El calor de las llamas que recubren la habitación se vuelve cada vez más sofocante, cerrando de a poco las salidas. El sentido de urgencia, la necesidad de huir, no son suficientemente fuertes para salir del trance provocado por aquella demostración de violencia sin sentido, recién ejecutada frente a ti.
Los charcos de sangre reflejan la danza del fuego, alegre por engullir esos dos cuerpos que aún no han dado su último aliento, observándote fijamente mientras son devorados, dejan tras de sí un potente hedor a carne quemada.
Luchas con tu propia mente para lograr correr antes de que su atención se vuelque a ti, pero solo consigues que los músculos de tu aun adormilado cuerpo tiemblen ansiosamente.
Ya es muy tarde. Su mirada se ha fijado en ti.
Tus latidos se aceleran, ensordeciéndote, dejando sólo breves momentos de claridad con el retumbar de sus pasos, como si con cada uno de ellos detuviera tu corazón, robando tus latidos.
El silencio de la noche sólo es interrumpido por el crujir del edificio quemándose y tu propia respiración dolorosa, dejando en evidencia la ausencia de todo tipo de vida en los alrededores, ahuyentada por aquella presencia.
Puedes sentir como el humo recubre tus pulmones mientras esa gran figura ennegrecida entre la luz palpitante se acerca torpemente, arrastrando los pies en cada paso como si su cuerpo se resistiera a actuar, su enorme cuerpo luchando contra sí mismo, negándose a terminar lo que ha empezado, rogándote que huyas con sus movimientos espasmódicos, en completo silencio.
Por momentos la luz de las llamas es superada por los reflejos del cuchillo al que ese ser se aferra fuertemente, apuntan a tus ojos casi forzándolos a cerrarse; pero sin perder el enfoque en su temple, tus ojos solo viajan entre sus ojos y su boca.
Nunca imaginaste que un rostro pudiese retorcerse de tal forma, a un punto donde su humanidad y su alma parecen haber sido erradicadas.
Sus negras pupilas se han revuelto con el azul de sus iris, formando dos espirales opuestas que se expanden hasta encontrarse con las escleras de cada ojo. A través de ellos puedes aún sentir su desesperación, su dolor, su ira, arrugados de una forma que contradice su sonrisa. Si es que se le puede llamar de esa forma a aquella mueca que se fuerza en sus labios y sus mejillas.
Las comisuras de su boca han sido retorcidas hasta casi volver a tocar sus labios, entre los cuales se asoman solamente colmillos afilados, reemplazando sus dientes frontales y los molares, una dentadura carnívora, conservado como único testigo de su existencia alguna vez mundana su tonalidad ligeramente amarillenta, por excesivo consumo de café y mal cuidado, a consecuencia de una vida estresada.
La luz que envuelve la habitación ha sido casi completamente opacada por su figura, que ha logrado acortar la distancia a menos de un metro.
Un par de pasos más y todo habrá terminado, tu corta vida se verá extinguida siendo aún un infante, teniendo como tu último recuerdo la sensación de las gotas de sangre que escurren del afilado cuchillo, cayendo sobre tu frente mientras este se alza amenazante, apuntándote.
Aprietas fuertemente los ojos preparándote para el impacto, pero este nunca llega, en su lugar eres salpicado con la sangre hirviente de tu atacante mientras un fuerte jalón en tu brazo te regresa a la realidad.
“¡¡AHHH!!”
Ambos gritaron al despertar, cubiertos de sudor frío, sus voces haciendo eco en sus habitaciones, cada uno rompiendo con la tranquilidad de sus casas. Se tomaron un minuto para darse cuenta de que todo fue una pesadilla, la misma de siempre.
“¿Por qué? ¿por qué? ¿por qué?...”
Aubrey, la niña, se preguntaba mientras cubría su cara con sus manos, esforzándose para contener el llanto, su largo cabello enredándose entre sus dedos.
Su tez avellanada ahora era casi completamente blanca por el terror de revivir aquel día, un día que jamás olvidaría, presente en cada momento de su vida.
Erick, el niño, en cambio, no sabía de dónde venían aquellas visiones, su miedo se combina con confusión y un fuerte dolor de cabeza cada que emerge de aquel sueño.
Llevando una mano a su frente hizo presión para intentar aclarar la niebla de su mente mientras su jaqueca se dispersaba, a su vez fue invadido por una fuerte náusea, ascendiendo desde su estómago.
“¿Qué… demonios?” susurró para sí mismo.
Su meditación fue repentinamente interrumpida por el abrir abrupto de su puerta, un reconfortante rostro familiar y una potente voz nerviosa.
“¡ERICK!”
Jake, su primo, aquel que ha estado a su lado desde que empieza su memoria, irrumpió en pánico tras escucharlo gritar, la repentina luz del pasillo impidiendo que Erick mantenga sus ojos abiertos por varios segundos mientras escuchaba el respirar acelerado del joven.
Abriendo de a poco los ojos se dio cuenta de lo alterado que estaba.
