Para Jason, dividir el tiempo entre la misión, ir a clases y las cosas con el club era medianamente fastidioso; reconocía que el plan no estaba yendo de maravilla. Pensó que podría lograrlo sin problema. ¡Qué equivocado estaba! Iba a todas las reuniones del club, donde se hacía una lluvia de ideas sobre cómo ganar miembros. Jason solo observaba y, cuando le pedían su opinión para algo, se iba a lo que la mayoría de ellos había dicho. No mostraba mucho interés y tampoco tenía intención de involucrarse. No podía ser indiferente como para ignorarlos, pero tampoco lo suficiente atento para ser participativo.
Desde entonces solo había visto a Alex un par de veces en esa semana. Compartían algunas clases y, las veces que se topaban en el campus, no cruzaban palabra alguna. Su servicio comunitario ya había sido reducido a solo una vez al mes, por lo que perdió la oportunidad de hablar más seguido. Desde que sacó el tema de su padre, Alex estaba más distante. No solo con él, parecía que con el resto del mundo también.
Alex, que solía irradiar una luz brillante, en ese momento parecía una tenue luminosidad, como si estuviera hecha de papel... En la cual nadie quería rodearse de su luz. Antes había personas alrededor por doquier. En ese momento estaba solo. Contar a los amigos de Alex era inútil. No conocía a nadie que estuviera relacionado con él. Al parecer, el vóleibol era su mundo y al ya no pertenecer, había roto lazos con todos. Se rumoreaba que aún no se unía a ningún club. La escuela solo ofrecía un mes de tolerancia antes de que bajaran los puntos académicos hasta el suelo y comenzara a haber problemas. En la universidad de la península, no bastaba ser un genio en la carrera, porque sin los puntos del club, reprobarías.
Jason quería hablar con Alex, pero no encontraba la forma de acercarse y tampoco sabía qué decir sin que pareciera un interrogatorio. Jason decidió dejarlo por la paz hasta que encontrara una mejor estrategia. Era mejor atacar en un momento más conveniente.
Tomo su charola para el almuerzo y eligió todo lo que tuviera un alto nivel calórico, mucho de ello eran golosinas. Buscó dónde sentarse y antes de que encontrara lugar, la oportunidad de atacar se abrió frente a sus ojos. Vio a Alex tomar su almuerzo en la cafetería e irse de ahí tan rápido como obtuvo sus alimentos. Podría ser su momento, alcanzarlo y sentarse a hablar con él.
Lo siguió por el campus. A una distancia considerable, no quería alarmarlo y verse sospechoso. Alex lo condujo cada vez más lejos de las aulas comunes. Pasillos perdidos entre los arbustos del campus y algunas bodegas del instituto. Lo siguió hacia detrás de una de estas, perdiéndolo de vista cuando dio una vuelta, y, antes de que pudiera girarse también, se tuvo al escuchar más voces.
Decidió ocultarse y escuchar a quién pertenecían las nuevas voces. No era Alex, se trataba de alguien más. Se asomó por la esquina del muro, y vio a dos personas discutir.
—¡Ya te dije que no me gusta que te acerques a ese tipo!
—Está en mi clase, me pregunto sobre la tarea. —Jason conocía esa voz. No podía verlo, porque la espalda del otro hombre lo cubría. Era su compañero de habitación, Emmett. Vio cómo el hombre, claramente mayor y más fuerte, lo tenía agarrado de las muñecas con fuerza. Emmett ni siquiera intentaba zafarse.
—Sí, claro, ¿tanto te gusta que hasta lo estabas haciendo gratis con un tipo como ese?
—¡Yo no estaba haciendo nada! — Emmett iba a decir algo más, pero el chico lo calló de una bofetada en la mejilla que le hizo doblar la cara. Emmett ya no miraba al hombre. Su vista se quedó fija en el suelo.
—¡Dentro del plantel eres mío! Puedes hacer lo que te plazca en las calles, pero no aquí. A mí me rindes cuentas, ¿entendido?
—Sí, Marcus —su voz estaba llena de resignación, mientras sostenía su mejilla.
Jason acaba de ver algo que no debía e intuyo que era hora de irse. Al girarse, pateó una lata de soda que alguien había dejado ahí tirada; por más que Jason deseó que el ruido que provocó no fuera tan sonoro, lo fue. No le dio tiempo de girarse y correr cuando ya escuchaba pasos hacia donde se encontraba. El haber escuchado algo como eso seguramente le metería en problemas. No quería ponerse en la mira de nadie y tener conflictos innecesarios que atrasaran la misión. Ya era suficiente con que le echasen del club de voleibol.
Retrocedió buscando dónde esconderse. No había nada y estaba acorralado, ya eran los límites del instituto y solo se encontraba contra una pared del otro lado.
