Contradecir a Sally era como sumergirse en un pozo de brea: cuanto más objetaras, más te inundarías con tus propias palabras. La habilidad de la chica para usar tus argumentos en tu contra era formidable. Jason lo aprendió mientras jugaban al werewolf. Estaba seguro de que Sally era la bruja.
Archie hizo una señal indescifrable para los demás, y a Jason le costó entender qué intentaba comunicar. Jugaba el papel del borracho, limitado a expresarse mediante señas.
—Estoy segura de que él es el hombre lobo; debemos quemarlo —decía Cass por segunda vez en la ronda señalando a Archie.
Jason miró su carta: El Vidente, con la capacidad de revelar la identidad de uno de los jugadores. Bufó con sarcasmo. Qué bien le vendría tener ese don en ese momento.
—Esto es aburrido. No alcanzamos el mínimo para el juego —les recordó Viky, la moderadora.
—Y tampoco lo hacemos para el club —Archie rompió el silencio, recibiendo un codazo de Cass por su burla.
—No, Archie tiene razón. Deberíamos idear formas de atraer más miembros en lugar de seguir jugando —Sally recogió las cartas, arrebatando las que Archie se negaba a soltar—. Nosotros no nos rendimos. Salgamos y hagamos publicidad para el club; hagamos volantes.
Jason se dio cuenta de inmediato del rasgo de liderazgo que poseía Sally. Había cambiado la moral del grupo con unas pocas palabras. Pronto surgieron voces aportando ideas para los volantes. En poco tiempo, ya se estaban imprimiendo con la vieja impresora que tenían allí.
Cass sacó una patineta entre el montón de cosas y se subió con un montón de panfletos bajo el brazo recién impresos, como pan caliente.
—Podemos ofrecer degustaciones de postres para atraer a la gente. —Las caras de los chicos reflejaron preocupación al escuchar la propuesta de Viky. —Tranquilos, los compraré, no los hornearé yo misma —aclaró tan pronto como notó las miradas.
Sally repartió una cantidad a todos. Archie incluso llevó cinta para pegar algunos en las paredes y postes.
Por poco, Jason se escapa de realizar la tarea, pero Sally le dejó caer una pila de hojas pesadas en los brazos.
—Andando, sé carismático y consíguenos miembros. Eres lindo, podrías intentar con las chicas —aconsejó Sally al pasar de largo. Jason podía ser muchas cosas, pero carismático no estaba en la lista. Por lo general, las personas apartaban la mirada cuando lo veían pasar; quizás era debido a la cicatriz en medio de su cara. En ese momento, estaba cubierta, y quizás se veía medianamente normal. Aun así, hablar con las chicas no era una opción.
Cuando llegaron al Campus General, Cass tomó la delantera. Sin duda, una chica en patineta por el campus llamaba la atención. Eso, y los pañuelos que colgaban de su cinturón, ondeándose mientras se deslizaba entre los estudiantes como un espectáculo.
Jason se perdió en el entusiasmo de los chicos y su perseverancia, a pesar de las malas caras de algunos de los estudiantes que no querían escucharlos o se negaban a tomar el folleto.
Bajó la mirada hacia la pila en sus manos: una nube con arcoíris de fondo parecía dibujada por un niño de primaria. Sobre el arcoíris, grandes letras negras decían: "Únete a nuestro club". Debajo de eso, una pequeña lista de actividades.
Se resignó y comenzó a avanzar para entregar volantes a los que pasaban, a pesar de su rechazo. Para algunos, bastó una mirada para que tomaran el papel; a otros, se los empujó en el pecho hasta que no les quedó de otra. No le importaba si lo tomaban o lo tiraban.
