- Bueno parece que llegamos.
Luis me sonrió cerrando sus ojitos con fuerza.
- ¡Ahhh! ¡Me quedan 2 minutos para llegar al salón! Muchísimas gracias, Luis. Te daría un beso, pero sé que despues te va a gustar y no quiero romperte el corazón cuando tenga que rechazarte.
Le guiñé un ojito a Luis.
- ¡Idiota, deja de coquetearme y mejor vete antes de que tu profesor te azote la puerta en la cara!
Luis soltó una leve risita.
- ¡Si, nuevamente gracias!
Sonreí muy ampliamente.
- Adiós.
Luis también me sonrió. Aunque por algún motivo parecía desanimado, puede ser que haya sido por algo que recordó, pues se le vio pensativo durante todo el camino.
Me bajé y corrí lo más rápido que pude con estas piernas de espagueti que tenía.
- ¡Buenos días, joven Archivaldo!
Juan me saludó muy animadamente.
- ¡Buenos días, Juan!
Pasé corriendo tan rápido que levanté algo de polvo.
Juan era el cuidador de la escuela. Cuidaba la escuela como si fuese un tigre y tenía la memoria de un elefante, pues conocía el nombre y rostro de todos y cada uno de los estudiantes y profesores de esta escuela; era mi ídolo. Si yo pudiera tener esa memoria, definitivamente podría pasar los exámenes fácilmente.
Además de que era obvio que a él, el cerebro no se le reiniciaba cada 20 minutos o le dejaba de funcionar de la nada.
Corrí aún más rápido, llegué al edificio donde estaba mi salón y comencé a subir hasta el 5to piso.
Odiaba esto, porque no podía creer que los directivos escolares hayan aprobado la idea de poner elevadores en todos los edificios. ¡Menos en el mío!
Bueno no realmente el mío, pero si en el que yo tomaba el 90% de mis clases.
Pensé: "¿¡Acaso esto es una especie de señal!? ¡Maldita sea estoy harto de tanta pinche mala suerte! Universo por favor, bendíceme con una pizca de buena fortuna, al menos un día y si pudiera ser hoy, te lo agradecería un montón."
Despues de 5 minutos al fin estaba frente a la puerta. Solo eran 5 minutos de retraso, aunque la mayoría de los profesores te daban 10 minutos de tolerancia, el profesor Bernabé solo nos daba 3 minutos.
Aun asi, tenía un poco de esperanza de que aún me dejara pasar.
Esperaba que en ese corazón hecho de piedra pómez hubiese algo de humanidad y bondad que regalarme el día de hoy. La otra opción que me quedaba era suplicar y llorar un rato, aunque mis dotes de actuación eran nulos y no quería tener que recurrir a ellos.
Algunos segundos despues, el profesor abrió ligeramente la puerta para poder cerrarla definitivamente, esto con la finalidad de que nadie pudiera molestarlo mientras él daba la clase.
Una vez que la cerraba ya no permitía que nadie entrara.
Yo estaba hincado enfrente de la puerta, ya ni siquiera tenía fuerzas para levantarme. Había corrido demasiado, incluso las piernas me estaban temblando un poco.
El profesor me miró ahí tirado con mi cara patética y ahogado en un mar de sudor y desesperanza.
Pensé: "Tanto esfuerzo para nada"
Al final, el profesor Bernabé me terminaría azotando la puerta en las narices. Pero eso no me dolía tanto como mi bello currículo escolar con un retardo.
- ¿Joven Archivaldo?
El profesor me miró algo incrédulo, no entendía si era yo o un clon de mí, pues debió pensar que la escena era demasiado lamentable como para que fuese yo realmente.
- Si, soy yo.
Puse una carita triste.
- ¿Qué hace tirado en el suelo?
El profesor Bernabé alzó la ceja.
- ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Ay si verdad. ¿Qué hago tirado aquí? Aparte todo sudoroso ¡SERÁ QUE VENGO DE UNA CARRERA POR SALVAR MI PRECIADO CURRÍCULO ESCOLAR!
Grité un tanto paranoico.
- ¡Je! ¡je! ¡je!
Despues reí nerviosamente, pues me di cuenta de la estupidez que acababa de hacer.
Era un completo idiota. Si quería que el profesor Bernabé me dejara pasar, creo que gritarle era lo último que debía hacer.
Lamentablemente no pude controlar debidamente mis emociones, como me pasaba la mayoría de las veces que alguna situación me llevaba a mis límites.
Me di un manotazo en la cara, ya había metido la pata hasta el fondo.
Solo me quedaba aceptar mi triste y cruel destino, ir a la dirección a firmar mi sentencia de muerte.
Pues cuando la directora se enterara que le grité al profesor y más aparte mi retardo, tendría dos reportes en mi precioso currículo escolar.
El momento en que su pluma tocara mi currículo y la tinta se impregnara en el papel, sabía que mi corazón se detendría.
- No es necesario ser tan sarcástico, sabe.
El profesor Bernabé me miró indiferentemente.
- Perdón, me alteré.
Me levanté del suelo rápidamente y me rasqué la cabeza.
- Ummm... Bueno fingiré que no vi todo esto. Entre por favor.
El profesor Bernabé abrió un poco más la puerta.
Al ver la puerta abierta, pude sentir como si me estuviesen abriendo la puerta del paraíso mismo.
Incluso puedo decir que le vi alas y una aureola al profesor. Aunque el seguía con su cara de orto y eso mataba la linda imagen mental que me había creado.

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