CAPÍTULO 2
De repente Amira abrió los ojos, y se dio cuenta que se encontraba en un lugar muy distinto a la habitación, cosa que la extrañó un poco, Amira se encontraba recargada en el balcón, se inclinó un poco y miró hacia abajo, ella, solo pudo observar un jardín, bastante grande a su parecer, luego levantó la vista y miró al horizonte «No se ve nada, está tan oscuro que hasta parece que estoy en medio de la nada» pensó, siguió mirando a su alrededor, hasta empezar a darse cuenta de que el lugar en el que estaba parada pertenecía a algo más grande que una simple terraza, se acercó al vidrio de la ventana y recargó su mano izquierda sobre el vidrio mientras veía hacia adentro de este.
«Esta escena... ¿por qué tengo el presentimiento de ya haberla visto?» pensó, Amira seguía prestándole atención a su entorno, y a ese baile que había dentro del lugar, hasta que sin querer un tenue brillo en su mano izquierda atrajo su atención, vio su mano y se dio cuenta de que en su dedo anular tenía un anillo de plata con una piedra en forma de luna, lo miró con gran detalle y pensó:
«Este anillo, recuerdo que lo vi hace poco, lo vi en...» justo en ese momento recordó aquella pintura que le había dado su abuela, fue entonces cuando soltó una gran carcajada, que sin darse cuenta dijo tratando de darse una explicación lógica a ella misma.
— Ay no puedo creer que esté soñando con una pintura — se ríe con ironía —. ¿Tanto me afectó una simple pintura? — mira el anillo en su mano izquierda —. Incluso mi mente fue capaz de recrear el mismo escenario, tengo el mismo anillo que parece en la pintura y también... — mira su ropa —. Y también... tengo un... vestido largo con olanes... ¿color lila?
Para ese momento Amira fue cambiando su expresión por una de preocupación, mientras que al mismo tiempo su rostro empezaba a palidecer por el susto, ella aún no sabía porque tenía esa sensación, pero en el fondo se empezaba a sentir aterrada, de tal forma que empezó a alejarse de la ventana, hasta que sin querer pisó su vestido y calló sentada, no pudo evitar hacer una mueca y dijo:
— No creí que doliera tanto, ¡se supone que es un sueño! — empieza a dudar —. «Es un sueño ¿no?» — pensó mientras se reía con nerviosismo —. ¡Claro que es un sueño!, ¡¿qué tonterías estoy pensando!? — Amira soltó un suspiro y miró una esquina de la ventana, y pensó.
«Pero ese golpe se sintió muy real, si bien sigo sentada en el piso, todavía me duele... aunque... sí es porque me caí de la cama... ¿por qué todavía no despierto? o será que...» en ese momento Amira se preocupó un poco más gracias a sus propios pensamientos, pues en el fondo sentía esa sensación de en realidad no estar dormida, así que un pensamiento pasó por su cabeza «¿Y si me pellizco?».
Amira, abrumada por sus mismos pensamientos, decidió hacer el último que llegó a su mente, respiró profundo, cerró sus ojos y se pellizcó el brazo derecho con la mayor fuerza que pudiera, de tal forma que se hizo una marca ligeramente enrojecida en el brazo no muy lejos de la muñeca, debido al dolor.
Amira abrió los ojos, y al ver que aún seguía sentada en el balcón cerca de la barandilla pensó «Todavía sigo aquí, ¿será que todavía que no me pellizque lo suficientemente fuerte?», intentó pellizcarse de nuevo, pero no logró nada más que hacer una mueca por el dolor y enrojecer un poco más la marca que se había hecho antes, al ver que no lograba nada, la preocupación y hasta en cierto punto el terror de no volver a casa empezaban a crear estragos en su mente, de tal forma que empezó a dejar de pensar con claridad.
Fue entonces cuando después de que una serie de ideas coherentes, locas y algo aterradoras pasaran por su mente, por su cabeza pasó la simple idea «Si me muero... ¿regresaré a casa?», si bien, aunque en otro momento pensaría que no es una de las mejores ideas, o sería de las primeras en descartar, sus ganas por volver a su realidad o de despertar de su terrible sueño eran más grandes, y lo confirmó cuando dijo:
— No pierdo nada con intentarlo, además... si no lo intento nunca lo sabré, y tampoco es como que sepa en qué lugar estoy parada.
Fue entonces cuando en un momento de gran seguridad, Amira se levantó del suelo y puso en marcha su loca idea, la cual consistía en lanzarse por el balcón en el que se encontraba.
Lo que no contaba, era que cuando apenas había puesto un pie sobre la barandilla de piedra, una voz la interrumpiría diciendo:
— Mujer... ¡¿te has vuelto loca!?
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