—Oye, Agustín, ¿Puedo preguntarte algo? –Dice Julián caminando a lado de él tras darse cuenta de que Raphael no estaba a su vista al irse antes que ellos.
—Dime, con gusto respondo si tengo la respuesta –Sonríe mientras camina guiando por los pasillos al ojiazul hacia la gran cancha de deportes.
—¿Hay clubes aquí? ¿Actividades o algo interesante en esta escuela?
—Claro, hay varios clubes –Se calla un momento antes de seguir –Las personas de cada club son muy agradables. Yo estoy en uno de costura y otro de gastronomía por si te interesa.
—¿Hay ese tipo de clubes? –Levanta las cejas sorprendido.
Agustín asiente varias veces para afirmar.
—Es increíble –Sonríe tranquilo y algo emocionado.
—¿Necesitas ayuda para saber donde anotarte a alguno? Yo podría ayudarte si tú quieres –Dice amablemente –O si quieres– Se queda en su lugar y lo mira detenerse– Podrías pedirle ayuda a Raphael.
Al oír esto el ojiazul se exalto.
—No estoy seguro, parece que no le agrado mucho. Lo último que quisiera es molestarlo y darle una razón para odiarme –Suspira con tristeza.
—Vamos, no seas tan pesimista, con intentarlo no pierdes nada. Quizá y te diga que si –Levanta los hombros mientras le da una sonrisa positiva –Ya llegamos.
Frente a ellos estaba la cancha. Agustín dio un paso atrás intentando girar e irse, pero alguien lo tomo del hombro.
—¿Dónde crees que vas? –Lo fulmina con la mirada –Por este tipo de cosas pierdes el año –Suspira –La clase no iniciara hasta dentro de una hora, pero quédate aquí –Apunta a Agustín –Y tú, ven conmigo para que te cambies –Toma de la mano a Julián y lo arrastra.
Mientras es arrastrado mira unos segundos a Agustín, este le sonríe y levanta un pulgar en su dirección. Raphael era ajeno a ello. Ambos entraron a una habitación grande o más bien podría decirse que es como los casilleros del equipo deportivo de los varones, el de las mujeres estaba en otro lugar.
—¿Dónde podría estar? –Revisa los números de los casilleros hasta dar con uno –Ah, es este –Agarra un pantalón deportivo y se lo lanza a Julián –Este pantalón lo usaba hace dos años, ya no me queda, pero podría quedarte a ti –Dice con simpleza mientras se le queda viendo– ¿Y bien? –El lo mira confundido –¿Vas a cambiarte o no?
—Ah, sí. Lo siento y gracias por esto –Le sonríe cabizbajo y luego lo mira –¿Podrías darte la vuelta? –Pide avergonzado mientras sostiene con firmeza la prenda en sus manos.
—¿Qué tiene de malo? Tenemos lo mismo después de todo –Lo sigue mirando casi sin parpadear.
A pesar de lo incomodo que estaba Julián decide hacer caso y se quita los zapatos para empezar a cambiarse los pantalones.
—Solo estaba bromeando, no necesitas cambiarte en mi presencia o por lo menos con mi vista en ti –Se da la vuelta y cruza los brazos mientras mantiene el ceño fruncido.
—Ah, de acuerdo –Sigue cambiándose con menos vergüenza hasta ponerse sus zapatillas –Ya está.
—Bien, te queda bien. Puedes quedártelos. Y no te preocupes, los traje ayer por si acaso, no están sucios ni rotos –Dice mirando sus ojos sin titubear –Vamos –Camina adelante mientras el más bajo lo sigue.
—Voy –Dice siguiéndolo.
Mientras volvían o se quedaban quietos o estirando esperando la hora. Raphael no podía quedarse tranquilo, sus pensamientos daban vuelta en su mente sin parar.
El apretó sus puños con molestia mientras recuerda a Julián cambiándose y las cicatrices en sus piernas.
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