Las horas pasaban pero las interrogantes de Luly solo sumaban. Y se preguntaba si aquello fue de broma o era un gesto normal entre amigos. No podía ser normal entre hombres. Eso ya lo había aprendido en el orfanato. En clase de historia que dictaban las cuidadoras, les repetían a menudo del periodo donde ya no nacían bebés. Ellas les decían que era prohibido dar besos y abrazos a los del mismo género. Los más pequeños no entendían, como Luly. Entonces sólo pensaba que ese era el motivo de porque nos otros niños eran malos con él.
Ahora Luly es grande y entiende porque las profesoras les advirtieron varias veces el asunto. La noche llegó y su cabeza era un completo lío. No sólo no entendía, si no que no quería saber la verdad. Como si fuera fácil aceptar cariño en su condición.
Luly, ignorante de lo que aconteció en la universidad, decidió dormir.
En el momento que Remil salió de la casa, fue directo a la universidad. Y sin ninguna espera, los empleados le dieron el telefonazo al profesor Shin. Ellos recibieron un regaño como nunca. Shin estaba con los nervios de punta. Sus clases se vieron afectadas y no pudo disculparse correctamente con sus estudiantes. Nadie sabía por lo que el maestro estaba pasando y menos sus colegas. Una de ellas se acercó a preguntarle pero Shin la evadió.
Unas horas después, apareció Remil frente a su escritorio. Shin furioso lo agarró del cuello. Obviamente Remil respondió y se abalanzó sobre él. Los otros maestros se acercaron muy asustados, pidiendo tranquilidad.
— Por favor, señores compostura!
Ambos se detuvieron. Shin se disculpó con todos los presentes y de manera, solo un poco, calmada le pidió a Remil salir a hablar.
Al dejar la sala, sólo dejaron conversaciones en voz baja. Ese incidente no acabaría allí. Una disculpa es una formalidad pero las consecuencias vendrían más tarde. La doctora y el veterinario, criticaron duramente lo visto. Ellos dos eran integrantes del comité de disciplina y orden. No dejarían pasar esto.
Afuera, mientras caminaban los dos hombres, alguien se acercó. Era uno de los tantos amigos de Remil, que estaba junto a una jovencilla. Extrañado de verlo con el profesor, le dio la voz.
— Hey Remil, ¿Que hay, a donde vas?
— Que maldita sea te importa!!
El muchacho se retiró, luego de ser avergonzado frente a la chica que le gusta. Y como todo rencoroso, no se quedó callado. Corrió la noticia de que Remil se estaba peleando con el profesor Shin. Hasta parece que el chico tenía poderes de adivinación, porque eso sí sucedió.
Casi pareciera que todo transcurría como normalmente. Sin embargo, en la construcción de los nuevos salones, se encontraban dos personas. Eran Remil y el profesor Shin, que se disponían a conversar, alejados del alumnado. Remil dio el primer puñete y Shin le correspondió con otro. Y los golpes iban y venían. Eran dos bestias peleando por su presa. Olvidaron por completo sus roles y posiciones en la sociedad. Con esta pelea, ambos aclaraban su interés en Luly. Sin palabras de por medio. No había necesidad de exponer lo prohibido. Y por si alguien preguntaba, ninguno delataría al otro.
La pelea hubiera continuado, si no fuera por los trabajadores de la construcción. Para tranquilidad de ambos, estos trabajadores eran ignorantes de sus nombres. Pero a Remil se le fue un poco la lengua cuando se estaban alejando.
— ¡No tiene ningún derecho a prohibirme verlo!
— Es mi estudiante y es mi responsabilidad...
— Al diablo con esa estupidez -rugió Remil- si fuera su profesor no lo tendría cautivo.
— ¡No vuelvas a entrar a mi propiedad!
Remil escupió sangre al suelo y furioso le dirigió una última al profesor.
— ¿Acaso usted cree esa estúpida excusa del profesor?
Después de la pelea sólo quedaba tiempo para la reflexión. Shin furioso de sus actos. Sentado en su auto, golpeaba el volante. No había días de ese tipo en su vida. Continuaba negando su interés más allá de lo académico. También era ridículo pensar que su comportamiento se debía al atropello de Remil, al entrar sin ser invitado.
Para ahogar los problemas y pensamientos, Shin se dirigió a un bar.
Por otro lado, Remil negó sus sentimientos y sin darle más vueltas le dio otro significado. Sus juguetes son suyos hasta que se aburra y nadie los puede tocar. Luego de limpiarse la suciedad y sangre, llamó a sus amigos para salir y perderse en la larga noche.
Comments (0)
See all