Kronus abrió los ojos poco a poco, divisando de forma intermitente una ventana y una chimenea... Al retomar su conciencia al completo, analizó con cuidado los alrededores, sin saber donde se encontraba. Parecía estar dentro de una cabaña. En el tocador al fondo de la habitación, qué tenía un pequeño espejo, había un peine de madera y varias hierbas. Mientras que, sobre la mesa de noche, había un frasco con lo que parecía ser una pomada de color rosado, con unos extraños trozos azules flotando en su interior, y a un lado de este mismo, varias gasas...
Con curiosidad, y temiendo lo peor, se toqueteó el pecho, donde había recordado recibir un par de cortadas profundas, y logró sentir que estaba cubierto de vendas. Pero no sentía dolor alguno...
Tragó saliva, se quitó las sábanas qué lo cubrían por encima, pertenecientes a la cama en la que descansaba, y intentó pararse, pero enseguida un dolor paralizante golpeó su cadera y cayó al suelo de golpe...
Tomó su bastón, o mejor dicho, cetro, que se encontraba a un lado de la cama junto a su mochila y se levantó como pudo, apoyándose de el cetro...
Se acercó cojeando a el espejo, solo para darse cuenta que tanto como su cara, su abdomen y su pecho estaban vendados...
Con un suspiro tembloroso, comenzó a quitarse las vendas mientras cerraba a los ojos, y cuando terminó de quitarse todas las vendas los abrió:
Un enorme corte diagonal atravesaba desde su frente hasta su nariz, atravesando por su ojo derecho, el cual estaba bañado en sangre. Y tanto como en su pecho y abdomen, profundas y rasgadas laceraciones, algunas las cuales se notaban infectadas...
— Mierda... — Exclamó con preocupación... Ahora, no podría cumplir con éxito su misión, y entonces volvió a acostarse en aquella cama para relajarse mentalmente.
Observó al techo, y comenzó a pensar en voz alta — ¿Un dragón...? Apareció de la nada y me atacó... Pero... No... Eran dos dragones, uno de ellos estaba siendo montado...
Recuerdo que mientras perdía mi consciencia, vi a una mujer bajar de uno de los dragones y gritar balbuceos en elfico.... —
Enseguida, se levantó de golpe, y llego a la conclusión de que sus sospechas eran ciertas: Jinetes de dragones estaban acercándose al Oeste.
Era imposible que no tuviera razón, puesto a que Feyralinn, si bien, no es Whataryn, es reconocido como el territorio de los salvajes, quienes conviven con las hadas. Podrían haber mostrusidades y criaturas fantásticas, pero... ¿Dragones? No. Jinetes de dragones... Kronus, si bien, nunca fue un hombre de estudio, si que solía leer bastante acerca de las culturas elficas... Era imposible que un jinete de dragones estuviera en Feyralinn sin una misión ordenada por sus superiores... Pero, nada le aseguraba que, en efecto, los elfos estuvieran viajando hacia Queenlanding en sus dragones, todo podría ser un mal entendido... Así que decidió investigar más de cerca... Envió un mensaje a través de un artefacto magico, un par de piedras brillantes, y justo cuando estaba a apunto de levantarse nuevamente, la puerta frente a la cama se abrió.
Una mujer joven, de unos veintitres años, de cabellos blancos, largos, con unos brillantes ojos color ámbar, y un lazo amarillo qué resaltaba sus ojos en el cabello, vestida con un vestido de harapos marrones, y unos zapatos negros entró a la habitación.
— ¡Oh, ya despertaste! — Exclamó con una ligera sonrisa de alivio, al ver que el hombre había sobrevivido a sus heridas, pero enseguida su rostro se tornó en molestia —¿¡Por qué te quitaste las vendas!? — Regañó severamente al mago, mientras recogía las vendas del suelo
— Lo siento... Solamente quería ver que tan mal... Me veía... — Disculpandose, Kronus a su vez sintió paz... Podría haber perdido un ojo, pero afortunadamente seguía ahí, funcionando como debía...
— Estoy tratando tus infecciones antes de que avancen... Ahora tengo que volver a aplicarte las pomadas y cambiarte las vendas, por que te las quitaste. — Explicó la joven mujer, mientras se acercaba a Kronus
— No, no te preocupes, yo ya estaba por marcarme — Dijo, comenzando a acomodar sus piernas en la esquina de la cama
La mujer, quien sostenía un cepillo, le apuntó con este mismo, como amenazandolo — ¡No! No seas necio, por favor. Acuéstate. Volveré a aplicarte los ungüentos — Ordenó a Kronus, quien agachó la cabeza suspirando, y volvió a acostarse...
Ciertamente, no tenía las fuerzas para irse ahora, y cualquier guerrero sería lo suficientemente inteligente como para saber que debía descansar, o moriría al pelear en condiciones tan miserables, íncluso con un enemigo débil.
— Y bien... Dime, quién eres tu — Preguntó Kronus a la dama, quien, lavó sus manos en una cubeta a un lado de la cama, y después pareció frotarselas con lo que sería jabón. Entonces, metió sus manos en aquella crema y comenzó a frotarla sobre las heridas de Kronus
— Selines... Selines Mint — Se presentó la joven curandera
— Ohh... Es un nombre curioso... ¿Y quién eres? Tienes un apellido... Solamente la gente que ha tenido un antepasado con un título o reconocimiento nobiliario tiene apellido — Recordó Kronus, como funcionaba la cultura de los apellidos, aunque solamente aplicaba en los reinos qué el conocía
Selines negó con la cabeza — Mi abuela y mi madre fueron milagrosas curanderas... Tenemos un don, y también un libro de remedios en el cual nuestras antepasadas trabajaron, así como yo lo hago... Mint fue el nombre de la primera mujer de la familia, quien nació con este don y nos lo compartió — Explicó Selines, hablando de forma honrada de su familia
—Hmm... Entonces se colocaron ese apellido ustedes mismos... Entiendo. Y dime, Selines. ¿Es tu don el sanar? ¿Puedes lanzar conjuros de sanación? — Preguntó Kronus, mientras de vez en cuando, se quejaba por la presión qué aplicaba Selines contra sus heridas
— No... La magia sanadora, y la magia en general, son fachadas... Cuando uno de esos magos sana una herida, lo único que está haciendo es lastimar la conexión de tu cuerpo y tu espíritu...
