I
—Ahora debes regresar con tu escuadrón, John Darrow—anunció la Dama Lavinia—. ¡Escoltarás a los Guardianes Místicos en su nueva misión contra el Príncipe de la Oscuridad!
Rascándose la cabeza con gesto ansioso, el paladín preguntó:
— ¿De verdad cree que sea correcto involucrar a unos niños así de pequeños en una batalla tan terrible, Dama Lavinia?
—Así es como la Voluntad del Universo lo ha determinado.
—Pero… ¿Qué tal si la Voluntad del Universo no le atinó esta vez y trajo a los Guardianes Místicos muy antes de tiempo?
— ¡Si serás atrevido! ¿Cómo siendo un paladín cósmico tienes la osadía de decir una cosa semejante? —rugió un enfurecido Waheela, enseñando los colmillos.
Lavinia, en cambio, no se inmutó en lo más mínimo, formulando tranquilamente la siguiente contestación:
—Los Guardianes Místicos siempre son conjurados en el momento propicio. Ni antes, ni después. Que eso le quede claro, paladín Darrow.
—Sí, Dama Lavinia. Lo entiendo perfectamente.
—Cuide muy bien de esos niños. Recuerde que de ellos dependerá el destino de todo lo que existe, paladín Darrow.
—P-Prometo no defraudarla, Dama Lavinia—aseguró el gigantesco guerrero, cuyo ecuánime gesto era sin embargo traicionado por una gota de sudor frío resbalándose a través de una mejilla.
“¡Madre mía! ¡Ni en mis sueños más locos me habría imaginado pasar por semejante situación!” pensó para sus adentros John Darrow, disponiéndose a partir en compañía de los refuerzos que la Voluntad del Universo le había asignado.
Sin embargo, antes de que este grupo marchase al espacio, Rakhna dio un paso al frente, cargando en brazos a Uqbar, Orbis y Tertius.
— ¿Van a marcharte así nomás, Kenneth y Medved? ¿Ni siquiera van a despedirse de nosotros? —les recriminó el hada, casi pareciéndole que ese par de compañeros suyos estaban tratando de huir de sus responsabilidades con respecto a los bebés que les habían encargado cuidar.
— ¡¿Ya tienes hijos y no me dijiste, Kenneth?! ¿Cómo es que no me he enterado aún de que tengo nietos?
— ¡Papá, no es lo que crees! ¡Ni siquiera son realmente mis hijos!
— ¡Papi! ¡Papi! —lloraron al unísono Uqbar, Orbis y Tertius, como para desmentirle de inmediato—. ¡Reguesa papi! ¡Reguesa!
— ¡Cobarde! ¡Al menos dame un beso de despedida, sinvergüenza! —demandó Rakhna, dándole un buen tirón de orejas al capitán Kenneth, quien entonces la besó, y también les dio un beso en la frente a los tres bebés, que no dejaban de sollozar.
— ¡Papá y el tío Medved van a tener que irse por un tiempo! ¡Sean buenos bebés y no le causen problemas a mamá!
Ellos no prestaron mucha atención a sus palabras, todavía repitiendo sin cesar “Reguesa papi” mientras el capitán Kenneth se iba alejando. A su llanto se unió el aullido lastimero de Murzim, lamentando aquel can tener que despedirse tan pronto de Raúl y sus compañeros, a quienes ya les había tomado bastante cariño.
Mientras se iban, Alex le prometió a Enji (todavía encerrado en su lámpara) que ellos derrotarían al malvado Príncipe de la Oscuridad:
— ¡No te preocupes! ¡Le daremos a ese villano su merecido igual que al adefesio de Erebo!
— ¡Yo les daré el alcance apenas me permitan salir de esta porquería en la que me han metido!—Aseguró el jinn—. ¡Tengan paciencia y manténganse con vida! ¡No podrán mantenerme encerrado por siempre!
“Ojalá eso fuera posible…” reflexionaba mentalmente Waheela, bastante fastidiado con la forma de ser tan vehemente de aquel espíritu de fuego.
— ¡Si ven a la reina Una o al señor Maverick o a cualquier otro de nuestros amigos no se olvide de darle nuestros saludos! —se despidió por su parte Luna, llevando consigo a Xamic sobre el hombro derecho, como si fuera el loro de un pirata.
— ¡Por lo menos pudiste haberme invitado a tu boda, hijo! ¡Al menos prométeme que sí volvemos a la Tierra de Danann me harás el favor de presentarme a tu esposa! ¿De acuerdo? —solicitó por su parte John Darrow a su hijo, mientras un haz de luz emitido por la nave-ballena los transportó en un parpadeo hacia su interior.
II
— ¡Bienvenido, paladín Darrow!—anunció entonces una peculiar vocecilla, que casi sonaba como un personaje salido de una caricatura—. ¿Pudo conseguir los refuerzos requeridos por nuestro escuadrón?
—Hola, Menkar… ¡Te presento a los Guardianes Místicos!
— ¿Guardianes Místicos? ¿De verdad se encuentran aquí los legendarios Guardianes Místicos? ¿En dónde están?
— ¡Hola! ¡Aquí estamos! —Saludó Luna, alzando la mano derecha—. ¿Quién eres tú?
