- ¿Enserio?

Se me iluminaron los ojitos, mientras veía al profesor con estrellitas alrededor.

- Si, vamos. Pase.

El profesor Bernabé hizo un gesto con su mano para que entrara al salón.

- ¡Gracias, profesor! ¡Usted es mi héroe, es justo como el profesor Aizawat!

Abracé fuertemente al profesor, estaba demasiado entusiasmado. Mi perfecto currículo escolar seguiría intacto.

- ¡Ey! ¡Ey! Cálmese.

El profesor Bernabé estaba avergonzado y me empujó, puede ser que a él no le gustara el contacto físico. 

- Asi es verdad, que van a pensar los demás. Que tiene preferidos, lo siento.

Me avergoncé también por lo que acababa de hacer.

- No, en realidad no me importa que lo piensen. Es solo que me da asco que me llenen de sudor.

El profesor Bernabé se sacudió su chaleco.

- Ugggh... Entiendo...

Me puse un tanto rojito por la vergüenza. Debido a ese comentario saqué rápidamente mi desodorante y me puse un poco, puede ser que de verdad oliera feo. Al fin y al cabo, había terminado como un caldo de sudor debido a la forma en que corrí.

Entre al salón y el profesor Bernabé cerró la puerta, lo que daba la señal de que ya nadie podía entrar. Aunque ciertamente una vez pasados los 3 minutos de tolerancia ya nadie se atrevía a intentarlo.

- ¡Ey, no es justo! ¿Por qué a Nerdchivaldo si lo dejó entrar?

Arturo frunció el ceño con bastante coraje mientras me miraba. 

- Estábamos en la página 5. Arturo puedes seguir leyendo, por favor.

El profesor Bernabé agarró su libro y comenzó a escribir en el pizarrón.

- ¡No, no voy a leer nada! ¡No es justo este favoritismo que le tiene a Archivaldo! Solo porque ese idiota este loco no tenemos por qué ser amables o sobajarnos frente a él.

Arturo golpeó con el puño su pupitre. Despues de ese comentario, el profesor Bernabé golpeó el pizarrón con el borrador, el golpe se escuchó por todo el salón. Sonó tan fuerte que todos dieron un pequeño saltito en sus asientos.

- Repita algo como eso y se me va a olvidar que usted es un estudiante.

El profesor Bernabé fruncia el ceño, parecía demasiado enojado.

- ¡Ja! Quiero verlo, atrévase a golpearme y yo mismo me encargo que lo corran ahora mismo.

Arturo miraba de manera retadora al profesor.

- Bien. Yo no le estoy pidiendo que sea amigo del joven Archivaldo o se sobaje frente a él. Al menos no recuerdo habérselo pedido. Solo le estoy pidiendo que lea la página 5.

El profesor Bernabé miró indiferentemente a Arturo.

- Pues si va a tener favoritismos, al menos sea algo disimulado. No pienso leer ningún maldito libro.

Arturo aventó el libro al suelo, este golpeo contra el zapato del profesor.

- De acuerdo, no quiere leer. Entonces sálgase del salón, por favor. Todos sus demás compañeros y yo, necesitamos continuar con la clase.

El profesor Bernabé continúo escribiendo en la pizarra.

- No. ¿Porque me saldría? Si no estoy haciendo nada malo. Solo estoy diciendo la verdad. Una verdad que todos han querido decir, pero se callan por miedo a ti, que eres el único que defiende a este rarito.

Arturo me señaló despectivamente.

Las cosas se estaban poniendo bastante pesadas, no quería que el profesor Bernabé tuviera problemas por mi culpa y mucho menos que lo fuesen a despedir por algo tan tonto como esto. Asi que lo mejor era irme.

Además, era cierto, la mayoría de mis compañeros me odiaban. Quizás lo mejor era pedirle los apuntes al profesor y estudiar por mi cuenta.

Aunque la escena era un poco divertida, se corrían los rumores por la escuela que cuando el profesor Bernabé se peleaba con alguien parecía un pequeño chihuahua peleando con un montón de bulldogs o pitbulls, y la verdad la escena que estábamos presenciando era exactamente asi.

Debería darme vergüenza que el profesor Bernabé me esté defendiendo, al final es como si un chihuahua estuviese protegiendo a un Golden retriever.

Es que, el profesor Bernabé era bajito. Yo medía 185 cm y el profesor 173 cm.

- Creo que lo mejor es que me vaya. Lamento las molestias.

Estaba a punto de salir del salón, pero el profesor Bernabé me detuvo apretándome levemente del brazo.

