El cuerpo de la desafortunada chica estaba atado a una cama antigua con la base carcomida por termitas. Desvestida hasta la ropa interior que ahora rebasaba sus dimensiones, la pérdida de masa general era lo más notable a primera vista, antes una mujer grande y energética, acorde a sus conocidos y su rastro en línea, se encontraba ahora en un estado esquelético y gris, algo que su tiempo de defunción no sería capaz de alcanzar.
Sus labios estaban secos y quebrados, su cabello carecía de brillo alguno. La sábana vieja que cubría la cama se encontraba ahora bañada en jugos de descomposición, una enorme mancha café que marcaba la silueta del cadáver y cubría la mayoría de las manchas “sospechosas” más antiguas del colchón.
Su hueso pélvico, su tórax y sus costillas parecían apuñalar la desgastada piel al borde de romperla y librarse de sus entrañas. Movimientos ocasionales por entre sus huesos, en el área del abdomen, mostraba la existencia de gases de descomposición, en ocasiones haciendo parecer que la chica aún respiraba.
La mayoría de las veces los cambios físicos drásticos en personas difuntas indican el uso de magia al momento de arrebatarles la vida.
Lo más alarmante eran las marcas dejadas por la extracción del alma, huellas invisibles sólo detectables por aquellos bendecidos por algún dios, dotados de poder divino o habilidades que bien podrían ser llamadas sacras.
Los sacerdotes de múltiples religiones siempre eran los primeros en llegar e irse de las escenas mórbidas en los países humanos, independientemente de su especie, a veces compitiendo por dar su veredicto primero en busca de solidificar la reputación de su dios al identificar, o en su defecto, proporcionar una lista de las posibles entidades responsables, basándose en la energía residual dejada durante los ataques mágicos o robos energéticos, vital y de alma.
En este caso ninguna de las tres personas sacras, que habían acudido al sitio antes de la llegada de los detectives, logró siquiera identificar la clasificación de la criatura que devoró el alma de Jane.
Antes de este, otros cuatro casos similares se habían presentado. Todas las víctimas habían aparecido en viviendas deshabitadas, atadas a una cama, sin alma, con un criminal imposible de identificar y, lo que Jake notó en cuanto entró a la habitación, con manchas de una sustancia negra viscosa alrededor y encima del cadáver.
“Esto ya es un patrón” señaló Arles “estamos ante un criminal en serie.”
Miró fijamente al rostro de Jake, sumergido en pensamiento, esperando su reacción. Sea lo que sea él seguramente se quebraría con esto, de una u otra forma, no había persona que pudiera seguir como si nada después de presenciar una escena tan inquietante en tan solo su segundo día, en su primer caso como detective. La obviedad de un asesino serial, sistemático, el sufrimiento por el que había pasado la víctima aún visible en su expresión de angustia y el potente hedor de la muerte.
Jake se agacho para mirar más de cerca una de las manos de Jane que se encontraba cubierta de la sustancia negra, volteo a ver al oficial goblin y le habló con un ligero tinte de alegría, como sí el cadáver frente a él no existiera.
“¿Puedo tener un poco de esta sustancia negra para analizarla personalmente, por favor?”
«¡¿QUÉ?!»
“Por supuesto, detective.”
La oficial hizo un gesto con la mano a los policías encargados de recolectar evidencia para llamar su atención. Rápidamente y con cuidado de no perturbar la escena antes de obtener todas las pruebas que requerían, tomaron una muestra con un cotonete especializado.
“Gracias esto será muy útil. Buen trabajo aquí, por cierto, se nota que la escena está en buenas manos.”
“Oh, gracias detective.”
La voz calmada de Jake, su suave pero notable sonrisa y sus halagos aligeraron, de alguna forma, el ambiente. Hablo un poco más con los encargados del sitio, dispuestos a compartir todo aquello que sabían e incluso ofreciéndole más muestras de otras pruebas.
«¿En serio? ...»
Terminada su labor en la escena ambos detectives emprendieron el camino de vuelta a la estación.
Lady insistió en subir al regazo de Jake, jugando con sus guantes y los destellos de las placas de plata en ellos mientras pasaba desde el asiento trasero hacia él. Jake también jugaba con ella despreocupadamente.
“Al llegar empezaré unas pruebas, pero también necesito acceso a los archivos de los otros casos. Si lo tienes.”
“¿Cómo estás tan calmado después de eso?”
“¿Eh?”
“Eres un novato, pero pareces muy tranquilo después de lo que viste en la escena.”
“Oh, eso” su tono de voz empezó a perder su calidez “no es mi primer encuentro con una muerte tan escandalosa, eso es todo.”
“Pero si ere un niño, no me llegas ni a la mitad en edad ¿cómo es que-”
El rostro de Jake desconcertó al detective Arles. Sus ojos carecían del brillo natural de los vivos, en su lugar parecían emitir una sutil luz propia, su mirada perdida, parecía no ver nada realmente, como observando algo más allá de lo perceptible al ojo humano.
