El día comenzó con la luz suave del sol filtrándose a través de las cortinas de la nueva habitación de Allegra. A pesar del esplendor del jardín que se extendía bajo su ventana, la joven aún lidiaba con los efectos persistentes de las fiebres esporádicas, que a menudo la dejaban fatigada y desorientada..
Allegra empezó a familiarizarse con la mansión que ahora se había convertido en su hogar. Aunque no era excesivamente grande, el esplendor y el lujo eran inconfundibles. Las paredes estaban adornadas con elegantes obras de arte, y los muebles, de un estilo clásico, ofrecían una comodidad lujosa. El jardín, visible desde varias ventanas, estaba meticulosamente cuidado, con senderos serpenteantes y una variedad de flores y plantas que daban vida al espacio.
Asher solía acompañarla de vez en cuando, ayudándola a comprender el significado de distintos objetos y situaciones cuando lo necesitaba. En una de esas ocasiones, Asher presentó a Wolfgang y Aoi. Aunque Allegra inicialmente los veía como simples cuidadores, pronto notó que Asher, Aoi y Wolfgang eran en realidad la familia de Allegra. Esta revelación le dio un nuevo contexto a las interacciones diarias. Sin embargo, a pesar de esta cercanía, Allegra se dio cuenta de que no compartían comidas juntos más allá del desayuno. La mayoría de las comidas se realizaban sola o, en ocasiones, en compañía de uno de ellos, quienes parecían estar siempre ocupados con sus responsabilidades.
Un día, Aoi presentó a Allegra a un nuevo visitante: el Dr. Alexander. Aoi le explicó que el Dr. Alexander sería el profesor encargado de ayudarla con el idioma. Aunque Allegra no entendía completamente lo que Aoi decía, captó que el Dr. Alexander era alguien importante en su nueva vida. Con el tiempo, Allegra descubrió que el Dr. Alexander era un educador que le enseñaría el idioma y le proporcionaría una estructura para su adaptación.
A pesar de no dominar aún el idioma, las lecciones del Dr. Alexander ofrecían a Allegra una valiosa distracción de su incomodidad física y emocional. El profesor utilizaba material visual y ejercicios prácticos, lo que facilitaba el aprendizaje y le daba a Allegra un sentido de propósito.
Sin embargo, la fiebre persistente y la dificultad para adaptarse a su nuevo cuerpo y entorno seguían siendo desafíos importantes. Las visitas del Dr. Alexander brindaban un alivio temporal, pero Allegra aún luchaba por encontrar paz en su nueva vida. En los momentos de soledad, Allegra pasaba tiempo en el jardín, buscando consuelo en la tranquilidad del entorno natural. Las plantas y flores, a pesar de su belleza, no podían reemplazar el anhelo de la vida que había dejado atrás.
El día concluyó con Allegra, exhausta pero determinada, sentada en el jardín, apoyada sobre la mesa mientras observaba el paisaje. La suave brisa y el murmullo de las hojas creaban un ambiente sereno, pero el cansancio acumulado la venció. Poco a poco, sus párpados se fueron cerrando, y se quedó dormida, apoyada sobre la mesa, mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte. Aunque la adaptación era un proceso largo y desafiante, el sueño en ese momento ofrecía un descanso temporal a su mente inquieta y cansada.
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