Jake lo miró por sobre su hombro, visiblemente cansado, ni siquiera hizo el esfuerzo para mantener su imagen despreocupada de siempre. Se puso su saco para tapar las manchas en su espalda y salió del laboratorio
“Estás sangrando.”
“¿No es lo que querías?”
“¡¿Qué?!”
La severidad de su mirada y su voz, aunque no tan intensas como habían sido en el camino de vuelta de la escena del crimen, provocaron un escalofrío al detective Arles, la posibilidad de que él supiera quienes lo habían atacado la noche anterior era un gran riesgo para él y aquello en lo que había estado trabajando por varios años.
Con una actitud monótona y emociones ilegibles Jake pasó al lado de Arles dirigiéndose hacia la salida.
“Olvídalo. Vamos, tengo una pista.”
Ambos oficiales abordaron la unidad y se dirigieron hacia los bosques del sur de Daevalli, cercanos a los límites costeros de Elumevaz.
Con la esencia de la muestra aún grabada en las puntas de sus dedos rastreó el ser que había producido la sustancia negra hasta una cabaña aparentemente abandonada en los límites de una zona de Kastafor.
Los oficiales se acercaron a las puertas del edificio, con la madera de su estructura desgastada y carcomida, tocaron la puerta, con una de las bisagras rotas haciendo que se inclinara hacia la derecha, tembló ante la leve fuerza aplicada.
Al no recibir respuesta la tiraron con un empujón.
Arles fue el primero en poner pie dentro del edificio, tosiendo por el polvo levantado al derribar la entrada, miró a su alrededor incrédulo de las conjeturas de Jake.
“Dime de nuevo niño, ¿por qué estamos aquí?’
“Porque encontré una pista.”
Jake se abrió paso entre la nube de polvo, como si no le afectara, sintiendo el llamado de la esencia de aquel ente en la punta de sus dedos con un cosquilleo creciente, llevándolo hacia la habitación contigua.
“¿Y esa pista es…?”
“Los sustratos presentes en la sustancia son los mismos que en los bosques cercanos, este inmueble es el más próximo a la zona de mayor coincidencia.”
El oficial Arles, teniendo más de dos décadas de experiencia, reconoció inconsistencias en la declaración de Jake.
“Y tú, un simple humano, hiciste tal prueba en menos de un minuto sin solicitar ninguna asistencia…”
“¿Qué?”
Una voz temblorosa de entre la oscuridad interrumpió su conversación. Un hombre en extremo delgado, con signos de inanición y desnutrición, salió de la habitación contigua arrastrando los pies y sacudiendo su cuerpo en violentos espasmos aleatorios.
“¡¿Quién-Quiénes son?!”
El cosquilleo de Jake se transformó en ardor, sus refinados sentidos se intensificaron aún más ante la posibilidad de una confrontación con el asesino. Arles ignorante a la situación tomó una aproximación calmada y neutral hacia aquel hombre.
“Somos detectives, buscamos información de los recientes asesinatos-”
“¡¿Dónde estoy?! ¡¡¿Dijiste asesinatos?!!”
“Señor... ¿Está bien?”
“¡Déjenme tranquilo!”
Jake dio un paso atrás ante el actuar errático y confundido de su sospechoso, decidió que lo mejor era seguirle el ritmo y actuar como si no supiera su relación con el caso.
Lo miró de arriba abajo buscando una excusa para restringirlo y ponerlo bajo observación. En sus pies semi desnudos el hombre tenía manchas de aquella sustancia negra, empapando sus calcetines amarillentos, alguna vez blancos.
Con un gesto, un ligero golpe y una mirada hacia Arles redirigió su atención hacia aquella sustancia.
“Señor, eso que tiene en los pies, ¿podría explicarme de dónde proviene?”
“¿Qué?...”
Miró a sus pies, sorprendido ante la extraña brea en sus suelas levantó y agitó sus pies con ansiosa fuerza.
Jake intercedió con una voz asertiva, pero de tono suave, poniendo su mejor cara para tranquilizar a su sospechoso.
“Cálmese, estamos aquí para ayudar, lo llevaremos a un lugar seguro.”
“¿Desde cuándo… cuánto…? ¡Yo no-”
Los ojos del hombre comenzaron a ponerse en blanco mientras espasmos convulsivos se apoderaban de su cuerpo, sudoroso y con la boca espumante perdió el conocimiento. Jake lo atrapó antes de caer al suelo.
Arles miraba el rápido escalar de la situación con escepticismo por ambos, su compañero oficial y el misterioso hombre al que acababan de encontrar.
“¿Qué demonios acaba de pasar?”
*Debe ser otra víctima, tenemos que solicitar una ambulancia.”
“¡Déjame entender esto!”
Arles alzó la voz y habló con ruda firmeza
“Con solo una pequeña muestra de lo que hiciste una prueba que toma horas en menos de un minuto y los resultados te guiaron exactamente, sin margen de error alguno, donde el asesino escondió a su víctima más reciente, solo así de simple.”
Los oficiales se miraron a los ojos en silencio, Jake leyendo las emociones de Arles pensando en una buena excusa para justificar la situación.
“Si.”
No logró idear nada. Arles sacó su teléfono y marcó la línea directa a la estación.
