—¡Te dije que no quiero a un maldito tutor privado! —le grité a mi madre con coraje. Oh, ¿quién se creía?. Mis calificaciones no eran las mejores, ¿pero a ella qué le importaba? Ni siquiera estaba en casa como para preocuparse por lo que a mí me sucedía. Tener clases fuera de la escuela no me dejaría demasiado tiempo para ir a fiestas.
—Mira, no quiero discutir contigo —mi madre suspiró pesadamente—. Si hago esto es por tu bien, deberías agradecer, o por lo menos no estar reprochando.
¿Mi bien? Sí, claro. Solo me quitaría horas de diversión.
Antes de poder decir algo más, alguien tocó la puerta de la casa interrumpiendo nuestra discusión.
—Tu tutor ya llegó, tengo que irme a trabajar. Apóyame portándote bien, Alejandro. Te lo pido de la mejor manera —tomó su bolso y se dirigió a la puerta —. Tomaré el turno de la noche así que ya llegaré muy tarde. Te dejé comida en el refrigerador, come por favor.
Me sentía un poco molesto, así que no le contesté nada. Ella me miró antes de abrir la puerta. Su mirada reflejaba dolor y cansancio…
Mi madre volvió su cabeza hacia la puerta y giró el picaporte de esta para abrirla.
—Bienvenido, por favor pase —mi mamá salió dejando entrar a aquel hombre—. El pago lo tendrá al final de la semana como lo acordamos.
—Sí, no hay problema —contestó mi tutor. Su voz muy gruesa y varonil...
Mi mamá cerró la puerta dejándome solo con ese hombre.
Era alto, de cejas abundantes. Con un pequeño rastro de barba creciendo. Sus pestañas eran largas y bonitas. Su cabello era oscuro como la noche y sus ojos azul cielo. Tenía una delgada nariz y labios medianos. Su mandíbula estaba marcada. Su piel era como el color del café con leche. De complexión musculosa, se le notaba por la playera ajustada que llevaba. Y al parecer, su voz no era lo único grueso que tenía...
No pude evitar poner mi mirada en su entrepierna. Algo sobresalía de ahí y era más que notorio. ¿Cuánto le mediría el pene para que se viera así de abultado?. Si él estuviera excitado, seguramente su amiguito se haría más grande.
Me aislé en mis pensamientos fantaseando en lo bien que se sentiría tenerlo dentro de mí. O chupárselo hasta quedarme sin aliento. Él embistiendo y yo gimiendo debajo de él. Sería maravilloso. Claro que lo sería. Jamás había probado a un hombre que tuviera una buena polla. Tal vez mi tutor lograría satisfacerme como nadie nunca lo había logrado. Era excitante imaginarlo...
—Mi nombre es Daniel —dijo él en un tono liso, carente de emoción alguna. Aunque eso no quitaba lo varonil que sonaba su hermosa voz. Quité las vista de su entrepierna y la alcé hacia sus ojos, él me miraba de manera indiferente —. Te estaré dando tutoría de todas las materias en general. Indícame el lugar en el que prefieras comenzar con las clases.
Él sonaba tan formal que sería aburrido de no ser por su cuerpo y rostro, el aire misterioso y algo imponente que emanaba de él y ese terrible deseo sexual que me estaba haciendo sentir.
Quería cogerme a mi tutor.
O más bien, que él me cogiera a mí.
Eso no era un problema, ¿verdad?
Podría ser mi nueva diversión….
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