Alrededor de los chicos flotaban unos extraños cristales que variaban constantemente de tamaño y color, en medio de los cuales fue proyectada la imagen semitransparente de una pequeña criatura que daba la impresión de ser una mezcla de ballenato y ajolote.
— ¿Ustedes son los Guardianes Místicos? ¿De verdad? —les preguntó, acercando su ancho rostro a cada uno de los niños. De haber tenido nariz, habría parecido que intentaba conseguir información de cada uno de ellos olfateándolos.
Los cristales flotantes en seguida proyectaron un sinnúmero de imágenes, en los que podía apreciarse todo tipo de esculturas y monumentos erigidos en diferentes planetas ante los cuales diversas razas extraterrestres dejaban un sinnúmero de ofrendas.
— ¡No se parecen a ninguna de sus estatuas! ¡Ustedes son niños!
— ¡Pues claro que somos niños! —repuso Alex, en tono irritado—. ¿Y tú que rayos eres?
—Menkar es la conciencia de esta bionave cyborg—explicó John Darrow—. En cierta manera, podemos decir que es algo así como su alma y conciencia…
— ¿“Bionave”? ¿Y eso qué es?—cuestionó Luis, todavía más confundido por aquella explicación.
— ¿En serio nunca han visto una bionave, chicos? ¿Y cómo es que pudieron llegar hasta la Tierra de Danann? ¿Acaso fueron traídos por alguna bandada de pájaros estelares o qué? —cuestionó Menkar en tono risueño.
— ¡No tenemos ni idea de lo que estás hablando! —protestaron al unísono Alex y Luis.
—Las bionaves son clones artificiales de algunas especies de animales mágicos capaces de realizar viajes interestelares—dijo el capitán Kenneth—. ¡Gracias a esa tecnología los paladines cósmicos pueden transportarse hasta galaxias muy remotas que necesitan de nuestra ayuda con mucha mayor rapidez!
— ¡Pero eso es imposible! —exclamó Luna, que había leído un poco al respecto sobre viajes espaciales a través de internet—. ¡Viajar de una galaxia a otra tomaría unos dos millones y medio de años!
— ¿Dos millones y medio de años, dices? ¡Mira nomás cómo es que vuelo hasta nuestro destino antes de que sea hora del almuerzo!
Los cristales flotantes entonces centellaron con gran intensidad, y también la pequeña Menkar empezó a resplandecer, emitiendo luces verdeazuladas.
— ¡Sujétense bien! ¡Voy a cobrar un poco de impulso!
— ¡Espera, Menkar…!—apenas llegó a decir John Darrow, antes de que la nave-ballena empezase su veloz carrera a través del espacio exterior, creando en torno a sí diversos portales mágicos que les servían como atajo para recorrer galaxias con la misma facilidad en la que un Concorde viajaría de un país a otro.
Luego de un sacudón inicial que dejó a los niños con la cabeza dando vueltas (Y en esos momentos Alex sí que de veras lamentó haber comido un desayuno tan copioso, sintiéndose a punto de vomitar), el viaje a través de un océano de planetas y estrellas fue suavizándose poco a poco, llegando hasta ser relajante incluso.
— ¡Más cuidado por favor! ¿Acaso quieres que los Guardianes Místicos se enfermen? —reprochó John Darrow a Menkar, que simplemente respondió:
— ¿Tan delicados son que ni siquiera resisten un poco de velocidad? ¡Menudos héroes nos ha dado la Voluntad del Universo!
— ¡No subestimes a estos niños, renacuajo! —Se apresuró en decir Medved, saliendo en defensa de los chicos—. ¡Para que te lo sepas, hace un par de meses nomás estos muchachitos valerosos rescataron a la Dama Lavinia y salvaron a la Tierra de Danann, enfrentándose a uno de los Señores del Abismo! ¡Y fue gracias a ellos que Kenneth y yo conseguimos nuestra libertad! ¡De no haber intervenido en nuestro favor ante la Dama Lavinia, de seguro que en estos momentos el ejército de Guring seguiría usándonos como sujetos de prueba para sus experimentos!
— ¿Es verdad eso? ¿Ustedes salvaron a mi hijo de sus torturadores?
— ¡No fue nada, la verdad! —Repuso Luis, sonrojándose un poco—. ¡Sólo cumplimos con nuestro deber!
— ¡Pero si tú no hiciste nada! —Se apresuró en aclarar Raúl—. ¡Lo de liberar al capitán Kenneth y al capitán Medved fue idea de Alex! ¡A él es a quien usted debe agradecer, paladín Darrow!
—S-sólo lo hice porque a mí me enfurece que se cometan injusticias…—murmuró débilmente Alex, bastante mareado aún—. ¡Es que yo soy así, un niño bien jelou como Finn de Hora de Aventuras…!
— ¡Muchísimas gracias! ¡Estoy en eterna deuda con usted, joven Guardián del Universo! —declaró lleno de emoción John Darrow, al tiempo que daba al chico un estrujón tal que terminó haciéndole devolver cuando menos la mitad del desayuno.
— ¡Guácala! —Exclamó Luna, con repugnancia—. ¡Ahora tu vómito está flotando alrededor de nosotros!
—Yo me encargo del desorden… —anunció de forma resignada Menkar, meneando la cabeza—. ¡Menudos Guardianes Místicos nos han tocado!
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