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Las Crónicas de Bermont I: La profecía de las fábulas

Prólogo: El comienzo de un exilio

Prólogo: El comienzo de un exilio

Sep 30, 2024

Denrick Olhen

Puede que no conozcáis la historia de nuestro legendario reino, pero no importa. Porque con mucho gusto os la narraré. Así tal vez, comprendáis cómo hemos llegado a esta situación.

Todo comenzó en nuestra ciudad, Glorión, capital del reino de Bermont.

Era una ciudad de gran belleza, poseía altos y elegantes edificios entre los que se destacaban el palacio. También se imponía la Torre de Esmeralda, construida durante el reinado del primer rey de Bermont en honor a su esposa que llevaba el mismo nombre. Ella fue considerada una heroína más influyente y conocida de nuestro reino que vino aquí en busca de conocimiento llevándola a realizar muchas hazañas.

Siglos más tarde, llegaron los reyes de nuestro tiempo que son mi esposa Felicia, su hermana mayor y su marido. En cuanto a mí, creo que ha llegado el momento en que me presente. Yo soy Denrick, duque y consejero de los monarcas. Felicia y yo teníamos la función de asesorar a los soberanos a gobernar con sabiduría y cordialidad.

El pueblo estaba contento y ninguno pasó ninguna necesidad en sus dominios. Sin embargo, tenían un terrible problema ya que no habían conseguido a través de los años tener hijos. Esto les complicaba la tarea de conseguir un sucesor que siguiera sus pasos. Afortunadamente, mi esposa me dio un hermoso hijo al que pusimos de nombre Leyden. Los monarcas muy satisfechos, tuvieron la idea de que su sobrino fuese la persona que fuese su sucesor en el trono.

Al poco tiempo después de su nacimiento, el rey quiso presentarlo ante nuestro pueblo públicamente como su sucesor. Todos se llenaron de regocijo cuando observaron al bebé. Se realizaron magníficas fiestas como corresponde a un heredero: fuegos artificiales, tocaron las campanas… Y la nobleza y el pueblo organizaron bailes y verbenas. Por las calles se respiraba a suaves fragancias procedentes de coloridas floristerías.

La festividad duró una semana para dar paso a la rutina y todos retomamos nuestras labores diarias.

Con el paso de los años, el niño recibió una educación esmerada por medio de tutores, para convertirse en un joven digno de ser el heredero que todos deseábamos.

Mi mujer y yo, como padres no podíamos estar más orgullosos.

Aquel día, tras una reunión en el consejo, me dirigí hacia el jardín del palacio donde me llegó una suave brisa con aroma de rosas que se esparcía por el jardín. El sol se hallaba medio oculto por las blancas nubes desde el cielo pero el ambiente era cálido.

Cerré los ojos para disfrutar la sensación del aire azotando por mi rostro. Agradecí tener un momento de soledad y tranquilidad.

—Denrick, mi amor ¿Va todo bien? —una melodiosa voz me sobresaltó de un leve respingo. De vuelta a la realidad, me volví hacia Felicia.

Ella me sonreía con sus blancos dientes al descubierto, sus ojos me miraban con un brillo de cariño y su cabello, negro como la noche más oscura, ondeaba al son de la brisa. Aquella mujer estaba más hermosa que nunca.

A escasos metros de distancia, extendí la mano hacia ella.

—Ven aquí.

Ella avanzó con pasos lentos hasta colocarse frente a mí y me abrazó. Aunque estaba junto a la mujer que amaba, sentí cómo un oscuro presentimiento comenzaba a ocupar mis pensamientos. Tuve la sensación de que algo horrible estaba a punto de ocurrir.

—Cariño, ¿qué te preocupa? —Su delicada mano giró mi rostro hacia el suyo. Observé como sus ojos se reflejaban cargados de curiosidad e inquietud.

—¿Te acuerdas del Dios de la Oscuridad?

Ella asintió con la cabeza.

—La última vez que luchabas junto a mí, me encontré cara a cara con ese tirano. Antes de desaparecer, éste me advirtió que toda nuestra tierra sería suya y que muy pronto llegaría nuestro fin —con la cabeza gacha, añadí—. Se lo advertí a la corte, pero no me creyeron. Dijeron que aquel loco había desaparecido para siempre.

—Mira… sé que hiciste todo lo posible, de verdad… pero a veces… a veces, simplemente no podemos evitar lo que viene —me levantó el mentón con la misma mano —. Tranquilo, mi amor, todo va a estar bien.

Sus palabras consiguieron sacarme una sonrisa en los labios. Cómo adoraba su sabiduría y amabilidad.

Pero como era de esperar, el destino acabó por demostrar qué yo tenía razón.

Una noche, nos despertamos al escuchar el sonido de alarma de los cuernos. Nos alertaba de un peligro inminente. Me asomé a la ventana y comprobé como una nube negra se acercaba ocultando gran parte de las estrellas. Con horror vi como caían unas terribles criaturas sobre calles y tejados de la ciudad provocando fuegos con antorchas encendidas y a golpes con sus fuertes cuerpos, podían derribar puertas y muros. En poco tiempo, el caos, los gritos y la humareda surgían a su paso.