Su prisa para venir a auxiliarlo quedó evidenciada por su estado, completamente empapado cubierto solamente por una toalla en su cintura, sus guantes negros con los dedos expuesto mal abrochados y otra toalla torpemente arrojada sobre su hombro derecho, a punto de caerse.
Su cabello y piel de un blanco intenso reflejaban la luz del pasillo, deslumbrando los ojos celestes de Erick, forzándolo a cerrarlos nuevamente.
La respiración de Jake se tranquilizó ante la ausencia del olor metálico de la sangre o algún estrago visible en la habitación. El niño parecía estar a salvo.
“¿Te encuentras bien?” preguntó Jake ya más calmado.
“¿Qué? ¿De qué estás hablando?”
Erick bostezó mientras se rascaba la cabeza, actuando como si no hubiera sucedido nada, mostrando un rostro tranquilo, pero Jake lo conoce muy bien, se dio cuenta de que finge, después de todo han pasado mucho tiempo juntos, dependiendo uno del otro por ocho años de su vida.
“No te hagas el tonto, has estado así toda la semana. Ahora, escúpelo.”
“Pues…”
Evadiendo los intensos ojos carmín de su primo el niño trató de encontrar una excusa mientras paseaba su mirada por la habitación. En su búsqueda su mirada cayó sobre el reloj despertador de su buró, marcando las seis y media de la mañana.
“¡MALDICIÓN! ¡Voy a llegar tarde!”
Erick saltó de su cama, apresurándose para darse una ducha. Jake lo observa desconcertado, procesando lo que acaba de escuchar, tratando de seguir al niño que parecía rebotar de un lado de la habitación al otro.
“Espera... ¿Qué hora es?” al fin voltea su mirada hacia el reloj - ¡¿En verdad?! Sólo tenemos veinte minutos.
El joven corrió apresurado a su habitación, resbalando un poco con el agua que escurría por sus piernas, pero logrando no caerse, sujetando fuertemente con la mano derecha la toalla de su cintura y atrapado con la izquierda la toalla de su hombro antes de que tocara el piso.
Resignado a no tomar el desayuno se apresuró a vestirse, agradecido de que Klaus, que se encontraba de viaje al momento, lo acostumbrara a organizar su ropa por conjuntos. Inmediatamente después se aseguró de empaquetar el almuerzo para su primo y revisar que todo lo necesario esté en su mochila.
Para cuando terminó de ordenar todo Erick bajó apresurado a la puerta de su casa, antes de salir Jake lo ayudó a ponerse la corbata.
Ya habían dado las seis cincuenta y cinco. Poniéndose el casco para abordar su motocicleta, Jake miró el reloj de su celular y le dio una mirada llena de culpa a Erick.
“Perdón, pero tendrás que irte solo.”
“¿Cómo? ¿No puedes llevarme?”
“Disculpa, también voy tarde, tendrás que correr esta vez.”
“¿Correr? ¿en serio? ¿bromeas?”
“Mejor se rápido” arrancó “y no te metas en problemas” su voz se alejó mientras avanzaba, dejando atrás al niño confundido y estresado.
Sin más remedio Erick comenzó a correr por las calles desiertas de su vecindario, al menos era una zona tranquila e intransitada durante el día, una de las pocas ventajas de vivir en un vecindario habitado exclusivamente por fantasmas en una ciudad tan ajetreada como lo era Daevalli.
La mayor molestia eran los alaridos y llantos ocasionales por la noche, aunque el verdadero problema de vivir ahí era su cercanía con uno de los bosques de la región de Kastafor.
Siendo su país, Elumevaz, una isla predominantemente humana, leyes y clasificaciones claras habían sido impuestas para separar los entes que la habitaban según el riesgo que imponían para estos.
Los humanos, por supuesto, tienen el poder de asentarse en cualquier sitio que deseen, siendo clasificados como No Mortales (NM) de nivel 2.
Los entes humanoides cuya dieta excluía a los humanos como elfos, algunas brujas y algunos tipos de hadas tienen permitido habitar en cualquier sitio e incluso compartir alojamiento con humanos al centro de la isla, en la ciudad de Xipe, y en las costas en las ciudades de Mahule y Daevalli, con clasificación NM-3 y NM-4.
Los seres no humanoides que no devoraban a los humanos se encuentran en las afueras inmediatas de Xipe, en los pueblos y bosques de la región de Natilon, clasificados como NM-5 a NM-7.
Cualquier ente que pueda presentar un riesgo para la seguridad humana es obligado a vivir en la región de Kastafor.
Esta región está compuesta por múltiples secciones de bosques, ciudades y pueblos repartidos por la isla, su cercanía con los asentamientos humanos depende de su clasificación Mortal (M), la cual varía de M-1 a M-7.
Estos lugares suelen ser evitados por los humanos y es sometida a una fuerte regulación de salida y entrada para sus locales.