Un cuerpo humano puede sanar perfectamente, ¿Por que forzarias un proceso natural usando magia?. Es por eso que, aquellos que usan magia se terminan volviendo locos cuando se retiran... Lastiman tanto la conexión de su cuerpo y su alma al frozarlos a funcionar de una forma en la que no deberían, así que, simplemente, comienzan a mal funcionar de forma intermitente —Explicó ampliamente, mientras pasaba a usar su pomada en la herida del rostro de Kronus
— Entonces, ¿Tu don no es mágico? — Preguntó Kronus con aún más curiosidad
— Si y no... Digamos que, nuestro espíritu y nuestra empatía son tan poderosos, que, aquellos de los que cuidamos, siempre terminan sanando sanos y salvos... No puedo explicar el don. Simplemente, es algo que hacemos por bendición de las hadas y ya. — Mencionó Selines, comenzando a vendarlo de vuelta
— Hmmm... Curioso — Pensó en voz alta aquel mago de ojos azules
— ¿Y tu? ¿Quien eres? Revisé tu equipamiento... Eres un noble de Queenlanding. Y ese cetro denota qué eres un lanzador de conjuros — Confesó la joven curandera
— Hmm... Soy un hechicero... Lanzo conjuros, pero no estudio la magia... Y bueno... Estoy en una importante misión, soy un soldado... El más fuerte de todos... — Confesó el "mago" de vuelta
Selines soltó unas cuantas risas ligeras — ¿El más poderoso de todos? Y mira donde estás — Recordó a Kronus
—Haha... No miento. Mira: — Respondió Kronus, apuntando su dedo índice hacia la ventana — Haré nevar fuera de la ventana con solo un chasquido — Entonces chasqueó, pero de sus manos solamente salió un poco de agua que se congeló al momento, y enseguida se deshizo en cristales pequeños parecidos a la aguanieve
— ¿Q-Qué? — Se preguntó a si mismo Chronus, y enseguida volvió a intentar usar todos los conjuros que recordaba, pero ninguno funcionó. — Maldita sea, perdí mi uso de la magia — Dijo, poniéndose dos dedos sobre el ojo derecho
Selines, al inicio, rió de forma burlona aunque amable amable, y después, comprendió gracias a la actitud de Kronus, que no mentía.
— ¿Persiste tu uso de la magia? — preguntó con curiosidad
—Bueno, no lo perdí pero... Pero, parece que mi magia se debilitó... Agh... — Suspiró echándose hacia atrás — Está bien, la recuperaré pronto, espero... —
La curandera indicó a Kronus esperar, y entonces, después de un par de minutos volvió con una taza — Toma, bebe. Es un té de corazón subterráneo con champiñones de maná —
— ¿Un té mágico? ¿No era eso malo? — Preguntó Kronus
—No... Los corazones y champiñones de maná te sanan cuando te alimentas de ellos. Esa es la diferencia. Los conjuros de sanación simplemente curan... Todo debe tener un precio. En este caso, tu obtendrás una regeneración acelerada de tu salud y tu energía a cambio de comer y beber estos alimentos.
Mientras que, el lanzamiento de un conjuro para curarte, te costaría tu salud espiritual, así como la de el lanzador —Explicó con sabiduría mientras le extendía el té — Puede que no te vuelvas loco hoy o mañana, pero es como el cáncer... Eventualmente, o cuando seas más viejo, te golpeará y te condenará —
— ¿Entonces me recomiendas dejar de usar magia? — Preguntó Kronus, curioso. A pesar de ser tan poderoso, nunca estudió un poco acerca de la magia
—No... Es un tema de hábitos y precaución... Aquellos magos como tu, que usan focos arcanos, están pagando con su energía vital y su alma. Es tan simple como esto: Usa componentes materiales para tus conjuros, incluso si eso es más tedioso al momento de lanzar, es la forma más segura... Y la otra recomendación es, no desafies las funciones naturales del cuerpo humano y el destino. Es todo — Indicó Selines terminando de reacomodarle las vendas
—Bebete eso, enseguida te traeré algo para comer... Puedes quedarte aquí hasta que te recuperes. — Dijo Selines en un tono sereno
— Bien... No seguiré en mi viaje, me quedaré un tiempo en tu cabaña, pero por favor permiteme ayudarte a recolectar estas hierbas, plantas y frutos. Soy un mago, puedo encontrarlos fácilmente — Pidió Kronus a la joven, para pagarle el favor
— Si eso deseas, adelante. Pero hoy te quedas aquí, quizás si eres tan fuerte como mencionas, por la noche podrás caminar de nuevo — Indicó aquella joven curandera, cerrando la puerta a su espalda, pero enseguida Kronus le detuvo con una última pregunta
— ¡Espera...! ¿Donde estamos?— Preguntó Kronus, curioso
— Ah. Pues, te encontré en los caminos de las montañas en Berimastia. Ahora mismo, estas en Mostiberio — Aclaró y sin decir más, cerró la puerta...
CONTINUA >>>
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