— ¡Perdón por haberle vomitado encima, paladín Darrow!—se disculpó Alex, quien había sido llevado a uno de los camarotes de la nave-ballena a fin de que reposase un poco hasta que se le hubiese pasado el mareo—. ¡Le juro que fue sin querer!
— ¡No te preocupes por eso, amiguito! Fue mi culpa de todas maneras. ¡Creo que se me pasó un poco la mano con ese abrazo!
— ¿Seguro que estás del todo bien, gordo? —Preguntó Luis a su amigo—. ¿No te habrás contagiado algún tipo de fiebre espacial?
— ¡Estoy bien! Sólo necesito descansar poco…Hasta que todo a mi alrededor deje de dar vueltas…
— ¡Eso te pasa por comer demasiado! ¡Pero no te preocupes, porque Xamic va a cuidar muy bien de ti! ¿Verdad que sí?
El murciélago asintió con la cabeza, dando luego varios lengüetazos en la cara de Alex, muy para el fastidio del muchacho.
— ¡No me cubras con tus babas, rata voladora! ¡Vas a hacer que vomite de nuevo!
La gema azul en la frente de Xamic comenzó a brillar, pareciendo tener cierto efecto sobre el joven guardián, haciendo que se quedase profundamente dormido al instante.
— ¡Vaya que sus ronquidos parecen el ronroneo de un gato! —comentó Luna, sumamente divertida.
Y acariciando la cabeza de su mascota, la niña le ordenó que vigilase el sueño de su compañero hasta que todos ellos hubiesen llegado hasta su destino.
— Tal vez ustedes harían bien en dormir un poco…—aconsejó John Darrow a los niños—. ¡Aunque a Menkar le encanta presumir de su velocidad, lo cierto es que todavía falta bastante para llegar a nuestro destino…!
— ¿Entonces no llegaremos a la hora del almuerzo como dijo ese bicho? —cuestionó Luis.
— ¡Me temo que no! ¡Pero por ahora procuren relajarse todo lo que puedan! ¡En cuanto estemos en zona de guerra ya no habrá tiempo para descansos!
—Con todo respeto, señor Darrow—intervino Raúl—. ¿No cree que deberíamos aprovechar estos momentos para discutir la estrategia que usaremos contra este enemigo al que nos enfrentaremos?
—Supongo que tienes razón. Sin embargo…—replicó el paladín, rascándose la nuca.
La verdad es que todavía seguía un tanto renuente con respecto a la idea de que los niños participasen en la terrible batalla por venir.
“Jamás he sido muy partidario de la idea de usar niños soldados. ¡No me importa que sean los legendarios Guardianes Místicos! ¡Trataré de involucrarlos lo menos posible en esta lucha, así eso contradiga las órdenes de la Dama Lavinia!”
— ¡Menkar tiene mucha información en su base de datos sobre todos demonios de la Anti-Vida con los que nos hemos enfrentado! ¡Ella les ayudará a planificar cualquier estrategia que necesiten!
— Pero… ¿Acaso usted no participará en esa planificación?
— ¡Por supuesto que sí! Es sólo que…Primero quisiera poder cambiarme esta camisa manchada de vómito…
—Oh, claro. Sí, entiendo. ¡Le esperaremos para que se reúna con nosotros, paladín Darrow!
“¡No me esperen demasiado!” pensó para sus adentros el aludido, retirándose a su respectivo camarote.
Creyendo estar a solas, empezó a pensar en voz alta, mientras iba cambiándose:
— ¡¿Cómo rayos se supone que les explique a los demás que hice un viaje completamente inútil?! ¡Van a querer matarme de seguro! Pero es que cuando a la Dama Lavinia se le mete en la cabeza una de sus locas ideas…
— ¿En serio crees que no podemos brindarte ningún tipo de ayuda, papá?
Volviéndose sorprendido, John Darrow descubrió detrás de sí al capitán Kenneth, cruzado de brazos.
— ¡Vaya que eres hábil, muchacho! Ni siquiera te oí acercarte…
—Un enemigo te habría podido eliminar con mucha facilidad.
— ¡Por fortuna, tú no eres mi enemigo, hijo! ¡De lo contrario estaría en serios problemas!
