— ¿Qué es lo que está sucediendo aquí? —preguntó nuevamente Waheela, fijando su ígnea mirada en Enji y los chicos, quienes no pudieron evitar sentir un leve escalofrío recorriéndoles la piel.
Por otra parte, si bien la expresión en el rostro de la Dama Lavinia era más bien neutral, Raúl pensó que había cierto matiz de tristeza en sus bellos ojos dorados, acaso como si estuviese decepcionada.
“¡Se supone que debemos ser los héroes que salvarán al universo, pero los cuatro seguimos portándonos como unos chiquillos!” reflexionó mentalmente el muchacho, empezando a sonrojarse como si acabase de ser descubierto cometiendo una falta grave.
— ¿Por qué los Guardianes Místicos no se encuentran en la morada asignada para el escuadrón de guardaespaldas? ¿No les dijeron acaso que habíamos dado la orden de esperar allí hasta el regreso de la Dama Lavinia?
—Pues verás…Si me permites explicártelo…—intentó decir Enji, pero Waheela no tardó en mostrarle sus filudos dientes en señal de amenaza, al tiempo que seguía con su interrogatorio:
— ¿Quién te ha dado a ti derecho de modificar las salas de este templo sagrado? ¡¿QUIÉN?!
Una llamarada negruzca brotó de sus fauces, la misma que parecía destinada a destruir las cuatro habitaciones que Enji había creado con su magia para los chicos; sin embargo, dicha arremetida no tardó en ser bloqueada por medio de un resplandeciente muro de cristales multicolores, conjurado por la propia Dama Lavinia.
Waheela se volvió en su dirección, con gesto atónito.
— ¡Tu genio de fuego ha profanado este sagrado templo!—alegó—. ¿Piensas dejar impune su blasfemia?
—Sabes bien como yo que este templo tiene su propia voluntad. Si en verdad este jinn lo hubiese profanado, entonces habría sido expulsado de este lugar sin demora…
— ¡Los jinn tienen gran poder, hasta para burlar a los dioses incluso! ¡No deberías permitirle pasar por encima de las reglas de esa manera!
— ¿Qué estabas haciendo tú mientras el genio de fuego llevaba a cabo esta profanación, Waheela? ¿No deberías haber estado supervisándolo en mi ausencia?
—Yo…
—Estabas cansado, Waheela. Sumamente cansado, después de haber pasado tantos años sin dormir ni un solo día—afirmó Lavinia—. Por eso es que tú no fuiste capaz de cumplir con esa tarea: ¡Te encontrabas profundamente dormido en una de las cámaras de este templo, incapaz de darte cuenta de lo que estaba sucediendo!
— ¿Es eso verdad, Waheela? ¿Estabas tomándote una siestecita durante estos últimos tres días, y por eso no se te veía por ninguna parte? —preguntó Enji, sonriendo divertido ante aquella última revelación.
“¡Vaya con este perrazo! ¡Tanto que habla de estoicismo, y al final resulta ser también un tremendo gandul!” se dijo para sus adentros el genio de fuego, mientras le dirigía una mirada socarrona al lobo-oso, quien por su parte se mostraba cada vez más furibundo:
— ¡No te entrometas en nuestra conversación, jinn! ¡Ni piensas que vas a librarte del castigo que mereces!
—Seré yo quien decida su castigo—se apresuró en señalar la Dama Lavinia—. Y también decidiré el tuyo, Waheela. Por ahora, no hay tiempo que perder discutiendo pequeñeces: Es tiempo de decirles a los Guardianes Místicos la misión por la cual han sido traídos nuevamente a la Tierra de Danann…
Y dirigiéndose a Raúl y sus amigos, la joven de cabellos plateados preguntó:
—Díganme, ¿La gema de Andvari no ha materializado ningún objeto en su mundo en estos últimos días?
— ¿La gema de Andvari…?
— ¡Creo que se refiere a tu sortija mágica, Luna!