Lo siguiente sucedió tan rápido. Era la primera vez que alguien se le acercaba por la espalda y no recibía un golpe de parte de Jason. Incluso Jason se sorprendió allegándolo a las mil cosas en su mente. No estaba fluyendo como para pensar rápido en atacar. Aun así, debía reconocer lo sigiloso que era esa persona.
Fue jalado del hombro y empujado contra la pared. Un cuerpo quedó muy pegado al de Jason. Tanto, que podía ver su pecho subir y bajar en conjunto con el logo de la playera que llevaba. Lo habían acorralado, pero no era quien pensó que sería. Al subir la mirada, se dio cuenta de que era Alex. Su cara estaba a centímetros de la suya y movía la cabeza como un cachorro confundido de lo que estaba escuchando.
—Solo son dos idiotas besándose, vamos de aquí —habló el hombre con el que estaba Emmett. Luego, escucharon pasos, indicando que se alejaba, con Emmett siguiéndolo. En ese momento, Jason entendió lo que Alex estaba simulando con su movimiento de cabeza.
No pudo evitar sonrojarse al pensar en que creyeron que estaba besando a un chico. Aunque no era así. Por suerte, la gorra de Alex los tapaba. No podrían saber de quiénes se trataban. Eso no mitigó la pena de Jason, pues seguía teniendo esos intensos ojos cafés, mirándolo directo a los suyos.
—¿Por qué estás siguiéndome? —cuestionó sin alejarse. Solo dejo de simular el beso.
—No te seguía a ti —Jason mintió —. Buscaba a mi compañero de habitación.
—¿Emmett es tu compañero? —Jason asintió. Quería que Alex se quitara de una vez de donde lo tenía prisionero entre el concreto y su cuerpo.
—Yo que tú, me alejaría. A menos que tengas dinero y puedas pagar el precio. De lo contrario no querrás vértelas con Marcus; es el prefecto y bien podría hacerte la vida imposible aquí.
Jason no comprendió al principio y luego todo cobró sentido. Sus ojos se abrieron de la impresión y se apresuró a corregir: —No, yo no lo buscaba por eso.
—Da igual —Alex se encogió de hombros, se quitó del camino y fue hacia la banqueta frente a ellos como si nada hubiera pasado hace poco. Sacó de su mochila una pequeña botella de tequila y se puso a beber.
Había descubierto que los estudiantes de la península venían aquí a hacer cosas ilegales dentro de la institución. Alex estaba rompiendo exactamente la cuarta y no menos importante regla del reglamento escolar.
Jason se acercó con curiosidad, tanteando el terreno para ver si se le permitía sentarse a su lado. Cuando lo hizo, Alex no replicó.
—Creí que los jugadores cuidaban su cuerpo.
—Pues justo, ahora no soy uno, por si no te has dado cuenta —respondió cuando terminó de darle un trago a la botella. Alex le miraba por el rabillo del ojo sin girar la cabeza.
—Ya, pero seguro piensas volver, ¿no? Se ve que es algo que te gusta.
—Sí, me gusta. Pero al final tampoco era para mí. —Entre las opciones que tenía Jason, era adular la razón por la que se encontraba en esa situación o dar consuelo y ánimo. Si tan solo Alex fuera un poco de lo que aparentaba en su perfil, Jason le hubiera adulado.
—¿Y quién lo decidió?, ¿tú? ¿Nico? Si es por él, no creo que deberías dejarlo.
—¿Y tú por qué lo dejaste? Dijiste que lo jugabas en tu infancia. ¿Por qué dejarlo? — A Jason le tomó segundos encontrar una respuesta. No espero que Alex le confrontara.
—Porque a veces, por más que quieras algo, debes aprender a dejarlo ir cuando te hace daño.
—¿Te hacía el daño el vóleibol? — Alex preguntó intrigado.
—Solo no era para mí.
Alex le dedicó una mirada que Jason podría interpretar como desagrado por usar sus propias palabras en su contra; sin embargo, no quiso preguntar a qué se debía. Movió el brazo que sostenía la botella y le ofreció beber.
—¿Y tú, por qué no bebes?
Jason pudo responder algo como no bebo cuando estoy trabajando, o el alcohol puede nublar mi objetividad en la misión, pero no podía decir ninguna de las dos, así que solo tomó la botella y le dio un gran trago...
Para su mala experiencia bebiendo, le quemó la garganta y tuvo que aguantarse mientras pasaba el líquido.
Sintió la necesidad de mitigar el sabor con otra cosa, así que sacó un mini gansito de su mochila y le dio una gran mordida.
El alcohol y el ayuno no iban bien y ese pastelito ayudó a quitar el mareo de su cuerpo.
Sacó otro más y se lo ofreció a Alex.
—¿Tequila y gansitos? —preguntó mirándolo de frente por primera vez en un rato.
—Por el momento, no encuentro otra combinación más perfecta.
Y Alex estuvo de acuerdo cuando le dio una mordida al suyo.
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