- Un momento joven Archivaldo.

El profesor Bernabé me miró.

- Pero...

Estaba a punto de decir algo, pero preferí cerrar la boca.

Sabía que cualquier cosa que dijera arruinaría aún más la situación. De por si las cosas ya estaban bastante del carajo, no quería agregar más ingredientes a esta fatal receta.

- Bien, tienes razón yo no tengo derecho a sacarte de este salón. Entonces quédate con él y da la clase tu. Me largo.

El profesor Bernabé se dio media vuelta.

- Ughhh... Profesor Bernabé, creo que esto no es necesario. Yo puedo...

Señalé la puerta.

- ¡Deje de decir estupideces! Mejor agarre mis cosas y lléveselas al salón de al lado.

El profesor Bernabé me dio sus cosas.

- Si señor.

Agarré el maletín y los libros que el profesor me entregó.

- ¿Pero profesor Bernabé quien nos dará la clase?

La mayoría de los alumnos del salón preguntaron desconcertados.

- En este salón dará la clase Arturo. Pero en el salón de al lado la estaré dando yo. Asi que los que quieran ir a tomar la clase allá son bienvenidos y los que piensen igual que Arturo pueden quedarse aquí.

El profesor Bernabé borró todo lo que había escrito en la pizarra.

- ¡Ja! Lo ve. Solo favoritismo y favoritismo hacia él. ¿Porque lo defiende tanto? ¿Qué acaso le gusta Nerdchivaldo?

Arturo sonrió sarcásticamente.

- ¡¡¡Arturo cállate!!! ¡¡¡Te estas pasando!!!

Ana trató de callar a Arturo, ella siempre se preocupaba de que su novio no tuviera reprimendas horribles.

- ¡No me importa! Es que es la única explicación, además Bernabé también es un rarito. ¿No has escuchado lo que dicen de ti? Creo que con esto parece que tal vez los rumores sean ciertos.

Arturo estaba rojo del coraje, incluso sacaba chispas y rayos.

- Arturo. Por favor, cállate. No hagamos este problema más grande.

Ana agarró a Arturo por los hombros.

- Me voy. Que te vaya bien dando tu clase.

El profesor Bernabé le entregó un plumón para pizarrón a Arturo.

- Imbécil.

Arturo le aventó el plumón, este golpeó en el pecho del profesor.

- Vaya quien diría que sabe pronunciar la palabra, pero no sabe escribirla. Bien chicos, los que quieran aprender algo nos encontraremos en el salón de al lado.

El profesor Bernabé salió del salón. A mi mente vino la imagen del profesor vestido como un mago lanzando un potente ataque que había convertido en polvo a Arturo.

★El profesor Bernabé ha utilizado sarcasmo contra Arturo, esto le ha sumado 100 puntos de genialidad (+100 puntos) ★

- ¿Arturo, ahora que haremos?

Ana preguntó con una mirada triste.

- Yo no puedo saltarme más clases, si repruebo mis padres me matarán.

Rogelio estaba preocupado, sé que debía pensar que su anhelado 6 en su boleta estaba peligrando bastante.

- No se preocupen esto no se quedará asi. Ese idiota de Archivaldo me las pagará, pero sobre todo ese imbécil de Bernabé. Ya lo verán.

Arturo soltó unas pequeñas risitas.

- Arturo, cariño. Por favor no hagas nada malo. ¿Qué pasa si te expulsan de la escuela?

Ana agarró la mano de Arturo para tratar de hacerle desistir.

- Eso no va a pasar. ¿No sabes quienes son mis padres? Cuando les diga todo lo que pasó, solo será cuestión de minutos para que saquen a patadas a esos dos.

Arturo sonrió ampliamente, sabía que su padre siempre le cumplía cualquier capricho. Yo solo lo miraba en silencio, pero era obvio que él me estaba ignorando.

- ¡Genial! ¿Entonces no es necesario que vaya a la clase? De todos modos, van a correr al profesor Bernabé.

Rogelio se rió.

- Exacto. Vayamos con mis padres ahora. Los que quieran testificar para que ese tirano reciba la lección que merece, pueden ir conmigo.

Aproximadamente más de la mitad del salón se fue con Arturo.

- Arturo.

Los ojos de Ana se pusieron cristalinos, de seguro ella solo quería que Arturo parara esa loca idea. Al fin de cuentas siempre trataba de detenerlo para que no hiciera estupideces.

- ¡Bien vámonos!

Arturo y los otros 20 alumnos que seguían su plan, se fueron con él.