Es así en todo país y región en que la humanidad domina, siendo su territorio principal Elumevaz, ya que el portal remanente de la dimensión de donde la mayoría de los humanos provenía, previo a la gran convergencia, se encontraba ahí.
Repartidos entre los asentamientos NM se encontraban rigurosamente custodiados por distintas especies los portales menores que dan acceso a otras dimensiones, comúnmente de forma aleatoria.
Los grupos encargados de su custodia en este país son los humanos, por supuesto, los elfos del bosque y las brujas blancas.
Los entes incorpóreos como los fantasmas, espíritus y espectros eran sujetos de gran debate dada su variedad y sus motivaciones, por ello se había decidido darles asilo entre los demás.
Los vecindarios fantasmas existían alrededor de toda la isla. Sus clasificaciones varían desde NM-1, en la cual se enlistan los ángeles y dioses benevolentes, hasta M-7, en la que entran seres como los demonios y poderosos espectros vengativos.
Estos vecindarios en ocasiones permitían la entrada de entes de otras clasificaciones externas a la de la localidad en que se encuentran, llegando a permitir incluso entes mortales en áreas para No Mortales.
Estas excepciones especiales se dan bajo regulaciones y seguimientos estrictos. Aunque esto no es bien visto por los humanos y demás seres No mortales.
En el caso de Erick y su familia existía tal excepción, esa era precisamente la razón de su alojamiento en un lugar tan poco común, y poco preparado para la vida humana.
Esa excepción era el temporalmente ausente Klaus, la persona que Erick más respetaba y en la que más confiaba, en conjunto a Jake. Era él quien lo había educado hasta ese momento, todo lo que sabía en un sentido académico lo aprendió de Klaus, cosa que dado su ritmo de vida ya no era viable.
Por fortuna sus enseñanzas lograron que Erick ingresara al nivel de secundaria, su nueva escuela, con una beca completa.
Una vez regresara sería Klaus quien se encargaría de llevarlo y traerlo de clases, ahora en su ausencia el niño dependía de la disponibilidad y la flexibilidad del trabajo de Jake.
Por fortuna su casa y su escuela se encontraban cercanos a los límites del vecindario fantasma y un vecindario común de la población humana. A pesar de la cercanía ambos sitios tenían una distancia considerable. Debía apresurarse.
Mientras tanto.
Una vez Aubrey recuperó la compostura se levantó para revisar el estado de Lady, la gata que había estado con ella desde su nacimiento, el último recuerdo de sus padres y su antigua vida. A pesar de todos los cambios y reubicaciones por los que había pasado Lady siempre encontró su camino de vuelta a su lado.
“Perdón por despertarte solo… tuve la pesadilla.”
Acarició su pelaje negro y le hablo suavemente mientras se aseguraba de que su grito no la hubiese asustado. Un repentino golpe al abrir de su puerta hizo saltar a ambas.
Mitzi, su hermana adoptiva, entró a la habitación, tomó a Bry de los hombros y comenzó a empujarla al baño.
“¿Qué rayos estás haciendo? Tenemos que ir a clases.”
“¿Ya es lunes? ¿de verdad?”
“Si, lo es.”
Con la presión del tiempo encima Mitzi ayudó a Bry a bañarse y vestirse, ató su cabello en una coleta algo floja y salieron apresuradas.
“Perdón por quedarme dormida.”
“No hables y camina.”
“Perdón.”
“¡Solo corre!”
Atravesaron rápidamente las calles esquivando transeúntes. Al ver la muchedumbre decidieron tomar un atajo por la parte desolada de la ciudad, donde los fantasmas y espectros habitan.
Dado que las personas solían evitar ese tipo de vecindarios por miedo a sus locales, las niñas pudieron correr sin obstáculos.
“Vamos, vamos, no lo lograremos.”
Mientras Mitzi se lamentaba las hermanas llegaron a una intersección, tan solo cuatro calles más para encontrar su escuela, a tres minutos de que cerrara.
Bry corría con la mirada fija al frente cuando en su visión apareció un destello negro y azul, una persona. Trató de detenerse, pero Mitzi chocó con ella al no darse cuenta de la situación, empujando a Bry al frente y haciéndola chocar con aquel desconocido.
Un niño; de su misma edad, su misma tez, su misma altura y ojos del mismo color que su ojo izquierdo, aquel que mantenía despejado de su cabello mientras cubría el derecho; se encontraba en el suelo, al igual que ella, visiblemente molesto.
El ojo derecho de Bry era de color rojizo, debido a la circunstancia que ocasionó tal diferencia este solo podía ser percibido por seres con habilidades muy específicas, para el resto era solo una cavidad vacía. Ver un poco a través de su cabello era preferible a taparlo con un parche.
En un instante reconsideraría esa decisión. Se había cruzado con alguien que podría verlo.
“¡¿Por qué no te fijas por dónde vas?!” el niño exclamó adolorido por la caída.
“¡Lo siento!”
Sus miradas se cruzaron. Ella lo reconoció al instante, él la notaba extrañamente familiar, verla era como ver a una vieja amiga.
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