Por un momento incluso la suave sonrisa que siempre mostraba, aquella que hacía que cualquiera a su alrededor se sintiera tranquilo, se desvaneció dejando un gesto estoico en su lugar, imposible de leer.
La gata en su regazo se erizó y esponjó su pelaje, gruñía en voz baja hacia el joven con las garras de fuera, sus pupilas dilatadas observaban con cuidado sus movimientos. Parecía prepararse para atacar en caso de ser necesario. El joven volteo hacia Arles, sus ojos fijos en los de él.
“No señor. Dejé de ser un niño hace mucho tiempo, y no tiene nada que ver con la edad.”
El ambiente pesado y el gesto inquietante de Jake cambiaron en menos de un segundo, el joven volvió su mirada hacia el camino en frente, su dulzura regular regresando a su sonrisa y su voz.
“Pero supongo que ese tipo de experiencia me funciona muy bien para este trabajo.”
«¿Qué diablos pasa con él?»
Ambos permanecieron en silencio por el resto del camino.
De regreso en la estación Jake se apresuró a registrar las muestras para poder realizar las pruebas que deseaba, mientras Arles vigilaba a Lady, aún con la cola erizada, cargándola para evitar que rasguñara la puerta del laboratorio a donde el joven había entrado.
“Gracias, te juro que será solo un minuto.”
“Si, si, ya apúrate.”
Tras colocar su saco, ya sin pelo de gato, cerrar la puerta con seguro y las persianas de todas las ventanas, Jake colocó la muestra en la mesa central, dándole la espalda a la cámara de seguridad.
Mirándola de reojo se enfocó en cubrirla convocando el crecimiento de una pequeña enredadera a su alrededor, haciéndola crecer solo lo suficiente para tapar el lente. Otra de sus habilidades.
Usar una pequeña cantidad de poder controlada era más complicado y cansado que usarlo en enormes cantidades para él. Suspiró y comenzó a quitarse uno de sus guantes para liberarse de su sello grabado en plata, que retenía su poder y restringía su acceso a este.
Sus venas comenzaron a tornarse negras.
El tipo de sanación que Jake poseía se basaba en acelerar los sistemas naturales del cuerpo del ser curado, al dotarlos de enormes cantidades de energía esencial blanca, aquella que toda entidad no demoniaca poseía, el ennegrecimiento de las venas era un efecto secundario de esta curación descontrolada, oxidando la sangre dentro del cuerpo, replicando las costras que se forman cuando alguien se hace una corta, y causando un gran dolor al activar los mecanismos del sistema inmune de forma aleatoria en zonas no dañadas.
Ya que Jake manejaba sus habilidades principalmente con sus ojos, su rostro y los ojos mismos eran las partes más afectadas. Debido a ello también todos los rasguños, heridas y golpes restantes en su cuerpo fueron curados, en un instante, soltando un ligero vapor por el calor producido durante la aceleración de las células en su cuerpo.
Cuando el ardor en la piel de donde estas heridas solían estar y en su brazo derecho, el de la mano descubierta, se empezó a desvanecer Jake supo que se había estabilizado lo suficiente para trabajar.
La liberación de sus poderes provocaba también una liberación involuntaria de energía esencial blanca, haciendo que su pupila brillara con tal intensidad que su iris se veía completamente blanco. Enfocando su energía en la mano derecha apuntó un halo de luz hacia la muestra de la sustancia negra aun dentro de la bolsa.
Aquella sustancia comenzó a gritar agudamente y agitarse con tal agresividad que la bolsa en que se encontraba se abrió. Soltó un alarido con agudeza y volumen suficientes para causar dolor en los oídos de Jake, pero no para alertar a aquellos unos pasos fuera del laboratorio.
Usando otra de sus habilidades grabó la esencia en su memoria, con esto podría rastrear a la entidad que había dejado la sustancia en la escena.
A ese punto un dolor punzante en la espalda de Jake le indicaba que no podía continuar mucho tiempo sin su sello si no quería causar un alboroto en el laboratorio, por la fuerza de aquello que quería salir de él. Tampoco deseaba romper su camisa, si la sangre que salía al contener aquello adentro no era mucha la podría simplemente lavar y reutilizar.
El joven continuó iluminando la sustancia hasta que se evaporó. Había sido purificada. Se puso rápidamente el guante de nuevo y se dejó caer sobre la mesa, descansando del dolor que previamente había invadido todo su cuerpo, recargado en su brazo izquierdo.
Sus venas y su temperatura corporal regresaron a la normalidad. Con una mirada el lente de la cámara fue descubierto, sin capturar prueba alguna de lo que acababa de ocurrir.
Arles abrió la puerta con una llave secundaria, aun cargando a la gata, preocupado por lo que pasaba adentro tras alcanzar a oír los gritos de la sustancia y el golpe del cuerpo de Jake sobre la mesa del laboratorio.
Al entrar lo primero que vio fue la espalda ensangrentada del joven detective, dos grandes manchas en su camisa al nivel de los deltoides.
“¿Qué fue eso? ¿qué estás haciendo?”
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