—Con qué club de teatro, ¿y cuál es su nombre oficial? —preguntó alguien a su costado. Jason se giró para verlo. Emmett tenía en sus manos un folleto que alguien tiró. Estaba recargado contra el poste de una lámpara. Llevaba una camisa cubierta hasta las mangas, pese a estar a cuarenta grados. Cuando notó que Jason veía sus brazos, jaló de las mangas hasta pasar las muñecas. Aun así, no se perturbó y continuó actuando como la primera vez que se vieron. Una personalidad que, si Jason le diera apariencia, solo podía imaginar a un lobo jugando con una presa. Alguien seguro de sí mismo.
—No lo sé, deberías preguntarle a la presidenta —respondió Jason, quedando frente a frente para tener mejor visón de Emmett.
—¿Eres parte de un club y no sabes su nombre? — Emmett se rio.
—Soy un miembro nuevo.
Jason siguió su camino creyendo que la conversación había terminado. Emmett lo siguió, caminando a su lado. Se preguntó qué es lo que estaba buscando de él.
—Pues suerte con ello. Aquí ya todos tienen un club y dudo que lo dejen para irse con los perdedores.
—¿Y estás aquí para darme tu consejo?
Emmett pareció dudar. Se abrazó a sí mismo antes de hablar.
—Solo probaba una teoría.
—¿Y cuál es esa teoría?
—Nada. Cosas mías, ahora, deberías terminar de repartir tus volantitos. — Jason siguio con su trabajo en compañía de Emmett.
No volvió a encontrarse con nadie más. Parecía haber menos personas que antes, como si evitaran su presencia. Emmett se mostraba incómodo, y Jason supuso que las personas se alejaban de él por alguna razón. Jason pensó que tal vez ese era el punto que Emmett quería demostrar, si Jason no evitaba estar cerca de él.
Era claro que las personas evitaban a Emmett debido a alguna razón desconocida. No tenía claridad sobre el motivo exacto, pero notó que había cierta incomodidad en torno a la presencia de Emmett, lo cual despertó su curiosidad. Se preguntó si tenía que ver con el trabajo que sabía que el chico tenía fuera del plantel o con la conversación a medias que logró escuchar hace algunos días.
—Debería dejarte... Nos vemos después —se despidió Emmett. Tuvo la intención de entregar el volante que había levantado, pero Jason le negó.
—Quédatelo, puede que te animes a unirte.
—Sí, no creo. No me junto con personas como ustedes —Jason pudo ver una pequeña sonrisa en el rostro de Emmett. No sabía decidir si se trató de burla o algo más.
—Bueno, la presidenta tiene una política de aceptar a quien sea. No lo olvides, por si te animas.
Con eso, Emmett se alejó saltando a una jardinera y jugando al ser el equilibrista que pasaba por ahí. No fue hasta que desapareció que las miradas de los demás se dejaron de fijar en él, y el ritmo de la multitud paseando pareció normalizarse.
Sin duda, Emmett fue más extraño que de costumbre. Usualmente, cuando se llegaban a ver, parecía más como un perro pequeño al cual no considerabas una amenaza, ladrando para qué te alejarás, aun cuando no tenías intenciones de acercarte.
Jason se lo pensó de nuevo. Emmett sí podría llegar a ser una amenaza. Había un brillo detrás de sus ojos que se lo decía.
Era mejor irse con cuidado.
Continuaba distribuyendo volantes entre los estudiantes. Ya fuera por amabilidad o simple descuido, no importaba; lo esencial era que los folletos estaban siendo tomados y la pila de papel en sus brazos se reducía. Cuando se giró para buscar a sus compañeros del club, se dio cuenta de que no estaban allí. Se encontraba solo en la explanada, cerca de las canchas de vóleibol.
De repente, un fuerte golpe lo hizo saltar. Los papeles se le cayeron al suelo. Había creído que era una detonación, pero en realidad, era solo el estruendo de algo impactando. Al agacharse para recoger los volantes, localizó la fuente del sonido: Alex estaba golpeando con furia una máquina expendedora. La lata de soda se había atascado entre el cristal y el resorte, un problema común. Sin embargo, lo que no era normal, al menos para alguien con un perfil tranquilo, era perder los estribos por una simple máquina.
