — Así que, ¿ya estás dentro o tendremos que seguir buscando tres más?
—¿Cuántos miembros se necesitan para poder registrarse? — Jason evadió la pregunta.
—Siete participantes, pero podemos comenzar a planear todo y buscarlos en el camino —responde Sally trayendo los formularios. —Vamos, solo necesitamos tu nombre aquí y serás miembro del club.
Jason lo pensó. Necesitaba mantenerse en el instituto para seguir su objetivo. Viendolo así, no se veia tan mala opción.
—Ni siquiera sé de qué trata el club —quería recaudar mucha más información antes de aceptar. Lo único que había visto del supuesto club era una bodega con montones de cajas de utilería.
—Solo hacer lo que te gusta: cantar, bailar, actuar. No importa, te encontraremos un rol dentro del grupo. Además, en automático recibes los puntos que te quitaron por la expulsión, bueno, los recibirás cuando nos registremos, pero no importa, podemos llegar a algo grande. — Sally se escuchaba tan emocionada y segura de lo que estaba explicando y los demás chicos creían en ella. — Solo confía y verás.
—Sí, bueno, no creo que funcione conmigo. No soy exactamente talentoso — no en las artes que ellos conocían. A menos que el talento fuera a asesinar a cinco personas con una cuchara en tiempo récord, no creía que se buscara ese tipo de arte. As lo había elogiado por eso.
—Puedes estar tras bambalinas como Viky y Archie. Cass y yo podemos ser las estrellas, aunque siempre puedes cambiar de opinión. — Sally se encogió de hombros.
—Y nosotros no somos estrictos con los ensayos, si no puedes venir un día, está bien —se unió Cass para tratar de convencer a Jason.
—Y también usamos el club para despejarnos y realizar nuestras actividades de ocio. — señala a dónde estaba Viky leyendo un libro en un sofá viejo —. No preguntes si la vez llorar, seguramente es que alguien murió en el libro —susurra, tapando su boca con la mano.
—¿No tiene que aprobarlo un profesor o algo?
—Sí, bueno, a él no le importa. Es el profesor de literatura, el señor De Laurentes. Solo es un requisito. Él firmará la hoja sin siquiera mirar —Sally parecía estar cansada de esa situación. Todos los encargados del Club, que había visto Jason, parecían muy involucrados en estos. Dirigiendo y apoyando. Quizás era porque no estaban en regla.
Jason se sintió presionado. No en el mal sentido, solo que tenía tantos pares de ojos mirándolo mientras sostenía la pluma para firmar el formulario. Se preguntaba si era una buena idea. No eran un club conocido, así que mientras no llamaran la atención, quedaría perfecto para su misión.
—Firmaré —suspira y decide anotar sus datos y firmar al final de la hoja. Del lado contrario estaba el espacio para la firma del tutor del grupo. Esperaba que esa decisión no interfiriera en su misión ni le hiciera perder más tiempo de que ya había perdido.
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