No pudimos reaccionar a tiempo y ellos estaban destruyendo nuestro bello hogar. Tenía que actuar rápido para proteger a mi familia y defender a nuestro pueblo.

Pensé en Leyden. ¡Pobre hijo mío! Me angustié ante la idea de que pudiera perderlo. Tenía que encontrarlo, lo antes posible.

Al salir, los cortesanos corrían en todas direcciones, no sabían dónde dirigirse. Cogí la mano de mi esposa y nos dirigimos a los aposentos del rey. Al llegar a la puerta, para nuestra sorpresa, la guardia personal había desaparecido. Abrimos la puerta y no encontramos a nadie dentro. Leyden tampoco estaba ahí. Mi angustia aumentaba por segundos. Por otro lado, supuse que los hombres se habrían unido en la defensa. Abandonamos el edificio pero al salir nos encontramos con una imagen sobrecogedora.

Ante nosotros, se hallaba un hombre misterioso que se supuse que lideraba a aquellos monstruosos seres invasores, y sostenía en cada mano un cuerpo inerte. Al vernos, los soltó y descubrí que se trataban de los reyes. Cuando levanté la mirada, consternado hacia el asesino, éste nos sentenció:

—Vuestro reino ha acabado, esta ciudad se llamará Monsdoom y será la única capital de nuestro reino.

Sin darme tiempo a reaccionar, arrojó su lanza contra mi amada Felicia dándole de lleno en el corazón.

—¡No, Felicia! ¡No me hagas esto! —corrí hacia ella, pero… ya era demasiado tarde.

Felicia se desplomó y en un segundo, la tenía en mis brazos. Su cuerpo se sentía tan… tan frágil…

—¡Vamos, mírame amor mío!

Entre sollozos acaricié las mejillas de mi amada Felicia para hacerla reaccionar. Ella movió los ojos hacia mí.

—¡Eso es! —susurré con una ligera sonrisa— ¡Resiste, Felicia! No sé que puedo hacer sin ti… No, no puedes dejarme así.

Con esfuerzo, ella extendió la mano hacia mi mejilla y la acarició suavemente. Esto me arrancó una lágrima que le cayó sobre la frente.

—Denrick... mi amor. Cuida de nuestro hijo... ¡por... favor! te amo.

Nunca olvidé cómo ella, al mover la cara hacia un lado, daba su último suspiro abandonando así este mundo.

Las lágrimas me cegaron los ojos y sentí cómo caían por mis mejillas. Incliné la cabeza a la suya, la besé en los labios. Luego me aferré a mi esposa consumiendo en amargos sollozos. Sentí como el corazón se rompía en mil pedazos, y que mi vida empezaba a desmoronarse por completo. Me estaba destrozando por dentro de mi ser.

Segundos después, la tristeza dio lugar a la furia cuando escuché a mis espaldas las risas cargadas de desprecio y burla del asesino. No sabía qué clase de ser era; pero empecé a odiarle con toda mi fuerza. Me lancé hacia él, pero resultó ser más poderoso que yo. Choqué contra él y en un rebote, caí al suelo.

—¿Quién… quién eres tú? ¡Maldito cobarde! —le grité con rabia y ofuscado por la ira.

Pero él no respondió, redujo su figura tomando la forma de cuervo, y echó a volar hasta perderse de vista.

Me levanté con mucha dificultad, con la sensación de vivir en una pesadilla. Y entonces, en medio de la devastación, recordé a mi hijo y sentí que debía buscarlo. De modo que, con espada en la mano, recorrí las calles destruidas observando a todos los supervivientes con los que me cruzaba, no supe cuánto tiempo estuve andando hasta que vi un grupo de soldados que organizaban la resistencia y la defensa de los civiles que habían conseguido llegar hasta ellos. Me acerqué y allí estaba, planeando la evacuación. ¡Qué alegría sentía al encontrarle con vida!

Al verme, corrió hacia mí, no sin antes indicar que siguiera con la tarea.

Juntos fuimos a reunirnos con otro grupo del ejército que no lejos de allí, luchaba con valentía y nos unimos a él en aquella lucha desigual contra aquellos monstruosos seres. Éstos, poseían cabeza de perro con cuerpo de hombre que caminaban sobre dos patas caninas. Con sus espadas, parecían invencibles, además de formar un ejército poderoso, nos superaban con creces en número.

Lentamente, tuvimos que retroceder, al tiempo que, las bestias se reían de nuestra desgracia, pero nos dejaron abandonar la ciudad.

También algunos de nuestros civiles habían conseguido salir con vida y no les habían impedido la marcha. Atrás dejamos nuestra ciudad, y todos iniciamos una marcha sin saber a dónde ir.

Puse en conocimiento a Leyden sobre lo ocurrido a su querida madre y a los nobles reyes. Y juré no descansar hasta ver cómo éste pagaba por sus crímenes.

Pero sabía que en el mundo había un espíritu bienhechor que nos daría fuerzas para salir de la desgracia en la que ahora nos encontrábamos.

mariadadel101
MeryGDaz

Creator

Hola!

Por favor, necesito saber los siguientes puntos:

-los puntos bien desarrollados.
-los que me faltan aún por mejorar, y sus pautas.
-y lo que os gusta.

Muchísimas gracias de antemano.

Saludos!

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