— ¡Ah! Pues sí, señorita Lavinia… ¡La sortija hizo aparecer unos juguetes durante el cumpleaños de Alex!
— ¡Fue un regalo muy misio, por cierto! ¡Pero supongo que la intención es lo que cuenta! —agregó por su parte el cumpleañero.
— ¿Tienen los cuatro objetos conjurados por el anillo con ustedes?
— ¡Sí! ¡Aquí los tenemos! —se apresuró en decir Raúl, sacando de sus bolsillos el pequeño catalejo dorado.
Sus tres compañeros se apresuraron en presentar también los juguetes que traían consigo: Bien fuera por pura intuición, ninguno se había olvidado de llevar los regalos de la sortija mágica a la Tierra de Danann.
—Pero… ¿De dónde sacaste tú eso? —le preguntó un sorprendido Enji a Alex, señalando al conejo verduzco que el chico sostenía en su mano derecha.
— ¡Es el regalo que Lavinia me dio por mi cumpleaños!
—Ese regalo no fue mío, sino de la Voluntad del Universo—indicó la aludida—. ¡A ti y a tus compañeros les han sido confiadas las pertenencias más valiosas de los anteriores Guardianes Místicos!
— ¿Esto era de los anteriores guardianes? —preguntó Luna, examinando nuevamente a la muñeca en miniatura con mucha curiosidad.
—Bueno… ¿Y qué se supone que hagamos con estas cosas? —Cuestionó a su vez Luis—. ¿Son acaso alguna especie de armas mágicas?
—Eso es algo que les corresponde averiguar por cuenta propia. De no ser capaces de descubrir su propósito, entonces ninguno de ustedes no sería digno de ostentar siquiera el título de Guardianes Místicos.
— ¡Espérame un tantito, Lavinia! ¿Se te ha olvidado ya todo lo que hicimos? ¿Y todo eso de juntar las esferas del dragón que nos hiciste hacer la primera vez que vinimos aquí? ¿No probamos ya acaso que nosotros somos los VERDADEROS Guardianes Místicos al derrotar a Erebo y salvar a este loco mundo de fantasía? ¿Qué hay de todo eso, eh?
— ¡Oye! ¡No seas irrespetuoso! —se apresuró en acallarle Raúl, tapándole la boca, aunque de todas maneras Lavinia no pareció inmutarse en lo más mínimo ante tales palabras.
—La Voluntad del Universo nos pone a todos constantemente a prueba, incluyendo a los Guardianes Místicos. Si los Guardianes Místicos no superan las adversidades, al cosmos no le resta nada más que esperar su inminente destrucción…—señaló Lavinia, con absoluta serenidad.
—Un momento…Dices que si no resolvemos este acertijo, ¿Todo el Universo se destruirá?
—Efectivamente.
— ¿Y lo dices así, con tanta tranquilidad?
—Como Pilar de la Tierra de Danann, me corresponde únicamente obedecer la Voluntad del Universo. Y sépanlo bien: Cada una de las misiones que les sean encomendadas no vendrán de parte mía ni de nadie más que de esa Voluntad, que se encargará de conjurarlos a este mundo cada vez que sea necesario. Ahora los ha traído aquí para una tarea sumamente importante y es preciso que escuchen con mucha atención…
Materializando una forma cristalina semejante a un bloque de cuarzo a manera de pantalla, Lavinia mostró a Raúl y a sus amigos el nuevo enemigo con el que deberían enfrentarse: Se asemejaba a una masa concentrada de energía oscura, contenido apenas por una prisión de forma octogonal en cuya superficie se reflejaban las estrellas aledañas.
—Este es el Príncipe de la Oscuridad, un demonio de la Anti-Vida con la capacidad de corromper al cosmos entero por medio de su influencia maléfica. Ya una vez intentó invadir inclusive el Plano Celestial habitado por los antiguos dioses de la Luz en un intento de adueñarse de todo el universo, pero fue vencido y sellado por los Guardianes Místicos de otra era…
— ¿De verdad esa cosa es un príncipe…?—inquirió con profundo desagrado Luna, casi pareciéndole que dicha entidad era capaz de verla a ella y a sus amigos.