La escena se volvió aún más tensa cuando el equipo de vóleibol se unió al alboroto. Contrariamente a lo que Jason había pensado, no mostraron amabilidad hacia Alex. Parecían leales a Nico, quien no estaba presente. A pesar de ello, no dudaron en meterse con Alex. Lo empujaron contra la máquina expendedora y el golpe finalmente liberó la lata. El colocador del equipo la tomó y la vació sobre Alex. El líquido naranja empapó su cabello y parte de su camiseta. Entre burlas y provocaciones, el equipo se retiró. Alex permaneció allí, mirando el charco en el suelo mientras seguía goteando. Sus puños estaban cerrados y temblorosos.
Jason se apresuró a recoger todo para ir hacia Alex. Al levantar la cabeza, notó que la seguridad del campus se acercaba. Ignorando su presencia, Jason creyó que alguien los había llamado debido al incidente. Sin embargo, el hombre en uniforme bloqueó su camino.
—Jason Isaacs. Se te espera en la sala del decano —informó el guardia.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿El acoso ocurrió justo delante de tus narices, y vienen por mí? — Jason no pudo evitar que su voz sonara más agresiva de lo que pretendía. Rompió completamente su fachada. Señaló hacia atrás del hombre y, cuando este se giró para ver, Jason se dio cuenta de que Alex ya no estaba.
—No se puede hacer propaganda sin un permiso de la dirección del instituto. Solo los miembros de clubes registrados pueden hacerlo. —La vista de Jason se posó en los papeles desorganizados que tenían en las manos. Evidencia. Se sintió descuidado, como cuando fracasaba en una misión y, al llegar al cuartel, recibiría su merecido castigo.
A lo lejos, Nico sonreía. Debieron arreglarle la sonrisa con piezas de cerámica para volver a tener su perfecta dentadura. Jason hizo una apuesta interna sobre cuánto duraría esta vez. Muy cínico, le dijo adiós cuando el guardia del campus se lo llevaba.
La oficina del decano no es más intimidante que la del Hombre de Negro. Era lujosa y tenía por montones cuadros con reconocimientos y trofeos de los clubs de deportes. El decano era un hombre alto, de barba y cabello canoso, más o menos en su cincuenta; aun así, tenía una apariencia que lo hacía verse jovial y medianamente intimidante, más por su puesto y no por su apariencia.
—Entiendo que ya se te habían retirado puntos debido a la expulsión de un club —leyó a Jason su expediente. No respondió. El nombre tampoco esperaba que lo hiciera. — Junto a un reporte por agresión a un compañero... Y ahora esto. Tres llamadas de atención en menos de unas semanas, amerita expulsión.
Jason temió esas palabras. Todo se complicaría. Se detuvo a pensar cuál sería una buena opción para salir de eso. ¿Mentir?, ¿suplicar? Luego observó al decano buscando cuál sería la cosa que lo hiciera conmover. Todo eso lo hizo ver como alguien intimidado.
—Pero no tenemos por qué llegar a eso... Sé que es difícil encajar al principio. Será solo una sanción de puntos...
Sally irrumpió por la puerta. Detrás, la secretaria se disculpaba con el decano por no poder haberla detenido. Pasó por delante de Jason hasta poner sus manos en el escritorio del decano.
—¡Esto es un grave error! —declaro de forma hostil.
—Señorita Bennett, no fue requerida para esta plática, retírese ahora. — ordenó. Era claro que el decano intentaba guardar la calma. Jason notó su rostro perturbarse con la presencia de la presidenta del club.
—No puede hacer esto. Mi compañero es inocente —señaló a Jason sin siquiera mirarlo.
