— ¡Qué voluntad del Universo ni que ocho cuartos! ¡A mí no me vas a decir que debo hacer…!—gritó a los cuatro vientos un enfurecido Enji, listo para decirle sus verdades a la Dama Lavinia.
Pero antes de que pudiese hacerlo, ella sacó una pequeña lámpara por medio de la cual consiguió aprisionar al genio de fuego en apenas cuestión de segundos.
— ¡OYE! ¡SÁCAME DE AQUÍ AHORA MISMO! ¡TODAVÍA NO HE TERMINADO DE DECIRTE TODAS TUS VERDADES! —siguió protestando el jinn de todas maneras, siendo tanto su enojo que hacía brotar humo de la lámpara, al punto de hacerla parecer una tetera hirviendo.
— ¡Pero que pequeñajo más insolente! —Gruñó severamente Waheela—. ¡Alguien debería enseñarle a mostrar respeto a sus superiores!
— ¡Ya quisiera verte tratando de enseñarme nada, apestoso saco de pulgas! ¡Inténtalo solamente y ya verás cómo te rostizo! ¡Ni tus garrapatas te respetan!
— ¡Ya tuve suficiente de ti! ¡Prepárate para morir! —anunció el gigantesco lobo-oso, preparándose para destrozar la lámpara donde Enji estaba encerrado a dentelladas, teniendo que ser inmediatamente detenido por Lavinia:
—Suficiente, Waheela. ¡Esa forma de comportarte tuya no es digna de un Maestro Sagrado elegido por la Voluntad del Universo!
—Pero Dama Lavinia… ¡Esta insolente alimaña no deja de cuestionar ninguna de sus órdenes! ¡Incluso estaba a punto de insultarla!
—Sus palabras son irrelevantes. Como jinn, es parte de su naturaleza cumplir con la voluntad de quien sea el dueño de esta lámpara encantada, lo quiera él o no.
— ¡Pero lo de ahora es una verdadera locura! ¿Cómo se te ocurre querer mandar a los chicos a pelear en contra del Príncipe de la Oscuridad sin mi ayuda? ¿Acaso quieres que los maten o qué?
Al oír tales palabras de parte del genio de fuego, Raúl y sus amigos se miraron nerviosamente entre sí, comenzando a preguntarse si su nuevo enemigo sería todavía más peligroso que el temible Erebo.
La gema azul que adornaba la frente de Xamic comenzó a brillar repentinamente, volando entonces el murciélago hasta el hombro derecho de la Dama Lavinia, comunicándose con ella por medio de una serie de extraños chillidos que ella sin embargo pareció comprender a la perfección:
—Ha llegado por fin el guerrero encargado de conducir a los Guardianes Místicos hacia su nuevo desafío. Es necesario que se reúnan con él ya mismo…
El manto plateado que rodeaba sus brazos pareció cobrar vida, extendiéndose hasta el cielo raso del recinto en donde todos los presentes se encontraban reunidos…Se extendió hasta cubrirlo por completo, y en menos de un parpadeo el techo de aquella cámara se convirtió en un firmamento azulino: Ahora todos ellos estaban en uno de los patios exteriores del Templo de los Guardianes Místicos, sitio en donde no tardó en descender una enorme astronave, de aspecto similar al de una ballena robótica.
Su aparición pareció dejar muy sorprendido al capitán Kenneth, oyéndole los chicos murmurar por lo bajo:
— ¡Esto tiene que ser una broma!
Mientras tanto, la frente de la nave-ballena había comenzado a brillar un estilizado símbolo púrpura con la forma de una estrella de cuatro puntas, proyectándose del mismo un brillante haz de luz en medio del cual apareció un hombre de más de dos metros de estatura.
— ¡Salve, Dama Lavinia! —saludó el recién llegado con tono solemne—. ¡John Hardcastle Lexington Darrow, del escuadrón de paladines cósmicos Altair 77BX reportándose ante su presencia!
—Hola, papá…—fue la respuesta que vino entonces de parte del Capitán Kenneth, para sorpresa de Raúl y sus compañeros.
“En efecto, ¡Se trata del mismo sujeto que aparecía en los recuerdos del Capitán Kenneth que nos mostró X-395!” pensó para sus adentros Raúl, haciendo memoria.
Frente a frente, padre e hijo no parecían diferir mucho en edad, al punto que aquel gigante fácilmente habría podido pasar por el hermano mayor del Capitán Kenneth; quedándose ambos mirándose en silencio durante unos breves instantes.
