Sintió miradas por el camino. Sin saber la razón. Jason intentó ignorarlo, así como hacía con la voz que le recordaba que todos esos ojos estaban ahí, que estaban un paso delante de él y lo sabían todo.
No te entrometas, no deberías hacerlo, estás libre, sigue tu camino.
Jason se imaginó espantando las palabras que llegaban a sus odios, y siguió caminando. No podía dejar a Sally, no después de la forma que lo había defendido. Tenía un sentimiento que no lo dejaba hacerlo y, aunque muy probablemente, la voz en su cabeza tuviera razón. Involucrarse más sería un dolor de cabeza, pero no podía dejar las cosas así.
Las salas de los profesores eran cubículos privados que se conectaban por un pasillo. Fue fácil encontrar al señor Di Laurentes por la placa grabada en la puerta. Jason, sin tocar, la abrió.
La oficina es un espacio en blanco al mirar las paredes. Solo algunos horarios y calendarios escolares estaban colgados. En comparación con la de otros profesores, llenos de sus títulos y reconocimientos, la oficina del profesor Di Laurentes estaba vacía. De no ser por un viejo televisor que estaba transmitiendo algo, pensaría que solo era una sala vacía. El televisor estaba de lado y Jason podía ver la luz, señal de que estaba encendida. Frente al televisor, sentado en una silla de escritorio, el profesor de literatura, y de su mano una botella casi vacía de vodka.
Tenía algunas clases con el profesor Di Laurentes, un hombre rígido y correcto, por lo que nunca imaginó que el mismo hombre fuera la clase de persona que se emborracha en su oficina cuando no estaba dando clases.
—Señor... —Jason se aclaró la garganta y hasta entonces el hombre reaccionó apagando el televisor antes de que pudiera ver que estaba transmitiendo.
El hombre se enderezó en la silla a trompicones, dejando la botella en el escritorio, y en un intento de ocultar la botella, se levantó de la silla para tapar la vista de Jason sobre el escritorio.
—S-sí, ¿tú quién eres? —preguntó claramente tratando de despejarse del alcohol.
—Soy su alumno. Jason Isaacs —Se presentó, aunque sabía que eso no serviría para ser reconocido. — Tengo entendido que usted es el maestro tutor del club de teatro.
—No, estás equivocado, esa es la profesora Shepherd —el profesor se refería al club de monólogos shakespearianos—. Ella está a tres cubículos de aquí.
—No, me refiero al otro club de teatro. El fundado por Sally Bennett. — Impaciente, Jason esperaba que eso refrescara su memoria. El enojo subía por su cuerpo. —Usted está como profesor tutor, responsable de las acciones y eventos del club. — Justo en ese momento, las acciones de Jason no reflejaban un papel interpretado. El enojo era genuino. Se sentía identificado en cómo ignoraban a estos chicos, como el sistema lo ignoró a él y a su equipo.
—Ah, hablas de eso —el profesor hizo una seña con la mano para restarle importancia. — Ni siquiera es un club. Solo son unos cuantos chicos reunidos en una bodega.
—Pero usted aceptó ser su maestro tutor. Sally, la presidenta, tiene problemas en este momento y usted tiene la responsabilidad de...
—Mira, chico, el decano me encomendó la tarea. Solo seguía órdenes de mi jefe. ¿Sí? — Buscó con su mano un bastón que estaba oculto tras el escritorio y se apoyó en él para dar unos pasos más cerca de Jason. —No me interesa el club, ni quienes están en él. Solo soy un requisito. Necesitan un adulto que firme los papeles, ese soy, nada más. No soy su tutor, su amigo ni consejero. Y no pienso serlo, así que, si no tienes nada más que decirme, te pido que te retires.
Por un momento, Jason incluso llegó a pensar que usaría su bastón para golpearlo. Pese a su cojera, el lento caminar y el alcohol en su sistema, el profesor Di Laurentes seguía siendo igual de imponente como todos los lunes frente a la clase de literatura. Había marcado su territorio, echándolo hacia la puerta.
Jason no le tenía miedo; sintió tal furia de su indiferencia. La voz en su cabeza no pedía control. Si no podía sacar su furia tal y como le habían enseñado, tenía que encontrar una forma de sublimar esa pulsión.
No se dejó intimidar y le plantó frente al profesor. Era mucho más alto, tanto que Jason tuvo que levantar el mentón para poder mirarlo a los ojos.
—¿Sabe qué es lo que pienso? —preguntó retórico—. Que tiene envidia de lo que ellos pueden lograr, porque usted nunca fue ni la mitad de bueno de lo que serán ellos. Tiene el perfil clásico de un fracasado. Ellos tendrán la gloria, con o sin usted —exhaló todo el aire que tenía contenido y se dio media vuelta para marcharse. Escuchó al profesor llamarlo. Se sintió tan extraño al escucharlo mencionar su nombre, ni aun así se detuvo.
Podría meterse en serios problemas por hablarle así a una autoridad del instituto, incluso mucho peor del problema en que se había metido Sally. Aprieta los puños, enojado porque, a fin de cuentas, no logró hacer nada por la chica.
Regreso a donde había dejado al grupo, fuera de la oficina del decano. Ahí seguían todos.
—Sin noticias —le informó Archie levantándose para que Jason sea el que se siente en la jardinera— ¿Y qué paso?
—Tenían razón, no va a ayudar.
—Ya era un caso perdido; lo intentamos muchas veces — Cass palmea su hombro para que no se desanime. Jason estaba todo menos desanimado.
Su atención fue desviada cuando la puerta de las oficinas se abrió y de ahí salió Sally.
—¡Sally! — Los chicos saltaron a su encuentro, a excepción de Jason, que solo caminó con normalidad. Cass la revisaba como si hubiera ido a tierra de nadie y quería ver si no estaba herida.
—Estoy bien, chicos. Solo me barajan puntos. El decano estaba jugando con nosotros para intimidar. No va a expulsarme.
—Es un alivio, pero sigo sin saber cómo pretende que encontremos miembros sin hacer publicidad.
—Sobre eso, permitió que hagamos algunas actividades para recolectar miembros, siempre y cuando no fueran invasivas.
— ¿Así? ¿Lo permitió de la nada? — Archie estaba incrédulo. Jason debía admitir que también lo estaba.
—Soy buena convenciendo a las personas. —Sally sonrió—. Bueno, básicamente me dijo que no debíamos ser muy escandalosos con las propagandas.
—Si algo aprendí de eso, es que cuando no te quieren dejar brillar, es porque temen de tu brillo —Archie alzó las manos a la altura de sus hombros mientras recitaba.
—No somos las grandes estrellas, pero haremos nuestro mejor esfuerzo. Nuestro club será de los mejores y un día seremos la razón por la que las personas quieran ingresar a la U.P.
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