La vista de Kenneth recayó entonces en la cicatriz con forma de X que el paladín tenía en medio del pecho, volviendo a su memoria un amargo recuerdo…Una escena violenta y terrible, tan irreal como podría ser una pesadilla, en el cual se veía a sí mismo desatando una devastadora marejada de energía a su alrededor.
En medio de aquel caos, su padre llevaba a cabo un esfuerzo desesperado para contener semejante cataclismo, únicamente para ser apartado brutalmente por medio de un ígneo zarpazo que lo mandó a volar por los aires, estrellándose luego contra el suelo con buena parte de sus huesos rotos, a completa merced del monstruo en el que Kenneth se había convertido.
Un agonizante John Darrow apenas si fue capaz de musitar patéticamente la siguiente súplica:
—Hijo…Por favor, detente…
De alguna manera, tan simples palabras consiguieron llegar hasta lo profundo de su trastocada mente, restableciendo al menos parte de su humanidad: Así fue como, lleno de horror por aquella última acometida en contra de la persona a quién él más amaba, no pudo sino emprender una torpe huida, hasta finalmente ser vencido y capturado por todo un ejército de paladines.
Era solamente un niño cuando tuvo lugar aquella transformación: Sus poderes como berserker apenas estaban empezando a desarrollarse, y de haber sido otras las circunstancias, su padre no habría conseguido sobrevivir.
— ¿Ocurre algo, hijo?
—No me pasa nada—afirmó Kenneth, traído de vuelta a la realidad presente—. Sólo me distraje pensando en unas tonterías sin importancia…
Y tras un brevísimo silencio, agregó además:
—Yo…Vine a disculparme contigo.
— ¿Disculparte? ¿Por qué razón?
—Por no haber sido honesto contigo. Y haberte mantenido tantas cosas ocultas…
—Bueno…Supongo que debiste tener tus razones para tanto secreto. Aunque si me hubiese enterado antes de las torturas a las que ese tal general Hawk y su gente te estaban sometiendo habría ido hasta Guring a pulverizar a todos esos canallas. Sé bien que ese tipo de actitudes van en contra del código de honor de los paladines cósmicos, ¡Pero que se metan con uno de mi familia es algo que de ninguna manera puedo perdonar!
—No digo que fuera una experiencia muy agradable, pero al menos esos tipos lograron proveerme provisionalmente de un medicamento especial que me ayuda un poco a contener a la bestia que hay dentro de mí. Una bestia maldita de la que no he conseguido librarme aún, por mucho que lo intente…
El gesto del capitán Kenneth se ensombreció considerablemente al momento de pronunciar aquellas últimas palabras.
—Es cierto que el ejército de Guring me trató como a un animal rabioso. Pero quizá no merecía nada mejor, considerando…Considerando la amenaza que soy en realidad.
— ¡Basta! ¡No te permito que hables así de ti mismo! —Fue la inmediata contestación de parte de un enfurecido John Darrow—. ¡Aunque haya miserables que digan todo tipo de injurias contra tu persona, sólo tú decides quien eres en verdad! ¡Y yo sé que eres alguien bondadoso, noble y honorable! ¡Lo sé bien, porque yo mismo te críe! ¡Que eso nunca se te olvide!
—Papá…
— ¡Que nunca se te olvide, hijo! Yo creo en ti. Y también creo en tu sueño, que compartías conmigo desde que eras un niño chiquito que recién habías aprendido a caminar. ¿Recuerdas? Tú me decías siempre: “¡Cuando crezca, yo voy a ser un paladín místico y voy a defender al Universo de los malos!”…¡Todo eso lo tendré siempre grabado en mi memoria, así pasen mil años!
—Si tú lo dices…
— ¡No! ¡No es porque lo digo yo! ¡Es porque es la verdad! ¡Has sabido sobrellevar tantas penurias porque desde siempre has tenido el corazón de un verdadero héroe! ¡Y eso es algo que me hace sentir muy orgulloso!
Luego de compartir un fuerte abrazo, padre e hijo entablaron una animada conversación a fin de ponerse al tanto de los numerosos acontecimientos sucedidos en sus vidas hasta el momento de su reencuentro.
¡Ambos tenían tanto que decirse aún! Pero poco a poco ambos habrían de ir recuperando el tiempo perdido. Y mientras hablaban, iba asentándose con mayor fuerza que nunca dentro del alma de Kenneth la esperanza de poder llegar a dominar completamente algún día su peligrosa naturaleza como berserker.
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