—Hijo…—dijo finalmente el paladín John Darrow, en cuanto hubo salido de su asombro, llenándosele los ojos de lágrimas, al tiempo que procedía a abrazar a su retoño entre conmovidas exclamaciones—. ¡Querido hijo! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¡Cielos! ¡Cuánto has crecido desde la última vez que nos vimos! ¡Ya estamos casi del mismo tamaño!
—Papá, nos vimos hace un par de años, solamente…
— ¿Un par de años? ¡Para mí fue como una eternidad de tiempo! ¡Una eternidad! ¡Temí que te hubiese pasado algo malo! ¡Hice como unos quince mil intentos para concertar un encuentro contigo, pero siempre recibía cartas de rechazo de parte de las fuerzas armadas de Guring! ¡Los militares me dijeron que estabas siendo sometido a un tratamiento especial para tu…condición especial, y que cualquier intervención podría ser perjudicial para ti!
— ¡Esos milicos no ayudaron en nada al capitán Kenneth! —Se apresuró en intervenir Alex—. ¡Sólo se la pasaron haciendo experimentos raros con él, como si fuese un cuy de laboratorio! ¡Lo torturaban, incluso!
— ¿Qué…?
— ¡Lo tenían desnudo y encadenado a una pared, mientras le tiraban unas bolas de metal con púas! ¡Lo trataban peor que un animal!
— ¿Eso es verdad, hijo…?
— ¡Está exagerando, papá no le hagas caso…!
— ¡Claro que es verdad! ¡Yo los vi con mis propios ojos! —Insistió Alex—. ¡Eran unos completos abusivos con él y también con el capitán Medved!
El rostro de John Darrow cambió completamente, tornándose su gentil expresión en una máscara de furia absoluta, al tiempo que un aura rojiza e hirviente comenzaba a rodear su cuerpo.
—Voy a matarlo… ¡VOY A MATAR A ESE MALDITO GENERAL HAWK! ¡LO DESPEDAZARÉ!
— ¡Papá! ¡Tranquilízate, por favor!
— ¡ME DIJERON QUE ESTABAN AYUDÁNDOTE A CONTROLAR TU CONDICIÓN! ¡ME DIJERON QUE TE SANARÍAN! ¡NUNCA HABLARON DE NINGÚN EXPERIMENTO NI TAMPOCO DE TORTURAS! ¡ME VOY A GURING A MATAR A ESE DESGRACIADO!
—Suficiente, paladín Darrow—ordenó Waheela—. Tu ira ya no tiene lugar de ser, puesto que tu hijo ya no se encuentra bajo el mando de la milicia de Guring, sino que ha pasado a ser parte de la escolta de guardaespaldas de la Dama Lavinia.
El aludido pareció recuperar abruptamente la calma al momento de recibir aquella última información, cambiando el color de su aura de rojo a verde azulado:
— ¿En serio? ¿Te volviste guardaespaldas de la Dama Lavinia? ¡Felicidades, muchacho! ¡Estoy tan orgulloso de ti! ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Es que…No me diste la oportunidad, papá…—murmuró el capitán Kenneth, mientras recibía un nuevo abrazo de parte de su progenitor, quien lo estrechó con fuerza digna de un oso al tiempo que decía:
— ¡Después de tantos años por fin has conseguido realizar tu sueño! ¡Ah, recuerdo cómo me decías de chiquito cuanto querías ser parte de los paladines cósmicos! ¡Creo que tengo el holo-video por aquí…!
— ¡Papá, por favor, no vayas a mostrar hologramas vergonzosos de cuando era bebé! ¡No delante de los Guardianes Místicos!
— ¿Los Guardianes Místicos están aquí? ¡Santo cosmos! ¡Siempre quise conocerlos, después de oír tantas historias increíbles sobre ellos! ¿Crees que quieran darme su autógrafo? Pero… ¡Por más que busco no los encuentro por ninguna parte!
—Eh… ¡Aquí estamos! —anunció Alex, alzando la mano.
— ¡Hola, amiguito! ¿Y tú quién eres?
—Ellos son los Guardianes Místicos—reveló la Dama Lavinia al Paladín, señalando a Raúl y sus tres compañeros.
John Darrow miró a los niños, y luego miró a la Dama Lavinia con un gesto lleno de desconcierto. Por un momento, pareció estar a punto de ponerse a reír, pero en vez de ello su semblante se tornó más bien pálido, como si acabasen de echarle un baldazo lleno de agua fría.