“Detective Arles aquí, necesitamos asistencia médica urgente, hay un civil” miro a Jake y apuntó a su espalda “y un oficial heridos.”
Al ver que su compañero no había dejado ir lo que pasó en el laboratorio Jake suspiró irritado ante el prospecto de tener inventar más excusas, ahora ante personal médico.
Tras un par de horas y varios estudios para determinar cómo es que el joven había sangrado tan profusamente sin presentar herida alguna, los médicos intrigados trataban de inventar cualquier pretexto para mantenerlo en su custodia.
Sabiendo que esto sucedería Jake estaba preparado para refutar todos y cada uno de ellos.
Al final tuvieron que rendirse.
Mientras Jake se vestía, aún con el torso descubierto exponiendo las delicadas líneas que ilustraban un par de alas blancas que parecían crecer desde sus músculos del trapecio, extendiendo su forma hasta la base de su espalda baja, en un último esfuerzo una enfermera se acercó a Arles con la esperanza de que convenciera a su compañero de quedarse.
“Realmente no hay duda alguna de que sea su sangre, suponemos que tiene algo que ver con sus tatuajes, si tan solo le hacemos un par de pruebas más-”.
“No, tenemos mucho trabajo, nos vamos”.
“¡Tienes razón! Vámonos.”
Jake ya completamente vestido, con gran rapidez, se levantó ansioso por dejar el hospital. Arles aún se encontraba confuso y preocupado por la situación del joven oficial, aclaró.
“Pero ya es tarde, será mejor que vayas a casa y descanses. Te llevaré” miró a Jake de arriba abajo, aún incrédulo de su buena condición “Después de sangrar así podrías terminar en un accidente si conduces.”
Jake que ya se encontraba agotado por el día de trabajo y el acoso de los médicos, recordando lo que había sucedido apenas el día anterior y leyendo las emociones del oficial, no pudo evitar estallar ante la hipocresía de Arles.
“¡¿Y qué?! ¡¡¿a ti qué te importa?!!”
Arles mantuvo su compostura, aunque la reacción agresiva del joven ante su preocupación lo irritaba bastante.
“Si conduces en mal estado pondrás en riesgo vidas civiles, piénsalo bien.”
Jake no pudo refutar esa afirmación, aún molesto y refunfuñando siguió a Arles sin decir palabra. El veterano lo llevó, en el mismo auto que habían utilizado para ir a la escena del crimen, a la estación de tren más cercana, evitando a ambos un viaje largo e incómodo.
Jake abordó el primer tren que llegó, completamente vacío dada la hora tan alta en la noche, y siguió su camino aún frustrado y cansado por los últimos sucesos de su día.
Arles observaba cómo partían los vagones cuando recibió un mensaje en su celular, el número uno que le daba escalofríos tan solo leerlo.
Entonces ¿te mostró lo que realmente es?
…
Pues sí lo hizo
Creo que se equivocaron con el niño
No es más que un simple albino
El siguiente mensaje tardó varios minutos en llegar, mostrando a la persona al otro lado de la conversación escribiendo y dejando de escribir múltiples veces.
NO LO HICIMOS
Tú mismo lo viste, al final del día hasta esos rasguños desaparecieron
Arles continuó su conversación por media hora, sumido en pensamiento, repasando todos los acontecimientos del día y considerando las posibles explicaciones. Por más vueltas que le diera estaba claro que aquellos contactos habían cometido un error, sin embargo, aún más claro que eso era el hecho de que Jake no era un simple humano.
Dentro del vagón vacío, de camino a casa, Jake se recargó agotado en el gastado respaldo del asiento plástico, inhalando profundamente tensaba todos sus músculos para después relajarlos completamente mientras exhalaba.
Un escalofrío recorrió su columna vertebral, alertando del peligro.
Las luces en los vagones se empezaron a apagar, una a una desde el último hacia el primero, llegando hasta donde se encontraba el joven oficial. Dos siluetas se podían distinguir entre las sombras.
“Déjate de juegos y muéstrate ya.”
Jake se quitó el saco y retiró su corbata, preparándose para lo que estaba por venir. Una de las dos siluetas, ahora en la oscuridad del mismo vagón, hablaba con una voz temblorosa y chillona.
“¿Por qué te sigues metiendo en nuestro camino?”
“Bien…” se desabrochó los primeros botones de su camisa, descubriendo su pecho “es mi trabajo, ¿sabes?”
Al llevar su mano derecha a su pecho, lista para sujetar algo inexistente en el aire, un destello deslumbrante emergió desde su corazón a través de la carne, el hueso y la piel. En el espacio vacío bajo la palma de su mano una esfera dorada comenzó a manifestarse, absorbiendo la luz, tornándose en un cristal puro y transparente, mientras el oro seguía creciendo y formándose alrededor de este como el mango de una espada.
“Ah, ya veo” exclamó la silueta “eres uno de sus soldados, niño bonito.”
Una voz grave y rasposa resonaba tras algunas de las palabras.
Jalando del mango la luz se transformó completamente en una hoja cristalina, como si la hubiese sacado directamente de su corazón, emitiendo un ligero brillo propio, iluminando el vagón y haciendo su interior ligeramente más perceptible.
Teniendo las siluetas lo suficientemente cerca para distinguirlas, Jake las observó escaneando su esencia.
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