—Recientemente, la prisión que contiene al Príncipe de la Oscuridad ha experimentado un repentino debilitamiento—prosiguió la Dama Lavinia—. Si esto sigue así, muy pronto este enemigo del cosmos quedará nuevamente en libertad… ¡Deben impedirlo a toda costa!
— ¿Y qué tiene que ver el Príncipe ese con los juguetes que nos diste? —Cuestionó Luis, fastidiado ante tantos enigmas—. ¿Cómo se supone que usemos estas baratijas contra semejante enemigo?
“¡Y dale con la actitud irrespetuosa!” pensó un irritado Raúl, pero tampoco en esta oportunidad la Dama Lavinia pareció mostrarse en lo más mínimo ofendida:
—No es a mí a quien corresponde revelar el propósito de los objetos que la gema de Andvari les ha confiado. Eso es algo que tienen que averiguar por su propia cuenta.
— ¿No puedes darnos una pista siquiera para qué sirven estas cosas? —solicitó Alex.
—Ya lo descubrirán, si en verdad son los Guardianes Místicos…
— ¡Todo esto es una tontería! —Protestó Luis—. ¡Nada de lo que dices tiene el menor sentido! ¡Es una completa locura!
— ¡Muchacho insolente! —Gruñó Waheela, plantándose amenazadoramente ante el muchacho, enseñándole los colmillos—. ¡Toda la información que la Dama Lavinia ha compartido con ustedes le fue revelada a través de un oráculo infalible! ¡Cuestionarla es como cuestionar a la propia Voluntad del Universo!
Quizá Luis habría dicho que él no creía realmente que existía una Voluntad del Universo, de no ser por el hecho que la fiereza mostrada entonces por el lobo-oso le infundía tal terror que no fue capaz de responder nada en absoluto, teniendo que intervenir Alex en su lugar:
— ¿“Oráculo”? ¿Y qué rayos es eso?
—Creo que es algo así como un lugar sagrado…—explicó Luna.
— ¡El más sagrado de todos los lugares que existen! —Agregó Waheela, entre feroces gruñidos—. ¡La Dama Lavinia acudió al Templo de la Luna Plateada en la Isla de Mellus, en donde se manifiesta la Voluntad del Universo!
“¿De verdad puede existir un lugar así?” seguía cuestionándose interiormente Luis, pero no se atrevió a formular sus interrogante en voz alta debido al temor que Waheela le inspiraba.
— ¿Es allí en dónde estuvo en estos días, señorita Lavinia? —preguntó Raúl, casi pensando en voz alta, ante lo cual la aludida simplemente asintió.
—Bueno… ¿No podríamos ir todos allí, y pedirle al oráculo ese que nos diga para que sirven los juguetes que nos regaló? —propuso Alex.
—No hay tiempo para eso. Partirán lo antes posible a enfrentarse contra los acólitos del Príncipe de la Oscuridad, a fin de impedir que liberen a su maligno amo. ¡Mis guardaespaldas les acompañarán como respaldo en la batalla!
Dirigiéndose a Waheela, Lavinia ordenó que el Capitán Kenneth y el Capitán Medved fuesen traídos a su presencia: No habrían pasado más que un par de minutos desde que el lobo-oso fuese a cumplir dicha tarea para que un tremendo escándalo acompañado por el ruido de varias explosiones empezase a escucharse cada vez más cercano, preguntándose los chicos si acaso el templo habría sido invadido por algún enemigo.
— ¡No es eso, niños, sino algo mucho peor!—se apresuró en decirles Enji, reconociendo a unas vocecillas familiares en medio del escándalo, que no dejaban de gritar y lloriquear—. ¡Los tres angelitos cuidados por el pobre capitán Kenneth se acaban de despertar!
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