—Es una broma, ¿Verdad…?
—Paladín Darrow, en todo el tiempo que usted me conoce, dígame si alguna vez le he hecho ninguna broma o si he intentado tomarle el pelo.
—Pero…Pero…Si son… ¡Si son unos Chiquitos! ¡Unos pobres parvulitos indefensos!
—Pues no sé qué significa “parvulito”, pero la tuya por si acaso…—repuso Alex, ganándose un codazo en el estómago de parte de Raúl.
— ¡Au! ¿Y eso por qué fue?
— ¡No seas tan irrespetuoso! ¡Recuerda que este hombre es el padre del Capitán Kenneth! ¡Vas a hacernos quedar mal!
“¡Bah! ¡Sobón!” pensó Luis para sus adentros, al oír hablar a su compañero de esa forma.
De todas maneras, el paladín no prestó demasiada atención a las palabras dichas por Alex, mostrándose todavía un poco incrédulo con respecto a la idea de que los legendarios héroes elegidos por la Voluntad del Universo fuesen unos simples niños.
—Papá, lo creas o no, estos chicos son los Guardianes Místicos de los que hablan las leyendas. Unos meses atrás, ellos salvaron a la Tierra de Danann del Señor del Abismo Erebo—señaló el capitán Kenneth—. ¡Además, no es algo tan increíble! ¡Recuerda que cuando yo tuve su misma edad, también me vi involucrado en muchas batallas!
—Pero yo nunca estuve de acuerdo con eso. Me parecía una crueldad. Siempre quise que tuvieras una niñez normal y feliz…Y nunca pude dártela…—dijo John Darrow, oyéndose un tanto melancólico.
—Esta conversación se ha prolongado mucho más de lo necesario—comentó la Dama Lavinia—. El oráculo de Mellus me ha informado de antemano de la razón de tu visita la Tierra de Danann: Tu equipo necesita refuerzos, ¿Verdad?
—Sí. Han aparecido unos tipos que dicen ser las huestes al servicio de un tal “Príncipe de la Oscuridad”, que se dedican a invadir planetas y esclavizar a sus habitantes: Aunque hemos conseguido derrotar a algunos de esos malvados, ellos cuentan con un ejército de demonios de Anti-Vida que se regeneran con mucha facilidad, lo que vuelve inútiles la mayor parte de nuestros ataques…
— Los Guardianes Místicos irán contigo, y derrotarán a esos demonios. Con su ayuda, también lograrás vencer a esa entidad conocida como el Príncipe de la Oscuridad.
— ¡No puedes estar hablando en serio! ¿Cómo me puedes pedir que me lleve a los parvulitos al campo de batalla? ¡Eso sería una maldad! ¿Acaso no hay ningún otro paladín cósmico disponible? ¿Qué hay del joven Clint Maverick? ¿O de ese duende grosero que capturaste unos años atrás? ¿Por qué no lo envías a él?
— ¡No soy ningún duende, so ignorante! ¡Soy un jinn de fuego! —refunfuñó Enji, todavía encerrado dentro de su lámpara.
—La voluntad del Universo ha hablado a través de su oráculo. Tus aliados para esta lucha ya han sido escogidos. Partirás nuevamente a la batalla acompañado por los Guardianes Místicos. Y también con los dos guardaespaldas a mi servicio como refuerzo adicional—sentenció la Dama Lavinia, de forma cortante.
— ¿Tú también irás con nosotros, Kenneth? —Preguntó el paladín a su hijo.
—Tal parece que sí… Son órdenes de la Dama Lavinia.
—Bueno…Si ese es el caso, supongo que no puedo contradecirlas.
— ¡Seremos el equipo Darrow, luchando codo a codo contra el mal! ¡Justo como siempre hemos querido! —proclamó el capitán, intentando oírse entusiasmado—. ¿No te parece algo magnífico?
—Sí. Magnífico de veras…Mi querido hijo, junto los cuatro Guardianes niños…Involucrados en una terrible batalla contra un enemigo de naturaleza brutal e impredecible… ¡No podría estar más contento!
— ¡Yo también voy a ir! —Anunció alegremente el capitán Medved, sin captar el sarcasmo en las palabras dichas por el paladín—. ¡Vamos, equipo Darrow! ¡A luchar contra las fuerzas del mal! ¡Ya-hoo!
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