—Hay pruebas. Se repartieron volantes, los estudiantes lo vieron y tenía posesión de dichos volantes. —Toda la atención del decano se centró en Sally. Su tono nunca abandonó la tranquilidad, a comparación de la furia en la que se había convertido la presidenta.
—Se trata de un error. Aquí, el compañero, solo estaba realizando una buena acción de recoger los volantes que los demás desecharon. —En cada palabra iba aumentando aún más el tono de la voz. — Si busca un responsable, decano, esa soy yo, los volantes son míos, es mi letra, yo los hice y él no tiene nada que ver.
—Si eso es verdad, ¿está dispuesta a tomar toda la responsabilidad? Usted se llevará su castigo. El castigo es la expulsión.
Sally se desconcierta y mira a Jason por primera vez en todo el rato y luego regresa la mirada al decano, preguntando con duda.
—¿Iba a expulsarlo?— Por alguna razón, a Sally eso la hace enfurecer más. —Si ese es el castigo, entonces yo voy a tomarlo. Haga lo que crea necesario, decano.
—Muy bien, Jason, puedes irte. —dijo sin más; su mirada se cruzó con la de Jason por unos segundos.
—Pero... —Jason dudó.
—Yo soy la responsable —vuelve a decir, esa vez para Jason. Este entiende y se marcha de la oficina. No conforme, pero dejaría que ella se encargara.
Aquel juego de demostración de poder le había dejado aún más desconcertado. Quiso explicar que solo le dejarían sin unos cuantos puntos más, pero el decano parecía haber cambiado de opinión con la presencia de Sally.
Cuando cruzo la puerta de salida, los chicos del club ya le están esperando fuera.
—¿Qué paso? Escuchamos que un guardia del campus te llevó por lo de los volantes, ¿qué te dijeron? — Archie fue el primero en acercarse.
—¿Por qué Sally se quedó? —preguntó Cass, medio aliviada, por su liberación y al mismo tiempo preocupada por la ausencia de Sally.
—Ella se hizo responsable. Recibirá mi castigo en mi lugar.
—¿Qué? Pero no es justo, no estábamos haciendo nada malo. Las leyes aquí son una basura. — Cass quiso entrar a la oficina, pero Archie y Viky se interpusieron en su camino.
—Sé que no podemos dejar a Sally ahí con el castigo. Debemos hacer algo, pero creo que ir enojados empeoraría las cosas. — Viky trató de clamarla y pareció funcionar.
Las opciones no eran muchas. Ninguno tenía el poder ni la autoridad, incluso la misma determinación para entrar ahí, al igual que Sally había hecho. Temiendo poder empeorar la situación, se quedaban sin ideas.
—¿Y si le decimos al señor De Laurentes? — propuso Viky—. Después de todo, es el tutor del grupo.
—Al señor De Laurentes nunca le hemos importado, no hará nada. Todo esto se está desbordando —maldice Archie.
—Es mi culpa —todas las miradas se pusieron contra Jason. Pensó que estarían de acuerdo con sus palabras, pero no fue así.
—No es verdad, Jason, solo fue una conciencia. — Cass trató de hacerlo sentir mejor, pero Jason no lo había verbalizado para tener consuelo. Solo decía la verdad.
—No, si lo es. Fue Nico quien nos delató. Hace esto por el incidente que tuvimos.
—Lo hiciste volar por los aires para luego rodar por el suelo, querrás decir... — Archie recibió un zape por parte de las dos mujeres por decir eso.
—¿Creen que el profesor pueda ayudarnos? —preguntó Jason.
—Debería. Tiene la autoridad como para hacerse responsable por las decisiones tomadas dentro del club, así como los eventos y sus integrantes.
—Entonces voy a buscarlo.
—No te desgastes, ya lo hemos intentado. El hombre nos detesta, como a todos. No le interesa el club.
—Pues tendrá que hacerlo.
—Jason... —dejó a Cass con las palabras en la boca mientras se dirigía a donde estaba el conjunto de salas de profesores.
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